El café es una poronga. Está aguado, el filtro sucio y el aspecto de los mozos, viejos, dejados, ¡babosos! ¡Si se vieran la caras! Habiendo tantas cafeterías elegantes y distintivas me cita aquí. Espero que se avive y la próxima sea de noche, en una cervecería o un restaurante coqueto de la zona de Palermo, con luces de filamentos, mesitas afuera, colores y onda. La gente que está acá ni sabe a qué viene, ¿de costumbre? Sí, de costumbre.
¿Estaremos entrando en una rutina? Encima toda la gente que viene acá es gente grande y nosotros no. Pedro se recibió a los veintinueve, hace dos años labura en la secretaría de economía de gobierno y yo veinticuatro. Él puede sentirse viejo, pero yo no.