Acababa de colocar el último ladrillo en el tapial del patio. En el parque de entrada los pinos —que dejaban caer sus ramas sobre la piscina— se inclinaban al ritmo del viento. Bajo la tenue llovizna miró orgulloso la obra recién concluida: la lujosa mansión estaba lista para ser habitada por sus dueños. Se marchó con el sobre entre sus lastimadas manos.
Llegó a su hogar; el frío se colaba a través de los orificios de las
paredes del rancho.—Terminamos con el palacio, el patrón me pagó lo que quedaba —le dijo a su mujer que lo recibió con un abrazo.
Y mientras miraba el agua gotear desde las rajadas chapas del techo, el joven pero ya envejecido albañil dejó correr un par de lágrimas por sus mejillas.
Fotografía de Chris Stenger (en Unsplash). Public domain.
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