Llegó el día, ahí está, mi segundo hogar recibiéndome, aquella gran sala de emergencia y el tic-tac de un reloj. En ella me aguardan ojos llenos de perlas cristalinas por el dolor que ha venido a tocar sus cuerpos y otras miradas que se han quedado en letargo, con pupilas que ya no brillarán.
Mi corazón late fuerte y se agita, comienza en mi una hidrólisis aumentando mi adrenalina desbordando en todo mi cuerpo el cortisol.
Volteo la mirada y suspiro, he entrado por aquella puerta grande, blanca, con coctelera en rojo sangre encendida indicando que nos aguardan grandes escenas cargadas de acción, al