'El rincón de un juego enajenado', relato de Daniel Frini. Argentina. —Matalo —dijo la Voz Uno, que al niño se le antojaba la de una muchacha hermosa como princesa, cabello oscuro, piel morena y ojos gigantes.
—Hacele caso, matalo —dijo la Voz Dos, que era dura y rasposa, como la de un hombre gastado de alcohol y cigarros;
-'Pausa', texto perteneciente al libro 'Destellos', de Gabriel Valdovinos Vázquez. México. «Esta carta es mi humilde aportación para un enfermo del Hospital Regional de Málaga, España. Espero sea un bálsamo para todos quienes, sin estar recluidos en un sanatorio, vagamos como víctimas de esta convulsiva realidad».
-'El galope del caballo', relato de Francisco J. Barata Bausach. España. «Ahora, desde ayer mismo, no me queda dinero y me está empezando, ¿empezando?, ¡joder, que tengo el mono!, in crescendo, estoy acojonado, me siento mal, muy mal. Tampoco me deben haber sentado muy bien unas pastillas que me he tomado, la tía que las vendía me avisó que las tomara con cuidado, que era para alucinar en colores...».
-'Mi niña', cuento de Paulina Luisa Sarfson. Argentina. «Las dos nos reíamos mucho, habíamos planeado con ansias este paseo. Aunque los recuerdos eran todos míos, ella estaba más entusiasmada que yo por ir. Preparamos un bolsito y fuimos en tren hasta Retiro. En la Plaza tomamos el Expreso, que ahora es rojo. Un viaje de una hora nos esperaba.
-'Amanecí con resaca en el infierno', cuento de Benito Olvera Israel. México. «Cuantas ruedas del Samsara recorrí vagando de cuerpo en cuerpo buscando aquella Agua Sagrada. Ultraje mil tumbas, trafique con cabezas de león, momias del faraón, le vendí a Papas y a Templarios miles copias baratas del grial, trafique con mi propia identidad me vendí...».
'Espantapájaros', cuento de J. R. Spinoza. México. «¿Quieres saber cómo terminé aquí? Fue a causa de los cuervos. ¡Vaya que son inteligentes! ¡No! ¡No me pongas esa cara! Esto sucedió antes de que nacieras… ¡Ven, pósate sobre mi hombro! Te contaré la historia».
Dos cuentos de Paulina Luisa Sarfson. Argentina. «No puedo precisar el día. Probablemente un sábado, también podría haber sido domingo, feriado. Lo sé porque Gustavo estaba tomando una siesta con Dani en la habitación del muchacho. Sábado. Sí, me gusta sábado, como hoy, quizás así pueda que vuelva a suceder.
'Cadáver exquisito', cuento de Laura Ximena Flores Daza. Colombia. «El sonido de una voz que habla sola, las putas arañas negras, el cuarto blanco y madera vacío, la sombra débil, tenue, sombría, sobria, palpita…lo que no se dice, lo que no se escribe, lo que no se hace, lo que no se espera, la muerte, la vida, espero no desesperarte…otro día, otro sueño...».
'La burbuja de cristal', cuento de Lucía Scosceria de Cañellas. Paraguay. «Yo tenía una burbuja de cristal, era chiquita y estaba en un lugar desconocido. A veces estaba sola, bueno, casi siempre, así que pensé en encontrar a alguien que estuviese ahí conmigo para compartir pensamientos, emociones, risas y lágrimas.
'Pájaros de metal', relato de Juan Luis Henares. Argentina. «La vio envuelta en un ardiente río de sangre, observó los aparatos que victoriosos se alejaban de Guernica y entró aturdido a la casa. En su habitación, entre lágrimas, destrozó su avión de madera contra la pared.
Reflexiones nocturnas: 'El último viaje' | Juan Carlos Vásquez. Venezuela. «Se establece el comienzo de un dictado del que nunca hablaba en casa, la estructura infinita de un más allá. La muerte está allí, con sus silencios, con sus doctrinas condenatorias esperando que haga todo con sus manos para desarmarlo. Promete un sitio de orden y de generosa hospitalidad que no conoce. Está impaciente, ansioso al no saber cómo ni cuándo comienza el traslado.
'Humaredas', relato de Ricardo Juan Benítez. Argentina. «Un probable destino es tan irracional como el supuesto azar. Entonces la pretendida existencia de uno, no debería negar la existencia del otro. De hecho, si el tiempo fluye desde algún pasado hacia el hipotético presente y desde ese presente al incierto futuro, nada parecería indicar que desde ese futuro se haya tejido un plan inmutable hasta llegar a él.
'El amor de José', relato de Juan Luis Henares. Argentina. «Y porque me ama me golpea; es que yo, loca vieja, a veces hago cada barbaridad... Como días atrás, cuando en la calle seguí con la mirada a ese muchacho que me gustó. Claro, me quiere tanto que no soporta que mire a otro hombre. Al llegar a casa me pegó, pero me lo merecía pues lo lastimé...».
Cuento: «Encuentro de dos amigas», Graciela Cecilia Enríquez. Argentina. «CECILEI se secó las lágrimas mantuvo su cordura y la dejo ir, mientras el paraíso de ese bosque encantado se refleja ante sus ojos, la mirada de INES se dirigió directamente a ella con sus últimos recuerdos aunque ya no podían verse físicamente sola a través del portal aun medio entre abierto, levanto su rostro y en la cabecita de CECILEI escucho la voz de su amiga ``Hónrame con tus cuentos y se solo tú, solo se feliz».
-'Corro', relato de Leopold Reinhard Resch. Austria - Venezuela. «Corro como un desesperado, no se dónde estoy, solo sé que tengo que correr. Algo me persigue. Grande, furioso, mortal y sin compasión. El sudor chorrea incesantemente por mi rostro mientras el rumor del abismo se incrementa. Es más veloz que yo. No tengo la menor posibilidad de escapar...»
-'Medalla olímpica', relato de Juan Luis Henares. Argentina. «Últimos ciento noventa y cinco metros; luego de correr cuarenta y dos kilómetros sus piernas parecen querer doblarse. Ambos ingresan al estadio, la pantalla gigante —con el logo de Marathon Olympic Games New York 2036— los muestra en primer plano pelear por la medalla de bronce. De pronto enfocan a los ganadores, quienes en el estrado aguardan impacientes el final para recibir sus correspondientes preseas de oro y plata».
'Consejos sedantes', cuento de Santiago Garcés Moncada. Colombia. «El doctor Cortés escuchó a su paciente en silencio, quería calmar aquella nueva crisis nerviosa que había sufrido esa mañana a causa de la ansiedad y que no daba espera, habían vuelto a despertar en él esos intensos deseos de matar que tantas veces habían cegado su razón y que llevaban sin manifestarse en su cabeza desde hacía un mes.
Ficción: Tres cuentos breves de Ale Montero. México. «Una monstruosidad se paseaba por mi propiedad. De inmediato tomamos nuestras armas. El territorio se volvió un desastre debido a nuestros desesperados ataques. Finalmente, lograron herirla.
—¡Hurra! La arrojamos lejos, donde pudiera ser devorada por depredadores, como las hormigas, a quienes les encantan los cadáveres de las cucarachas».
'El viejo que soñaba con leones marinos', relato de Alejandro Rodelo Caro. México. «Este año no me has leído nuestro libro favorito. No viniste a casa por temor a contagiarme. En las fotos que enviaste la semana pasada no pude distinguir tu rostro: las marcas del tapabocas y de las gafas de protección te transformaron en otro individuo. La pandemia te encerró en una burbuja de temores...».
'New York, New York', relato de Carlos Latorre Gutierrez. Chile. «Mi padre falleció cuando tenía 12 años, fue un golpe muy fuerte no solo para mí fue una tragedia para mi madre, la vi sufrir por mucho tiempo, yo era hijo único y tuve la suerte de tener unos padres que se preocuparon muy bien de mí y que gozaban de una muy buena situación económica, no fui muy bueno para el estudio pero si logre llegar a la universidad».
'La casa del ojo rojo', relato de Juan Luis Henares. Argentina. «Despertó aturdido. Pronto comprendió el motivo: sonaba el timbre de su celular; pensó que sería las seis menos cuarto, hora en que se levantaba para ir al trabajo. Encendió su velador, el viejo reloj que colgaba de la pared marcaba las dos y veinte; recordó que era sábado, día en que no trabajaba. Atendió con torpeza y le respondió una voz de mujer...»
'Margarita', cuento de Antonio Garza. México. «—¡No, mamá!, no vayas a llamar a mi tía. Mejor quédate tú con nosotros —la insistencia y mi cara de angustia terminó por convencerla de quedarse en casa.
Esa noche mí madre no sabía porque razón estábamos evadiendo a mi tía, no tenía ni la más remota sospecha de nuestro temor, pero había llegado el momento de contarlo.
'Sincretismo', relato de Wilson Alejandro Díaz. Colombia. «Ahora, en estas tierras vastas e inhóspitas donde el demonio que promulgan aquellos que son mas malvados que aquel a quien tanto temen, es donde nuestros caminos se hacen uno. Ahora, tras la aniquilación, el rapto y los vejámenes que solo seres ajenos a la naturaleza humana pueden perpetrar, podemos ver un nuevo horizonte donde todos estaremos en una misma linea y seremos uno en todo y todo en uno…»
'El culpable', relato de Keimer José Pájaro. Colombia. «Había pasado un año desde la muerte de Sonia Zapatero, y el mundo seguía su curso, como suele hacerlo, sin importar nada más que el ir en su tránsito agónico. Hoy, aunque todo parecía haberse quedado en el pasado, por las voces del pueblo he vuelto a revivir el recuerdo del olor de su cuerpo en plena descomposición, y aquella caja rectangular donde fue sepultada, las manijas de bronce y el delicado color marrón de la madera.
«¿Quién persigue a Leopoldo Arriasgoiti?», cuento de Trinity G. México. «Nerviosa, la enfermera registró el nacimiento de Leopoldo Arriasgoiti, el bebé prematuro de Estela Rivereta, una mujer de Valtierra, Navarra, que a sus treinta y siete años ignoraba sus seis meses de embarazo, y que llevada de urgencia a la clínica por una hemorragia con tintes de muerte terminó pariendo gemelos. Primero salió uno y abrió la boca para llorar, pero no salió nada, pareciera que el cuerpo no recibió la señal para avivarse y murió pronto».
'La última cena', relato de Silvia Carus. Argentina. «Era el cumpleaños de mi suegra. Mi marido y mi hijo se había ido hacía ya tiempo a su casa. Yo había decidido quedarme un poco más a terminar de arreglar nuestro hogar. Me duché y me vestí adecuadamente para la ocasión y tras meter las llaves de mi coche en mi diminuto bolso, me dirigí a su encuentro.
Antes de salir de mi apartamento revise por milésima vez la calefacción apagada, que todas las ventanas estuvieran bien cerradas, ninguna luz encendida y cuando ya estaba a punto de subirme a mi coche».
«Domesticar», texto de María Susana López. Argentina. «En la actualidad, las noticias, esgrimidas por medios hegemónicos, se contradicen día a día, creando confusión en la sociedad obediente a los dictamines de cada gobierno.
La cuestión es informar a la plebe, pero no tanto, confundir, mantenerla en alerta, crear miedo. De una forma conspiratoria, controlando la información se somete al sumiso, se domina, se domestica».
“Ven Alejandra", de Alejandra Planet Sepúlveda. Chile.«Ven Alejandra, Y olvida desde las alturas / Que eres un pájaro herido, / Al que le duele la vida / Porque el temor se fue con el sol lejos de aqui / Y los delirios de tu destino / Vaciaron tu reloj de arena Un dia de septiembre.
'El basural', relato de Juan Luis Henares. Argentina. «Mediodía, la escena se repite en el transcurso de toda la semana, excepto los sábados y domingos: una veintena de personas bajo el sol de febrero observa impaciente al chofer del camión elevar la caja del mismo y vaciar su contenido sobre el terreno. Ni bien el vehículo arranca todos corren como si se hubiera dado la señal de partida. Entre ellos Ramón. Con sus trece años, desgarbado y descalzo pero acostumbrado a estos menesteres, es de los primeros en llegar junto a la carga que el camión municipal recolector de residuos depositó en el basural».
Reflexiones nocturnas: 'El regulador' | Juan Carlos Vásquez. Venezuela. «Voy por la calle y veo a un hombre disparar a otro, observo su caída, el orificio de la bala en su frente y la sangre saliendo del orificio, pero llega el forense y me explica que en determinadas situaciones de estrés proyectar asesinatos por armas de fuego es normal y que, en realidad lo que vi fue un suicidio. No, no existían disputas, ajustes de cuenta, nada de lo que mi mente estaba poniendo en consideración es real».
'Mi amada mujer', relato de Juan Luis Henares. Argentina. «La vista desde la ventana de mi departamento, octavo piso en la torre de viviendas para empleados bancarios, es de las mejores que se pueden disfrutar en la ciudad. Aquí puedo ver el parque que nos separa del bloque de los obreros ferroviarios; contemplar el sol surgir tras los árboles en el amanecer es un espectáculo único. Y qué decir de los días lluviosos, como el de hoy, en que al desayunar aprecio los árboles mojados y la copa de los pinos en constante danza al compás de la música del viento».
'Sin Lasangre', experimento de 2012, por Francisco Cortés Arrayas. España. «SIN LASANGRE persigue sueños que ni siquiera ella parece ver muy claros. Tiene un puñado de ideales y mata o muere por ellos con la misma pasión. No conoce las medias tintas, ni el perdón ni la diplomacia. Se tortura por placer, mira alrededor con desdén, y continuamente levanta ídolos privados, de oro y de barro».
'Rarezas del encierro', texto de Juan Carlos Vásquez. Venezuela. «No salgas, pero si sales ponte la mascarilla, no toques, no hables, no cruces el límite de las comunidades y entre tanta prohibición suena el teléfono. Apenas abro la boca para narrar lo no hecho, X, relaciona cualquier anécdota con el trasfondo de un libro o cuadro o con una película».
'La sonrisa del abismo', relato de Adriana Rodríguez. México. «Sofía era una niña de 5 años, muy inteligente para su edad, sus grandes ojos azules asemejaban el color del cielo de medio día, que contrastaban con el color pálido de su tez, el cabello negro caía a ambos lados de su cara afinada. Era simpática, de gran carisma, con una sonrisa tan resplandeciente como la luna de media noche, su luz interna alumbraba hasta la habitación más oscura».
'Un paisaje sin límites', relato de Ronnie Camacho Barrón. México. «Jamás había conocido a alguien como tú, usualmente la mayoría sale corriendo cuando me ve, pero tú eres distinto, en lugar de huir, te emocionaste por mi presencia e incluso, me has invitado a tu casa a beber unas cuantas cervezas.
Me agradas, eres el primero que no solo se ve como yo, sino que también, me recuerda a mí cuando era más joven».
'El zapato de María Antonieta', cuento de Graciela Enríquez. México. «En una Villa de Francia todos estaban alterados; María Antonieta había perdido sus zapatos.
No sabía dónde, ni como, ni cuando los había extraviado
Entonces armaron una comitiva de soldados y guardias reales; entre ellos aquel que pretendía a la niña, aquel que tenía la ilusión de casarse un día con ella».
'Vaticinio', cuento de J. R. Spinoza. México. «La primera vez que sospeché que mi hijo podía predecir el futuro fue durante el cumpleaños número ochenta y uno de mi padre. Les invité a cenar a mi casa. Compramos un pastel de tres leches para partir después de comer. Recuerdo que coloqué las velas en el pastel, como mi padre hizo tantas veces en mis cumpleaños. Las encendí».
'Scrat y La Bellota', relato de Fabiana A. Duarte. Argentina. «Apenas pongo un pie dentro del departamento escucho ruidos.
Gemidos. En un microsegundo la tensión se me acumula en la boca del estómago. Me fui hace unos quince minutos, caminé cinco cuadras y me volví porque olvidé la orden para el análisis prenupcial. Leo no vino conmigo porque hoy tenía cosas que hacer por la mañana.
Está claro que son gemidos. Camino hacia el cuarto.
Abro la puerta».
'Salida honrosa' y 'El álbum tabú', textos pertenecientes al libro 'Absurdos', de Alberto Jiménez Ure. Venezuela. «—Por haberme indebidamente apropiado de dineros del Tesoro Nacional y en descargo de mi culpa, me cortaré la mano izquierda —anunció, avergonzado, el Ministro de las Finanzas Públicas Abel Hidroito ante el Comisario Contralor Supremo y los demás integrantes del Poder Ejecutivo. Con un fortísimo y preciso golpe de hacha que —sin vacilación— se infligió, separó su mano del brazo».
'Batallas de antes', relato de Ernesto Moreno. México. «Catorce años habían pasado desde la última vez que estuve aquí, en la casa de mis padres. Una pesadumbre ominosa me acompañó durante todo ese tiempo, de saber que algún día tenía que regresar, que no podía quedarse así, que era inexorable. Sin embargo, esta vez no lo hice solo, tenía miedo».
'No es culpa de nadie', cuento de Víctor M. Campos. México. «Es cierto que aprendí cosas inapropiadas para mi edad y que esas cosas, con el paso del tiempo, distorsionaron la lectura de las otras cosas. No es culpa de nadie. Quien debió enseñarme las otras cosas, me enseñó éstas: puso en mis manos un saber que me distrajo de esos saberes comunes y corrientes que imagino que son los saberes de un niño normal».
'El columpio', relato de Sara Ixchel Godinez González. México. «No puedo escuchar el ruido de los columpios, es horrible, siempre que escucho ese sonido, tan definido por el subir y bajar de su rechinido, tan inconfundible, lloró. Me recuerda a mi niñez…
Ese recuerdo de niñez, en el jardín verde de mi casa, con la brisa de la mañana y con un tono grisáceo en el aire, el olor de la humedad».
'Discípula de Jung', relatos de Wafi Salih. Venezuela. «Intentaba contradecirlo, explicarle, al menos explicarle, que deseaba no estar sin él, los dientes rechinaban, silbaba las vocales, eran lagartos de agua que se desparramaban, formando un caleidoscopio de reproches. Es verdad que nunca concluí nada, me empeñaba en convertir mis acciones en atinado porvenir. Nada logré, un total desperdicio, una máquina de excrecencias, eso soy».
'El domador', relato de J. R. Spinoza. México. «El circo de los hermanos Silva era famoso por su espectáculo de leones, en el cuál las bestias mostraban su destreza brincando aros de fuego y caminando sobre dos patas. Recorrían la República Mexicana de norte a sur. Ulises Silva tenía más de veinte años siendo el domador del circo. Yo me escabullía detrás de las gradas para verle ensayar».
'Caos a las tres de la mañana', relato de Freddy Quiñones Serran. «Me pregunto: ¿qué vacío el mío a estas horas de los duendes?, donde todo es posible si abrazo desesperadamente un poco de imaginación, pero soy testarudo y no lo hago, me oculto en los ágrafos pensamientos. Mejor descanso y mañana lo escribo, me digo. ¡Vaya estupidez! Como si las palabras, las ideas, se mantuvieran fijas, dispuestas a ser apreciadas cuando tenga la gana de hacerlo».
Tres cuentos de Ale Montero. México. «Era un espacio multidimensional, oscuro, postapocalíptico. Flotaba en aquel negro cosmos. ¿Este universo era astronómico o microscópico? Tal vez me desplazaba dentro de un átomo. Vi una puerta en medio de la nada. Me acerqué flotando lentamente. De la mirilla se escapaba un penetrante resplandor. Observé por ahí. Quedé inmóvil».
'Infancia, asfixia y alucinación', relato de Juan Carlos Vásquez. Venezuela. «La sensación de incertidumbre, de rapto hacia otra realidad, persistió durante mucho tiempo. «Voy a morir», pensaba al abrir los ojos de par en par en la madrugada, y veía los reflejos de la luna colarse por la ventana entre la oscuridad. Así me acuesto y así me despierto: de lado, con la cabeza hacia la izquierda, hundido en la asfixia del asma y en sus consecuencias mentales y físicas».
'Estaba en el cañaveral', relato de Albo Aguasola. Venezuela. «En el cañaveral el trabajo era muy duro. Había que garabatear y machetear con ahínco para desmembrar toda la hierba mala y los bejucos que crecían libremente alrededor de los tallos. Además había que cuidarse de las víboras, y de otras venenosas alimañas que se ocultaban entre los huecos y los troncos de las cañas. El sol caía fluidamente, y las horas del día se acercaban sigilosas, al ocaso de la tarde».
'Macri no se baña', relato de Bárbara Kate. Argentina. «Alzo la vista hacia el mapa que lee una a una las paradas en frente nuestro, aunque él no lo pilla. Entonces la miro a ella y sé que estamos pensando lo mismo: no está perdido, sino borracho.
De Alem a Florida y de Florida a Carlos Pellegrini, una y otra vez, el hombre, que no tiene aspecto de pasar de la base tres, pregunta:
'Linfas de éxtasis', cuento de Ihmisiä Vihaava Gotiikka. Colombia. «Todo era perfecto, salíamos de clases y nos dirigíamos a la casa de Alberto a matar animalitos. Para pasar el tiempo, ya saben cómo cualquiera. Alberto nos ponía una ropa especial con un poncho en la cabeza y nos daba un cuchillo a cada uno. Él siempre llevaba el machete. Escondíamos nuestros cuerpos entre los árboles del parque y esperábamos a que apareciera algún chimpancé con cara de humano para atacarlo».
'Desalojo interplanetario', relato de Ángel Martín. «Tenía que llegar hasta el océano. El chico lo sabía, aún no podía explicarlo por su edad, pero intuía claramente que no tenía otra opción. Sin ataduras de tipo alguno que obstaculizaran su camino. Sin adultos mentados mamá o papá a quienes dejarles una nota de despedida».
'El peón de la libertad', relato de Rusvelt Nivia Castellanos. Colombia. «Desde que tengo memoria, hace muchos años, me levanté del suelo de ajedrez. Soy un peón guerrero de los más legendarios. Llevo bastante tiempo en la insurgencia. Incluso ahora, libro una batalla iracunda contra los enemigos. Audaz, actúo con valentía con tal de defender a la reina negra. Durante la lucha he cometido varios homicidios».
'Johnny B. Good se inyecta toneladas de literatura en sus venas', relato por Robinson Quintero Ruíz. Colombia. «Johnny entró en una especie de trance hasta el punto de caerse de la cama. El libro quedó a un costado de su cuerpo espasmódico. Los ojos se le colocaron totalmente blancos. En su mente vio la página del libro: 160 y como por arte de un sortilegio desconocido, la cifra tomó la siguiente forma 1+6+0=7. Luego el número del capítulo se estremecía de una manera distorsionada dentro de su pensamiento: 13».
'El liberador', relato de Juan Luis Henares. Argentina. «Gracias por haberme liberado mi amo; en compensación le daré tres deseos. Mas como soy un buen genio, no los podrá pedir juntos: muchos lo hacen sin pensar y se arrepienten toda la vida. Pedirá uno durante tres días consecutivos. Y yo seré libre».
'El tanga rojo', relato de Héctor Daniel Olivera. España. «Nunca antes le había dicho a su esposa que iba a estar en un determinado lugar -la clínica veterinaria-, cuando en realidad se encaminaba hacia la casa de su amante. Aquella cita no estaba preparada, había nacido de las circunstancias y la improvisación siempre desfila vestida de riesgos».
El niño que no lloraba', cuento de Ángel Martín. Argentina. «Charly tenía este problema: una total falta de empatía hacia los demás. Así que cuando desapareció en aquel diciembre, la gente se alarmó aunque sin mucha sorpresa. Se suponía que iba a pasar, esa clase de niños termina en las tripas del Krampus.
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