Cuando faltaba menos de una semana para el Cumpleaños del Fundador (que coincide con la Refundación de Ciudad Feliz), Félix Ugarte decidió darle una sorpresa a su chico, y apareció una noche cargado con un regalo.
El paquete que contenía el mecano era tan grande, que resultaba difícil e inútil esconderlo hasta el día siguiente. Ese martes Félix hijo cumplía siete años. Era su único hijo y probablemente no tendría más. Cada noche antes de acostarse le revolvía el pelo rojo con sus grandes manos de estibador, y le daba un beso.