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Minicuento: «El lenguaje», por Costas Axelos

Siete habitantes de la Atlántida salen a pasear: un poeta, un pintor, un sacerdote, un bandido, un usurero, un enamorado y un pensador. Llegan a una gruta. “¡Qué lugar más propicio para la inspiración!”, exclama el poeta. “¡Qué espléndido tema para un cuadro!”, dice el pintor. “¡Qué rincón favorable para rezar!”, salmodia el sacerdote. “¡Qué ubicación soñada para un escondite”!, declara el bandido. “¡Es una soberbia caja fuerte!”, murmura el usurero. “¡Qué

Tres minicuentos de Costas Axelos

La muerte

Una vez un mandarín chino propuso esta medida al gobernador de una provincia, quien no tardó en adoptarla. En el momento en que la víctima debía posar la cabeza sobre el taco para que el verdugo se la pudiese cortar, un caballero engalanado llegaba al galope y exclamaba: ¡Deténganse! ¡El Sire ha concedido su gracia al condenado a muerte! En ese instante de euforia suprema, el verdugo

«Intelligentsia IX», un minicuento de Enrique Anderson Imbert

Con máquinas calculadoras los técnicos montaron una Academia de Filosofía. Primero eligieron las obras más importantes en la historia del pensamiento. Después, mediante un rigurosísimo análisis, las despojaron de sus accidentes —lenguaje, biblioteca, época, paisaje, polémicas, anécdotas— hasta reducirlas a esenciales visiones del mundo. Por último, con estos núcleos de ideas fundamentales prepararon los cerebros electrónicos. Para que

«Las voces del silencio» y «El amor», dos minicuentos de Costas Axelos

Por fin la energía atómica se ha liberado y ha destruido toda vida humana sobre el planeta. Solo se ha escapado un habitante de un rascacielos de Chicago. Después de haber comido y bebido todo lo que tenía en su heladera, leído, visto, mirado y escuchado su biblioteca ideal, su museo imaginario y su discoteca real, desesperado al ver que no se moría, decide suprimirse y se tira al vacío desde el piso cuarenta.

Minicuento: «El funeral», de Slawomir Mrozek

Durante un paseo, me uní a un cortejo fúnebre. Siempre anima más que vagar uno solo y sin rumbo. No sabía a quién estaban enterrando, pero ¿qué importaba? Nosotros, los humanos, formamos todos una gran familia.
Además, siempre se puede preguntar. Mi vecino de la izquierda del cortejo tampoco lo sabía.

—Voy a la tintorería a recoger un pantalón. He visto el funeral y,

Minicuento: «Tren de la mañana» de Thomas Bernhard

Sentados en el tren de la mañana, miramos por la ventanilla precisamente cuando pasamos por el barranco al que, hace quince años, cayó el grupo de colegiales con el que íbamos de excursión a la cascada, y pensamos en que nosotros nos salvamos pero los otros, sin embargo, están muertos para siempre. La profesora que llevaba a nuestro grupo a la cascada se

Minicuentos: «La veleta» y «El regresivo», de Óscar Acosta


Un gallo cantó tanto desde una cúpula que importunó a las brujas que en la noche celebraban en un bosque de Hungría hace setecientos años su sexto congreso mundial. Estas lo maldijeron ordenándole quedarse inmóvil y mudo donde estaba. Luego  se olvidaron involuntariamente de él y desaparecieron entre la sombra.

Minicuento: «La sangre» de Jacques Sternberg

¿Qué decir de Istrígala, con quien podía hacer todo lo que yo deseaba porque, desde hacía ya largo rato, ella había franqueado la invisible frontera entre las prohibiciones y lo imposible de todos los misterios?

¿Qué decir de cuanto hice para poner a prueba su poder, su

'Circulo de los sueños', minicuento de Manuel Rueda

Esa noche tuvo una extraña pesadilla. Sueña que se encuentra en una casa vacía y silenciosa velando a su hijo asesinado. Oye un retumbar de golpes contra el portón y tres soldados irrumpen en la estancia. Cada uno le apunta con un fusil. Se deja llevar al exterior sin pronunciar palabra. El aire de la noche le azota el rostro. En la oscuridad puede percibir el resplandor de las estrellas sobre el perfil siniestro de algunos árboles. De pronto le gritan algo y se detiene. Lo

'Un milagro', minicuento de Llorenç Villalonga


Le habían asegurado que la Sagrada Imagen retornaría el movimiento al brazo paralizado y la señora tenía mucha fe. ¡Lo que consigue la fe! La señora entró temblando en la misteriosa cueva y fue tan intensa su emoción que enmudeció para siempre. Del brazo no curó porque era incurable.


Lorenzo Villalonga y Pons ​ fue un escritor español, hermano del también escritor Miguel Villalonga. Escribió tanto en mallorquín como en castellano. Es considerado una de las figuras más importantes de la literatura en lengua catalana del siglo XX.


'Depresión', minicuento de Félix Fénéon


Al descubrir ahorcado a su hijo de Hyacinthe, de sesenta y nueve años de edad, la señora Ranvier, de Bussy-Saint-Georges, quedó tan deprimida que no pudo cortar la soga.

FIN


Nouvelles en trois lignes, 1906
Félix Fénéon
Imagen

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Vindicación del Caos · por Alberto Jiménez Ure

En el vasto escenario de la naturaleza y la destructiva influencia del hombre, surge la "Vindicación del Caos" de Alberto Jiménez...