Mientras los perros ladran, la noche gruñe sus dolores en las mazmorras postmodernas, que encierran niñas desaparecidas que, en su agonía, no esperan un milagro.
Los peces miran al cielo y sueñan brillar como una estrella.
Pienso en tantos que están partiendo. Imagino las escaleras que van al cielo, congestionadas… Muchos, ni saben qué les pasó, otros, circunspectos, meditabundos, oran un Padre Nuestro, diez Avemarías y un Gloria al Padre, como si el rosario permaneciera entre sus manos, mientras, lentamente, suben cada peldaño, esperan por un milagro.
Las estrellas brillan durante el día y la noche, y no les molesta que muchos opacados por lo que fuere, no sepan, o no consideren su brillo diurno.
Mientras los perros ladran, la ciudad, oculta bajo la noche, la hipocresía de todos los gobiernos que mintieron a sus pueblos y cubrieron con telas de seda los espejos, para no reflejarse.
No imagino las escaleras de bajada… Si van desnudos, con sus barrigas abultadas, cebadas con los sobre precios de las obras públicas; no sé, si se empujan unos a otros, con sus manos regordetas para llegar primero; o si están con una sonrisa montada sobre sus gordas y flácidas papadas. No logro imaginar el viaje de los astutos, que se enredaron con los dineros ajenos y se olvidaron de construir hospitales.
Mientras los perros ladran durante la noche, en el desierto, algunos sueñan con llegar vivos a un oasis para descansar. Sería una especie de milagro; algo así, como una prueba de que Dios existe. Ya que son muchas las plegarias y pocos los milagros que llegan a tantos necesitados.
Un búho, en una jaula, sueña en ser un pez y nadar libre en el fondo del mar.
Mientras los perros ladran en la noche, una barcaza se hunde en el mar. Los migrantes ruegan a Dios en su idioma. En el mar, en la noche, los peces escuchan sus rezos y gritos, suplicando en sus idiomas a sus Dioses, un milagro allí en la noche, allí en la mar.
Las estrellas son motores de energía cósmica que producen calor y luz.
Mientras los perros ladran en la noche, muchos egos se retuercen y se auto estrujan, porque las estrellas brillan con luz propia, no necesitan reflejar la luz de otros astros, ni agruparse para emitir calor.
Pienso que en el siglo que me corresponde morir, las superficialidades llegan a extremos de pelearse por mendrugos de pan que están botados en el suelo, mientras sobre el mantel, la mesa está servida con un fastuoso banquete. Basta levantar los ojos del piso y servirse.
Mientras los perros ladran, la noche gime de placer y de dolor. Al mismo momento unos llegan para probar la existencia como humanos en el planeta, otros parten para un viaje a lo desconocido, dejando la certeza de que un día, habrá un recuentro; así como un milagro.
Algunos peces, se conformarían con ser búhos enjaulados, para tener plumas y alas. Los humanos, que fueron con sus sueños al fondo del mar, preferirían haber nacido estrella, para tener luz y calor y no sentir miedo en el gélido mar.
Pienso que las estrellas, si les fuera posible, darían su brillo y luz, para que ninguna niña sea desaparecida.
Mientras los perros ladran en la noche, la caravana pasa.
Márcia Batista Ramos, brasileña. Licenciada en Filosofía-UFSM. Gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Editora en Conexión Norte Sur Magazzín, España; columnista en Inmediaciones, Bolivia, periodismo binacional Exilio, México, archivo.e-consulta.com, México, revista Madeinleon Magazine, España y revista Barbante, Brasil. Publicó diversos libros y antologías, asimismo, figura en varias antologías con ensayo, poesía y cuento. Es colaboradora en revistas internacionales en más de 14 países. Editor adjunto de la Edición Internacional de Literatura China (a cargo de la Federación de Círculos Literarios y Artísticos de Hubei).
Fotografía de Abdulaziz Mohammed (en Unsplash). Public domain.
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