CDMX: «Despedida», un poema de Shairan Reyes

Ya, ya es hora de despedirse; lo que pasa es que no sé cómo tengo que irme…
¿Cuál es el protocolo?
Una carta, una llamada, orden o desorden…
Un disparo, las pastillas,
Y ¿Dónde queda lo romántico?
Un disparo tal vez no…me
gustaría que me encontraran con una sonrisa, la cara en calma, el gesto sereno, las manos, el problema son las manos…
Supongo que perderé el control y mis manos desesperadas rasgaran mi ropa, tiraran un jarrón, arañarán mi cara,
Descomponiéndolo todo…
¿Y si me atara por lo menos una mano? Y si inventara un mecanismo para acabar con mi vida con las manos sobre mí regazo, una sobre otra, largas y en calma; tal vez las manos larguísimas y extendidas junto a esta silla en un tono dramático y abandonado, un último gesto de soledad.
Desánimo…cómo fue mi vida, cómo fue la vida de todo, de todos. Un arrastrarse por el suelo aunque no se suponga que tenga uno que hacerlo. 
Así, con los nudillos tocando el piso.
Tal vez, con un poco de suerte si dejo caer las manos de una vez logre sangrarme los dedos, y morir con alguna cicatriz. Pretender que hice algo, que una vez luche, qué importa si el tipo me coció a golpes y se limpió una bota con mi suéter ridículo y chillón; tampoco si se rio de mí y se llevó mis quintos, vació mi bolsa de comida al suelo, deshojo mi libro, descargó su furia. Tiró de mi pelo, me dejó tendida; más que sangrando, babeando, más que llorando, vencida…
Al menos tendría una cicatriz, y en el fondo sabría que aún sigo siendo nada…como todavía lo soy. Pero, al menos tiré un golpe, maldije al bastardo, a su estirpe y a sus generaciones por venir. Al menos podría decir: 
¡Yo, tengo mi cicatriz!
Porque ante el insulto me detuve, volteé y me decidí a luchar, sabiendo la derrota, saboreando de antemano la derrota. Tengo mis huellas del combate desigual que perdí. Guardo de él, la mirada de conmiseración la simpatía de los que pasan de pie junto al derrotado.
También tengo el amor secreto de Andrés, el deseo secreto de Andrés. Su sexo empapado en mis manos blancas e inmaculadas. En mi boca cocida a golpes, roja. Su amor callado que abandoné a los dos días, su amor y su desprecio que me duró dos días. La foto de Andrés desnudo con la cama de fondo, la foto donde se pueden ver sus pezones oscuros, donde traía los ojos entrecerrados, la foto donde, un día, rayoneé palabras de amor y desesperación y acabe tachando su rostro, para ya no poder reconocerlo.
Tengo esta nota por terminar, y estas manos que se juntan y se amasan solas para darse calor, para calmar la desesperación, para aplacar los nervios…
Tengo las manos, estas manos
Con una cicatriz.



Shairan Reyes nacida en el Distrito Federal (ahora CDMX), México, en marzo de 1990, historiadora de formación, amante de las letras, el vino, el tabaco, el café y los perros. Fotógrafa chafa, poeta incipiente y de clóset.

ILUSTRACIONES: La imágen ha sido remitida por el autor de la obra


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