Recordó cuando de pequeño quería ser futbolista: la adrenalina que le recorría todo el cuerpo, el sudor que le escurría por la frente, las rodillas raspadas y los amplios moretones en las espinillas.
Y ahora estaba ahí, parado, atendiendo fijamente la cerca electrificada que tenía enfrente, experimentando el dolor más agudo de todos sus días en ese recinto… la sangre brotando de su nariz y su frente, el hombro dislocado, el hueso de la rodilla expuesto y la piel ennegrecida, casi a punto de necrosis.
Recordó también su balón favorito, regalo de su padre; era amarillo con líneas blancas. Amaba jugar con él, esa sensación de patearlo y ver cómo se dirigía hacia lo más recóndito de la red.
Continuaba de pie, con el viento moviendo ligeramente su holgado traje a rayas, sintiendo cómo su malestar se mimetizaba y le recorría todo el cuerpo, hasta los rincones más lejanos de su anatomía.
De pronto, de manera súbita, casi perversa, lo volvió a invadir la memoria del día en el que llegaron por ellos a su casa: tomaron primero a su hermana y su madre, para después, entre todos, tomar de un tirón a él y a su enfermo padre.
Estaba ya muy cansado, sin embargo, finalmente cogió fuerzas, de las pocas que le quedaban, y comenzó a caminar lentamente. Al tercer paso prefirió cerrar los ojos, y fue en el sexto cuando por fin se encontró con su destino… instantáneamente llegó la descarga que estremeció todo el cuerpo de Viktor e hizo que, en cuestión de segundos, terminara su pena, como si el mismo cielo por fin le concediera una expiación. Viktor Emrich (1925-1945)
Paulina de la Vega nació en México en 1991. Es Licenciada en Ciencias. Inició su labor artística como realizadora de cortometrajes en 2013. Estudió la especialidad de guion cinematográfico en el Centro de Capacitación Cinematográfica.
Fotografía de Miklós Környei (en Unsplash). Public domain.
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