¡Mira que viejo te has puesto! Cada año te encuentro con nuevas cicatrices. Siempre me hago el propósito de retocarte un poco y a fuerza de posponerlo, cada vez será más complicada tu restauración.
Lo primero que perdiste fue ese pedazo de tu oreja izquierda. Mi hijo mayor tendría tres años aproximadamente. Los mismos que tenías tú. Los dos llegaron casi al mismo tiempo a nuestra familia.
Debes estar orgulloso. Diste una gran batalla. Tú sólo contra toda una legión de dragones invasores, capitaneados por mi hijo, que te atacaron por sorpresa.
Mi Esposa restauró tu oreja con un pedazo de plastilina color de rosa; te quedó un poco chueca, pero te hace lucir más feroz e interesante. ¡Un camello con una oreja color de rosa, eres único!
A los pocos años salió volando una de tus pezuñas. Recuerdo que esa velada fue particularmente emotiva. Cada año, desde que me casé, hemos hecho de la cena de Nochebuena una parte importante de nuestras vivencias.
Y ha sido un momento especial también para mis hijos, quienes esperan siempre con emoción ese sencillo, pero reconfortante ritual. Aún conservamos con mucho cuidado algunas fotografías de mi hijo menor que con todo el candor y la fuerza de un niño de cuatro años, pide en una plegaria por demás piadosa y llena de fe que nunca nos falten las tortillas.
Esas rayas de colores en tu cuello me recuerdan los esfuerzos de mis hijos por transformarte en un tiranosaurio rex, que según uno de ellos fueron tus antecesores; nunca se pusieron de acuerdo, ya que el otro dice que tú procedes del diplodocus; y aún hoy conservas los estragos de las incursiones evolucionistas de mis intrépidos paleontólogos. Aunque yo opino que tú llegaste a esta casa procedente de algún embarque pirata de baratijas orientales.
Aquel año en que se te “despostilló” la trompa, mi hijo Gerardo se aventó un buen “round” con una de sus amargadas maestras, la cual excediendo de manera irresponsable los límites de sus funciones, pretendía “abrirle los ojos” a los niños de cuarto año de primaria, diciéndoles que todos los regalos que llegan de forma misteriosa a los hogares, es por labor de los papás y que todo lo demás son sólo fantasías.
Con el aplomo, la solemnidad y formalidad que siempre lo han caracterizado le dijo: “Mire Maestra, llevo varios años analizando todas esas posibilidades y he llegado a la conclusión de que la magia existe; y cada persona decide si quiere tener momentos mágicos en su vida; yo he decidido que la magia forme parte de mi existencia y nadie puede intervenir en mis propias decisiones”.
¿Te acuerdas que orgullosos nos pusimos tú y yo? Ese año brindé contigo para que la magia persista en todos los corazones, a pesar del paso del tiempo y lo adverso de las circunstancias.
Sublime Noche también la única que pasamos reunidos con mi Papá. Quien obligado por su desgastada salud ese año estuvo con nosotros en la velada navideña. Fue la primera vez que lo hizo, y por designios superiores no alcanzó a estar en la siguiente.
Otro momento muy significativo para ti y para mí fue cuando le comentamos a Gerardo que la costumbre marca que, a los quince años, a los niños se les regalan sus últimos juguetes. “Desde mi punto de vista, esa es una costumbre absurda y sin fundamento alguno, como tantas otras que por siglos ha venido practicando la humanidad”. Veremos en la cartita de este año, que juguetitos pide.
Veo que tu deteriorada figura guarda en cada una de sus heridas una mágica historia y un melancólico recuerdo. Si te las borro todas y te dejo como nuevo, o si te desecho por viejo y desgastado, estaré tirando a la basura grandes momentos de mi vida, los cuales dan luz y fortaleza en este tramo oscuro que estamos atravesando.
Mejor te coloco en un rinconcito seguro y acolchonado. Para que sigas siendo testigo de tantas cosas buenas que a diario nos suceden y acumules cual trofeos esas huellas que preservan trozos de vida y rayos de esperanza.
Gabriel Valdovinos Vázquez.
Colima, MÉXICO. 1970. Autor de los libros Jubileo, Destellos, Desafíos y Naufragios. Colabora en diversas revistas de España, EUA, México, Perú, Colombia y Argentina. Escribe narraciones cortas, sobre temas sencillos y cotidianos. Pretende llevar al lector, a través de la magia de las palabras, a paraísos maravillosos ubicados en nuestro entorno o en nuestros recuerdos y habitado por seres extraordinarios con los que convivimos todos los días.
Fotografía de pixpoetry (en Unsplash). Public domain.
Gracias Herederos,
ResponderEliminarpor abrir espacio a estas palabras de nostalgias, fantasías y esperanzas.