Hoy fue un día maravilloso: tras siete años de grandes esfuerzos se recibió Javier, mi hijo mayor. A la noche, después de festejar con amigos en la facultad, encontró la lustrosa placa dorada que lo esperaba en el frente de casa:
Javier Domínguez. Abogado.
Prefirió que no fuéramos a verlo rendir la última materia.
—Me voy a poner nervioso —nos dijo días atrás. Entonces le organizamos una fiesta sorpresa; al llegar lo esperaba toda la familia.
Orgulloso se me cayeron las lágrimas. Mi hijo el Doctor…
Mañana, sin perder un solo día, empieza a trabajar; le conseguí un puesto en el estudio jurídico más prestigioso de la ciudad: Berazategui y Asociados. Es el estudio de Carlos, mi compañero de aventuras en la escuela secundaria, con quien comencé a estudiar abogacía. Él se graduó con notas brillantes; yo no pude terminar, pues ingresé a trabajar de empleado de comercio y el horario no le dejó tiempo al estudio. Necesitaba el sueldo, ya que me tuve que casar al quedar Marta embarazada; al nacer Javier me prometí que haría lo imposible para que él sea lo que yo no pude ser. Y desde pequeño lo entendió: sería abogado.
Siempre lo tuvo en claro, salvo la vez en que esos hippies que conoció en los primeros años de universidad lo hicieron dudar entre seguir Leyes o pasar a la carrera de Arte. Gran bronca me agarré. Y, en cierto modo me avergüenzo al recordarlo, tuve que darle una cachetada para que entendiera que su futuro era ser abogado, no artista. Comprendió, mas nunca olvidaré su cara de tristeza de ese momento; la misma que a veces, cuando lo tomo por sorpresa, está presente en su rostro. Tristeza y melancolía… ni bien nota mi presencia vuelve a ser el mismo. Mañana será otro glorioso día.
Me levanté temprano a prepararle el desayuno, sin embargo ya no estaba. Es indudable que su ansiedad debido al primer día de trabajo fue más fuerte que el cansancio; ojalá haya dormido algo, sino sus nuevos compañeros habrán notado las ojeras y puede que se burlaran. Esperé un rato y, emocionado, recorrí las cuadras que separan nuestra casa del estudio; lo imaginaba muy serio con su traje reluciente y sus zapatos italianos sentado en la oficina, rodeado de libros de leyes. Javier, mi hijo, el abogado.
Al entrar me pareció que todos evitaban mirarme, percibí algo en sus rostros. La secretaria me dijo:
—Señor Domínguez, el Doctor Berazategui necesita hablar con usted.
De inmediato entré a su oficina; el exquisito aroma del café recién preparado invadía el ambiente, y si no hubiese estado intranquilo gustoso habría aceptado tomar un pocillo. Luego de darnos un abrazo y sentarme en un cómodo sillón, me comentó que Javier pasó temprano. Charlaron, y aunque me aseguró haber deseado convencerlo, mi hijo tenía la decisión tomada: no aceptó la oferta de trabajo. Carlos intentó explicarme los motivos que expuso Javier; no obstante, me sentí tan mal que le pedí disculpas, y algo mareado me retiré de la oficina.
Deambulé horas sin rumbo hasta que decidí regresar a casa. De pronto lo vi en el centro de la plaza, junto a unos artesanos en los puestos de la feria que se arma de viernes a domingo. Llevaba alpargatas, pantalón amplio de color rojo, camisa multicolor en la que resaltaba el amarillo, un habano en la boca y boina negra en su cabeza; una morocha con ropas similares lo abrazaba. Tuve rabia, comprendí que sus amigos hippies me ganarían la partida; caminé la diagonal de la plaza directo hacia él, decidido a —si era necesario— llevarlo a la rastra a la oficina. Entretenido con sus juegos amorosos no me vio, pero al acercarme noté un cambio: este era otro Javier, se lo notaba alegre, y por su expresión me di cuenta que ahora era feliz.
Di media vuelta y me alejé con una resignada sonrisa en el rostro.
Juan Luis Henares nació en 1963 en Paraná, República Argentina. Profesor en Ciencias Sociales. En 2004 obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Ensayos Memoria y Dictadura. Sus cuentos han sido publicados en antologías, revistas y webs de Argentina, México, Uruguay, Venezuela, Colombia, Guatemala, Chile, Perú, Cuba, Bolivia, España, Alemania, Canadá y Estados Unidos. Libros: Lápiz clandestino (2018) y Crónicas subterráneas (2021).
Fotografía de Stephen Arnold (en Unsplash). Public domain.
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