Andres Caicedo | Frases y archivos


“No fuimos innovadores: ninguno se acredita la gracia de haber llevado la primera camisa de flores o el primero de los pelos largos. Todo estaba innovado cuando aparecimos. No fue difícil, entonces, averiguar que nuestra misión era no retroceder por el camino hollado, jamás evitar un reto, que nuestra actividad, como la de las hormigas, llegara a minar cada uno de los cimientos de esta sociedad, hasta los cimientos que recién excavan los que hablan de construir una sociedad nueva sobre las ruinas que nosotros dejamos. Pero nosotros no nos íbamos a morir tan rápido.”


"Y camino yo a mi cuarto donde tengo una vista de Santa Bárbara y otra de Janis Joplin pegada a una botella de alcohol, porque adentro nace un sol y yo no encuentro a mi amor, me acuesto repitiendo mis letras, y no duermo, y no sueño, siento es un martilleo adentro que me va marcando los compases y yo, haciendo esfuerzos, repito la letra que le va y al mismo tiempo me tapo los oídos y pelo los dientes para no oírla, para no decirla, para significar que me duele, pero al mismo tiempo repaso la imagen tan reciente de yo accediendo a bailar, llena de sonrisas, remolona, echándose la nueva y mejor rumba."



"Tú, haz aún más intensos los años de niñez recargándolos con la experiencia del adulto. Liga la corrupción a tu frescura de niño."


"La odio a ella por no haber podido vencer a su propia conciencia y a sus falsas libertades. La odio porque me demostró demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo responder a estas demostraciones. La odio porque no las supo demostrar, pero ese día se fue cargando con ellas para su cama. Yo la quiero muchacha estúpida, ¿no se da cuenta? Pero apartándonos de eso la odio porque me originó un problema el berraco y porque siempre se iban con mis palabras, con mis gestos y mis caricias, con todo… otra vez para su cama. Pero, tal vez, para nosotros exista otra gloria al final del camino, si es que todavía nos queda un camino… Quién sabe…"


“Tal vez lo que yo cuento ahora se ubique en otro orden, 
inferior en todo caso. Apenas yo termine, el lector 
saldrá a tomarse un trago, y más le habría valido que 
en lugar de escribir hablara como a mí me gusta, que 
mis palabras no fueran sino filamentos en el aire, 
líneas vencidas, no importa: empiezo a hablar y no me 
paran, y no hago otra cosa que repetir letras porque 
primero que yo existió un músico, alguien más duro y 
más amable que concede el que uno cante su letra sin 
ninguna responsabilidad, que una mañana se le pegue y 
la repita todo el día como una especie de marca para 
cada uno de los actos tristes (…)” 


“¡Mi pasado es lo que haré este día!” 


"Es preferible bajar, desclasarse; alcanzar al término de una carrera que no conoció el esplendor, la anónima decadencia."


”Todo es tuyo. A todo tienes derecho y cóbralo caro."


"Olvídate que podrás alcanzar alguna vez lo que llaman “normalidad sexual”, ni esperes que el amor te traiga paz. El sexo es el acto de las tinieblas y el enamoramiento la reunión con los tormentos. Nunca esperes que lograras comprensión con el sexo opuesto. No hay nada más disímil ni menos dado a reconciliación. Tú, practica el miedo, el rapto, la pugna, la violencia, la perversión y la vía anal, si crees que la satisfacción depende de la estrechez y la posición predominante. Si deseas sustraerte a todo comercio sexual, aún mejor. Para el odio que te ha infectado el censor, no hay remedio mejor que el asesinato. Para la timidez, la autodestrucción. A donde mejor se practica el ritmo de la soledad es en los cines. Aprende a sabotear los cines.” 




                 Entrevista Andrés Caicedo




"Nadie quiere a los niños envejecidos."


“Que nadie exista si yo no doy el pase, el consentimiento, de que se pulvericen apenitas el lector voltee la página. El personaje no existe si yo no le rindo mis favores. Si se los retengo, no tiene razón de ser, nanay cucas.” 


“Vemos como crece el río. Es increíble. Es como si viniera a cobrar venganza por el pasado esplendoroso que le quitaron las modernas urbanizaciones. Pero ruge. Recobra su poder. La idea se nos ha ocurrido ambos. No seremos víctimas en vano. Mejoraran los tiempos. Cogidos de la mano caminamos hacia el río”.” 


“Como se consuela el que duda si no es capaz de leer” 


"Que te vaya bien en tu primer día de muerte amor mío, ahora siento que me vuelven las fuerzas" 


“Mariángela me pidió que la acompañara por vino a la cocina, y allá lo que hizo fue mirarme de frente y tan duro y tan fijo y era realmente bella, de pelo como el mío y con esa cara de saber a la perfección lo que estaba haciendo, que yo le permití que desabotonara mi vestido y almohadillara ambas manos sobre mis senos; entonces fue cuando aseguró: “los hombres son unos tontos. Tú puedes manejar mejor que ellos ese pipí que te meten con tanto misterio”.” 


"¿Cuántas neuronas menos? Y la acción de mirar siempre al suelo buscando el hongo, y agacharse para comer la mierda, va produciendo, a la larga, una resignación ante todo, ya de por sí mal de nuestro pueblo."


“Me da miedo atroz pensar en que se está debilitando mi interés por todo. No resisto esta soledad, busco compañía y no resisto la compañía.” 


“Llegó Patricia y todo se acabó. El amor salvaje de Patricia me trajo a una más cercana realidad, aunque también peligrosa. Ella me sedujo y me atrapó. Su amor fue como un viaje sin regreso por la selva más tenaz de todas, la del Chocó; fue como pasar hambre y darse después un festín y emborracharse con cerveza helada. Yo creo que ambos éramos unos niños al conocernos y juntamos nuestras malas crianzas y hacíamos el amor de una forma perfecta. Por varios meses yo fui su segundo hombre, hasta que las circunstancias me llevaron a ser el único, el primero. Ay no, todo esto está mal escrito. ”



MELINA MERCOURI DE ANDRÉS CAICEDO.

Chistosísimo. Esta noche no saldrás de los limites de tu piel: más allá es imposible, El te dejará satisfecha, reconocerá en ti una concordancia perfecta, tus poros sudarán parejo con los de él y tus manos buscarán en su cuerpo algo que no hayas conocido, y si no te va bien en la búsqueda las manos de él guiarán las tuyas natural, Tocarás una sola vez sus nalgas y sentirás su Escalofrió, el tuyo el de él el mismo, Y hasta puedes decirle que se bajen al suelo para hacerlo diferente, palabra, al suelo. Y allí todo el universo se limitará a existir en el espacio en blanco que dejen los dos cuerpos y dirás cosas, a él le gusta. Puede ser con una legendaria vos ronca, como en las películas francesas o Melinda Mercouri recuerdas, Sin ningún temor, todo lo que se te ocurra, jovencita, que te acaricia como a ti te gusta, para que esta noche todo les salga a las mil maravillas, para que los dos sean una materia sebácea sin absolutamente nada de forma, sebácea y cristalina, sin forma, con sentidos,


Qué bien, Tu pelo crespo, si, tienes el pelo crespo, qué vaina. Tus mechones: enroscaditos, Te caen sobre la frente: mechones negrísimos, ¿te das cuenta? ¿El se ha dado cuenta? Y la nariz chiquita y chiquita rima con bonita y con otro diminutivo de lo más rimador que se llama respingadita, así, y las trompas que haces, pero cuando te sonríes tratas de no mostrar gran parte de tus dientes, para que no te vean ese: el de metal. Le has contado que cuando tenias quince años te lo quebró una amiga jugando básquet y que tu mamá te mandó a poner esa joda de repuesto, porque no es más que un repuesto. Un pedazo de aluminio bordeando el esmalte, ¡Eso: un diente enmarcado! Ese diente que pesa sobre la boca de él cuando te está besando, la vez pasada le cortó la lengua, casi no le salió sangre pero pegó un berrido y tú te asustaste y le preguntaste lo de siempre, que qué había pasado, pero a él te dio pena decirle que era ese maldito diente y se quedó callado y se estiró la mano hacia tu cuerpo y tu cuerpo la recibió gustosa, ni más faltaba. Y ese diente tuyo es ácido, él te lo mira ahora y se le hace agua la boca. Hasta ha pensado en echarle Sal y chuparlo como si fuera Limón, Y sigues haciendo esas Trompitas, y cantando boleros de Libertad Lamarque, algo así como ya todo el corazón te lo entregué, si, eso lo cantaste cuando lo conociste, después que le dijiste que tenías veinte años y hasta tenias una vos bonita y él te dijo que tus ojos eran muy negros pero que cómo era eso que ibas a tener veinte años, que él tenia apenas diez y siete y no importa le respondiste atemorizada, pero él todavía no podía creer. ¡Veinte años! Palabra que hasta te iba a pedir que le mostraras la tarjeta de identidad, te había calculado diez y seis por lo menos. No los aparentas, te lo digo y tú no importa olvidemos eso, a mi se me da cinco centavos que usted tenga diez y siete y dale con ese bolero y él estuvo a punto de lanzar la carcajada cuando tú seguías en que ya le habías entregado todo tu corazón y que eres muy joven, mejor y tus ojos te ayudan a cantar ese bolero, ¿no te lo digo? ¡Ja! Y después de haber entrado en ese cuarto, él se paró delante de ti y cruzó los brazos y dijo que empezaras a quitarle el blue jeans y te asombraste de la proposición y dijiste que no, que lo hiciera él sólo y que apagara la luz, que no te viera desvestir y te cubriste con una enorme sábana blanca mientras él se quitaba los blue jeans por su cuenta y tú veías sus dedos, los imaginabas en tu pertenencia. Y no solamente fue eso, sino que después del primer beso le preguntó que si era virgen y tú dijiste para adentro este por qué viene con esas preguntas y le respondiste no, no soy virgen y él te recostó sobre la cama y dijo que bien y sonreíste y le mordiste una oreja como habías visto en una película de james bond o en cualquiera de espías. Y con una mano te echabas el pelo para atrás y con la otra te agarrabas de su cuerpo y a veces cogías el pelo de él y también querías echarlo para atrás, pero él no se iba, se acercaba más a tu cuerpo y dejaba que su pelo cayera sobre tu cara y te decía algo, algo que no entendías de todos modos, qué carajo, no hay necesidad de entender lo que se dice. Ademas: a quién se le ocurre hablar en esos momentos. Pero tú también abrías la boca para soltar palabras, Mirabas al cielo raso y al chorrito de luz que entraba desde cualquier parte y también hablabas, jovencita, ni modo de replicar. Y después todo el espacio se sumergió en los cuarenta mil sentidos de los dos cuerpos, allí donde todo despreciaba a lo que no se pudiera tocar con la punta de los dedos. Y luego vino el mar, la cúpula espacial del paseo nuclear: el cielo, eso era el mar o no era el cielo, su sonrisa, luego vino su sonrisa, el azul, la enorme sábana era una enorme sábana, era todo, y luego vino tu pelo, el de él una palabra que no recuerdas, pero la entendiste, hasta sonreíste al oírla y luego vino el mar y un espacio brillante , brillante con colores relampagueantes que se perdían y volvían a aparecer así como cuando te aprietas los ojos y los párpados se llenan de colores y luego vino ese chorrito de luz más allá de los colores relampagueantes y esa muchacha de la novela le decía al tipo que la esperara, esa muchacha de la novela tenia el pelo del color del ala de cuervo y el tipo era casado y su esposa le había encontrado un preservativo en el bolsillo y tú le ibas a decir que la esperaras cuando vino el mar y cuando llegó el chorrito de luz de los colores del chorrito de luz relampagueante de los colores del chorrito de luz del azul del mar o del paseo de ese paseo y tú le ibas a decir que te esperara.


Hoy estarás nuevamente con él. Ya las cosas serán distintas. Serán distintas Porque lo has recordado por una semana entera y has vuelto a leer la novela de la muchacha del pelo color ala de cuervo y has imaginado la cara de su amante y todavía no sabes qué era lo que ella quiere decir con esa palabra: espérame.


Tu harás lo mismo. Harás que te bese hasta que te haga cerrar los ojos y apretar las piernas y pellizcar tus senos. Así. Que te recorra Íntegra, que por favor no deje de tocar un solo pedazo de tu cuerpo y que después, siempre después, no tendrás que decirle que te espere cuando para los dos haya llegado el momento. Qué va.


A pesar de todo, ese diente tuyo no te afea totalmente la boca, pero de lo que no hay duda es que mañana te lo haces quitar. A lo mejor hasta hayas cortado la lengua de él a lo mejor hasta ese berrido que lanzó la otra vez fue por eso.


Que te mire a los ojos, que por favor haga todo lo posible por mirarte a los ojos, esta noche, ahora, ahora que lo esperas, que por Dios te mire a los ojos y si no puede que se estire, que alargue las piernas, que se tuerza, que haga todo lo que quiera pero que no deje de mirarte a los ojos. Esta noche, cuando él se acerque a ti y te vea peinada como a él le gusta, te lo explicó la otra vez, a lo mejor le hayas entendido: es con el pelo tirado hacia la cara y la carrera por la mitad: así. Si, que ahora que vente correr a donde tienen que ir y que te mire a los ojos para que vea en ellos todo aquello por lo cual estás debajo de él, encima de él, en la mitad de él. Si, si él te mira a los ojos esta noche, verá en ellos todas las mil razones por las cuales tu alma siente lo que siente, por las cuales tu cuerpo piensa y razona cómo ahora está pensando y razonando. Esta noche, cuando él te diga que está muy bonita con el peinado nuevo y te haga una mueca chistosa por la nariz para que tú te pongas contenta. Esta noche, cuando él venga, cuando él no vendrá: lo verás.


Y esta noche, cuando él venga, cuando él no vendrá, tú cantarás otra vez ese bolero.


Luis Andrés Caicedo Estela fue un escritor colombiano nacido en 1951 que logró dejar su huella en el mundo de las letras pese a que sólo vivió 25 años ya que, según consideraba, vivir más tiempo era una “insensatez”. Por ese motivo, el 4 de marzo de 1977 decidió ponerle fin a su vida a través de una sobredosis de pastillas.

Por su mal comportamiento, Caicedo asistió, durante su infancia y juventud, a una gran cantidad de instituciones educativas, entre las que se encontraban el Colegio Pío XII, el Colegio del Pilar, el Calasanz, el Berchmans, el San Luis y el Colegio Camacho Perea, donde finalmente obtuvo su título de bachiller en 1968.

“El silencio”, “Las curiosas conciencias”, “Infección”, “El fin de las vacaciones”, “Recibiendo al nuevo alumno”, “La piel del otro héroe”, “Por eso yo regreso a mi ciudad”, “De arriba debajo de izquiera a derecha”, “¡Que viva la música!”, “El tiempo de la ciénaga”, “En las garras del crimen”, “Los imbéciles también son testigos”, “Los dientes de Caperucita”, “Maternidad” y “Besacalles” son algunas de las obras escritas por este colombiano que, además de su afición por la literatura, también supo interesarse por el teatro y el cine.

A lo largo de su vida, Andrés Caicedo ingresó como actor al Teatro Experimental de Cali, realizó críticas cinematográficas para diversas publicaciones y fundó, junto a Ramiro Arbeláez, Hernando Guerrero y Luis Ospina, el Cine Club de Cali.

En materia de reconocimientos, cabe destacar que el autor ganó el I Concurso Literario de Cuento de Caracas, el Primer Festival de Teatro Estudiantil de Cali, el certamen organizado por la Universidad del Valle y el concurso nacional de cuento de la Universidad Externado de Colombia, entre otros. Además, gran parte de su obra literaria fue traducida a varios idiomas, tales como el francés, el italiano y el alemán.

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