Doña Beatriz entro por la puerta del hospital sujetando un ramo de rosas rojas y con una sonrisa en su rostro.
Unos años atrás comenzó a perder la memoria, al no acordarse de las cosas que hacía cada dia y se perdía en el medio de la multitud sin saber cuál era el camino correcto para regresar a casa. Supo que alguna cosa no estaba bien y decidió acudir al médico de cabecera. Tras revisar su historial clínico, sus antecedentes farmacológicos y sus síntomas. El médico la realizo unas cuantas pruebas y finalmente le dio el diagnóstico: principio de Alzheimer.
Ella no se extrañó, ya estaba a la espera de eso. Lo único que no quería era ir para una residencia de ancianos. Sus hijos cumplieron eso, haciéndola prometer que cuando la enfermedad empeorase aceptaría ayuda de algún profesional para cuidarla. Ella así lo prometió. Sin saber bien cuando seria exactamente eso, podría ser que dentro de días, semanas, meses o años. Entretanto intentaría disfrutar al máximo de su apacible vida como siempre.
Aquel dia decidió hacer una visita sorpresa a su esposo. Que estaba en el hospital. Los achaques de la edad no son buenos compañeros de vida. A sus 70 años era la segunda vez que estaba ingresado pero esta vez el asunto parecía serio. Una ligera desviación de cadera lo tenía postrado en una cama de hospital desde hacía varios días.
Doña Beatriz siguió a la enfermera hasta su cuarto. Después de saludarlo, exclamo:
_ Dios mío, Como has envejecido!
Su risa contagiante le hizo esbozar una sonrisa.
_ Beatriz…_, murmuró dirigiendo la vista hacia la dirección de donde procedía la voz. Y viéndola andar con pasos firmes y decididos hasta èl. Todavía riéndose.
Doña Beatriz se aproximó hasta la cornisa de la ventana donde había una jarra con flores un poco pochas y las cambio por aquellas que traía consigo.
_ Ahora sí que huele bien _, apunto invadiéndose con la inmensa fragancia que desprendìan las bellas rosas.
Acto seguido se sentó en un butacón cerca de la cama y cogió con cariño las manos de su marido.
_¡Oh, amor mío! Te quiero tanto. Te extraño tanto.
_ No te preocupes, yo estoy aquí ahora.
La enfermera apareció también con otra sorpresa. Una silla de ruedas. Hoy le permitían salir a tomar un poco de aire fresco. El dia estaba muy soleado. Ya se comenzaba a apreciar los primeros rayos calientes del verano.
Ellos agradecieron bastante este pequeño gesto. Con la ayuda de otra compañera consiguieron sentarlo bien en la silla y su mujer fue con èl hasta el pequeño jardín. Unos pasos màs atrás se encontraba la joven enfermera en caso de que necesitasen alguna cosa.
Ellos pasaron la tarde conversando animadamente. Los dos habían envejecido considerablemente desde aquella vez que se habían conocido en un chiringuito de la playa hacia aproximadamente 50 años atrás. Tenían sus cabellos blancos y sus rostros arrugados y cansados. Pero seguían unidos por un pequeño hilo invisible que les hacía parecer mucho màs jóvenes cuando estaban juntos y se reían como colegiales.
De pronto ella lo miro extrañada.
_ Quien es usted? ¿Qué hago aquí consigo y en este sitio? Y comenzó a llorar desconsoladamente.
Èl intento calmarla arropándola con su brazo. Pero Doña Beatriz se levantó y comenzó a gritar.
_ No, no se acerque. No se aproxime a mí.
La enfermera se interpuso y llamò inmediatamente a unos de sus hijos para que viniera a buscarla.
Doña Beatriz instalada en su casa era todos los días cuidada por una enfermera. Un dia apareció un hombre trayendo un ramo de rosas rojas. Era un hombre apuesto a pesar de los años del tiempo.
Ella al verlo lo reconoció enseguida. Lúcida. Estaba lúcida. Esto raramente sucedía, pero…cuando sucedía, era una sensación realmente maravillosa. Porque por lo menos durante un dia conseguía ser ella misma.
_ Oh, eres tú. ¡Amor mío!
Volvieron a conversar como aquella tarde en el hospital hasta que Beatriz le preguntò:
_ Y que va a pasar conmigo cuando ya no recuerde absolutamente nada?
_ No te preocupes _, sonrió para ella. _ Yo siempre te lo recordare. Contándote como éramos cuando nos conocimos. Como hoy, como ayer, como siempre.
Silvia Carus. Nació en la clínica Virgen del Mar de Madrid. El 27 de diciembre de 1974. A base de esfuerzo y disciplina, consiguió poner fin a sus estudios en el Instituto Gerardo Diego. Años atrás fue a vivir a Inglaterra donde conoció a su marido y obtuvo el First Certifícate; por la Universidad de Cambridge. Actualmente, vive en Algarve. Es Técnico auxiliar de salud, como consecuencia de la pandemia tuvo que abandonar su profesión al tener un hijo pequeño que sobrevivió a un cáncer (leucemia). Ha completado varios talleres literarios. Publicado en varias antologías y revistas. Ganadora del concurso literario por la revista americana: Teender Age. Ganadora del concurso literario de cuentos de terror del programa Crónicas en Llamas.
facepage: @silviacarusescrtitora Instagram: Silviavazquezcarus8
Fotografía de Clément Falize (en Unsplash). Public domain.
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