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”Punto muerto" y "Rumbeando", un cuento de Rodrigo Miguel Quintero | Mención en el 1° concurso "En concreto, Almas urbanas 2022" por la asociación PEN Chile

Perdí el bondi que iba para el sur. Volvía a mis pagos. Preparé algunas pocas cosas, total pronto estaría ahí como gran soldado romano la vieja. Éramos re pibes, mi hermana ya se había ido a Buenos Aires a estudiar psicología en la UBA. Lejos quedaba nuestra vida en el sur. Se perdía un poco más cada año como se pierden las olas mar adentro.

Llegué a la termi. El aire denso y circundante me recordó a esa vibra de la gente que está de paso por la vida, a modo de gaviota. Entré.

Tenía los pasajes, el dinero cash (mercado pago no existía), el

«Sábados en el parque», un relato del escritor, poeta y traductor argentino Rodrigo Miguel Quintero

Los “no lugares o lugares de todos” tienen esa magia de sacarnos el tedio de una buena sacudida. En mi ciudad natal fue la plaza en homenaje a San Martín, donde aprendí a caminar y de premio mi madre me daba un abrazo cada vez que llegaba al monumento.   

Siempre pensé que caminar era eso, hasta que me tocó caminar solo. Su mano se alejó, su presencia se hizo recuerdo. Quedé solo entre la multitud. Me senté a observarlos. 

Un grupo de nenes jugaban en un monopatín algo gastado que en otra época fue color rojo. Un dejo

Rodrigo Miguel Quintero: ¡Arrivederci Roma!

Las cosas cotidianas tienen magia. Están ahí, a punto de sucederse y estallar. Ese día tocaba limpiar la casa y salir en auto a la ciudad. Con mi mujer siempre buscábamos el tacho de basura más cercano. Por lo general, eran de todo menos cercanos. 

- ¡Gordi subí y poné en marcha el auto! - decía Cecilia con su entusiasmo tan de ella. 

Salíamos a duras penas. El espacio de entrada era minúsculo y siempre sobresalía un costado del auto, luego se estrolaba brusco contra el suelo haciendo ruido. 

«Previa en la cafetería», un cuento de Rodrigo Miguel Quintero

Todos necesitamos tomarnos una pausa. Mi pausa de café son los miércoles a las 11 en la cafetería del centro del pueblo. 

Salí rumbo a la avenida del centro, crucé las cuadras que me separaban de mi trabajo. Entré. El aire olía a limpio y neutro. La atmósfera, tranquila.

Me acerqué a mi lugar de siempre donde están sillones de pana beige. Siempre me chocaba la lámpara con la cabeza al sentarme. Era como si me encendiera. Me saqué el barbijo y me invadió una oleada de aire nuevo y fresco...  

A un costado estaban las mesas perfectamente ubicadas y brillosas color verde manzana. Le

Desde La Patagonia: «Un día en la farmacia », cuento de Rodrigo Miguel Quintero

Salí con cierto sabor amargo. Te dicen andá y hacé este trámite, comprame este remedio. En mi cabeza era “¡estoy para atrás, rajá y conseguime un buscapinas!”. Al mal tiempo, buena cara. Salí con la prisa de siempre.  

Afuera soplaba un vientito rancio y olía a silencio, de ésos que se cortan con serrucho. En ese entonces, vivía relativamente cerca de la avenida principal. Decidí hacer el camino largo. Algo tenían estas pausas breves. Caminé lento.   

La calle estaba muy vacía. Los negocios se regalaban a un cliente que había desaparecido tras la gran pandemia. No se solía ver

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