«Exorcismo», un cuento de horror del escritor mexicano Alejandro Lanzagorta

Ellos reaccionaron al sonido de la puerta al abrirse. Otra vez sentían sus poderes regresar. El Padre se encontraba viéndolos desde el pasillo y dudaba en entrar. Ellos aprovecharon para expandirse fuera de la habitación, pero no pudieron avanzar mucho en ninguna dirección. El Padre finalmente cerró la puerta tras él y miró hacia el espejo que cubría una de las esquinas superiores de la habitación; el ángulo de reflexión le permitía ver la cama con la mujer amarrada.
Ellos esperaron.
El Padre abrió el libro que traía, se santiguó y comenzó a leer; su latín era horrible y la indecisión detrás de cada palabra pasmosa. El Padre tomó la cruz y se acercó a la cama. La llevaba frente a él y era más un acto de protección que de exorcismo.
Ellos esperaron.
El Padre tocó a la mujer con la cruz en el pecho. Nada ocurrió. No hubo convulsiones ni quemaduras. El Padre miró azorado hacia el espejo buscando respuestas luego volteó a ver el rostro de la mujer.
Ellos comenzaron a reír. Fue una risa baja que se convirtió en un estruendo mientras sus distintas voces se combinaban o se dominaban unas a otras. El Padre aterrado trató de salir de la habitación, pero no abría.
- ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! –gemía mientras el terror lo hacía llorar.
Ellos se deleitaron en su miedo y lo degustaron poco a poco, tocaron la mente del Padre y hablaron:
-Nunca pudiste agrupar más de dos versos decentes ¿verdad? 
- ¡Tus poemas son un asco! –dijeron con una voz femenil adolescente, llena de molestia y hastío.
-Tus cuentos son estúpidos –ahora era una voz adulta, llena de autoridad- ¡Nunca lograrás escribir algo decente!
- Mami, mami ¿Por qué te vas? –era la voz de un niño-. ¿Por qué me dejas solo? ¿Quiénes son estas personas?
- ¿Y esos deseos de matar? ¿Por qué los ocultas? Cuando ves las primarias llenas de niños te preguntas ¿cuántos podrías matar antes de que alguien te detenga?
- ¡Dispara! ¡Dispara! ¡Dispara! -comenzaron a corear.
El Padre se derrumbó llorando en doloroso abandono.
- Calla, calla. Ya no más por favor, ya no más
- ¡Es un llorón! ¡Es un llorón! –voces llenas de crueldad infantil sonaron y así continuaron un rato hasta que Ellos sintieron cómo su poder empezaba a disminuir. Apenas notaron que la puerta se abría y el Padre era arrastrado hacia fuera.

II

- Respire profundo. Así, muy bien, muy bien. Todo terminó. Tranquilícese –el enfermero confortaba al señor Luca mientras le quitaba el traje de sacerdote-. Tome esta pastilla, lo relajará.
El señor Luca todavía temblaba y sollozaba profundo, sin embargo, una sensación de paz comenzaba a invadirlo. La paz que da el liberar a tu alma de sus secretos oscuros. La paz que da el mostrarse sin máscaras, por completo desnudo. La experiencia había sido terrible, pero estaba empezando a considerarla genial. Volteó hacia las gradas donde se encontraba el Doctor y sus estudiantes. Sonrió apenas y asintió varias veces. El Doctor le devolvió el gesto y regresó su atención a los estudiantes.
- Como bien saben, a veces ni los pacientes tienen claro qué les aqueja y con la terapia normal tenemos que ir sorteando y rompiendo todas las barreras mentales y emocionales que han construido con los años. Muchas de las confesiones terribles o penosas son la base de los trastornos más graves. Entonces, el proceso que es muy tardado y requiere generar gran confianza en el terapeuta, hasta que el paciente decida contarnos su dolor. 
En un monitor, la habitación de la mujer se veía desde la perspectiva del espejo.
- Esta revolucionaria técnica ahorra tiempo, mucho tiempo y permite al terapista confirmar de manera rápida y precisa las intuiciones que ha ido formado con respecto a sus pacientes en las entrevistas preliminares.
- Doctor, ¿Cuál fue el origen de esta técnica?    
- Dos ideas que se cruzaron en el momento preciso. Una “iluminación” dirían los antiguos. La primera fue un recuerdo de la niñez: Mi madre haciéndonos salir deprisa de la iglesia una noche que se había quedado para hablar con el Padre, porque una señora le indicó que mejor saliéramos, porque iban a hacer un exorcismo. Nunca lo olvidé como prueba de que el fenómeno existe y, por lo tanto, puede ser utilizable. La otra idea fue que la Tradición nos dice que los demonios tratarán de quebrantar la fortaleza del sacerdote a través de un ataque psicológico, ya que son capaces de leer la mente, y utilizarán cada dolor, cada trauma para hacerlo. Una cosa llevó a la otra. Los detalles los encontrarán en un libro de futura edición –sonrió con fingida modestia. - Lo cierto es –continuó- que utilizo el fenómeno de la posesión como herramienta para conocer la psique del paciente.
- Al usar el término fenómeno –intervino un alumno- lo plantea de manera muy científica. Sin embargo, sabemos del uso de psíquicos para blindar la habitación.
- Como he indicado, la Tradición establece los meta-poderes de estos seres. Y si hacemos un ejercicio de modestia debemos reconocer que la Ciencia no lo sabe todo. En un futuro tendremos explicado el fenómeno a profundidad. La gente empezó a usar la electricidad sin entenderla del todo.
- Pero somos hombres de ciencia, no místicos.
- Se lo planteo así: tenemos lo mejor de dos mundos. Si se necesita ¡qué bueno! la seguridad es primero. Si no se necesita, entonces es irrelevante ¿verdad? Además, es un argumento que ayuda a que el paciente se decida a entrar.
- ¿Saben lo que ocurrirá?
- Se les explica que es un psicodrama donde podemos explorar cómo se comportarían si fueran otra persona. En el momento que entran reducimos el blindaje psíquico y esperamos a que el poseído nos diga todo. Cuando se cicla en una agresión, sabemos que ya escarbó todo, recuperamos el blindaje y sacamos al paciente.

- ¿Y la mujer?
Esta era la parte más incómoda de contestar. El Doctor estaba convencido de hacer algo bueno y creía en los sacrificios para que la Ciencia avanzara. Conseguir al sujeto había sido la parte que él tuvo que hacer solo y no fue fácil. Demasiados poseídos, demasiados ataques. Perdió un año del proyecto recuperándose, ahora mentía y lo simplificaba de tal modo que pocas personas preguntaban más.
- Ella se ofreció de voluntaria y por ese motivo sus datos están clasificados.
El Doctor volteó hacia la pantalla y se quedó pensativo. “Ella se ofreció”. Casi cierto. “Sus datos clasificados”. Sólo yo los conozco.
En la pantalla la cabeza de la mujer se levantó un poco y miró hacia la cámara. El Doctor sabía que Ellos no podían detectarlo, pero aun así se estremeció.
- Si les parece continuemos en otro lugar del complejo. Por aquí, gracias.
Se dirigió hacia la puerta para franquearles la salida a sus estudiantes. Antes de salir entendió que era la primera vez que la mujer hacía un movimiento así; miró la pantalla. La mujer seguía con la vista fija en la cámara. El Doctor tomó la grabadora que siempre llevaba consigo.
- El sujeto presentó un movimiento nuevo. Realizar una verificación del blindaje y de las lecturas de actividad cerebral.
Salió y cerró la puerta tras él.

III

La naturaleza de los demonios es el engaño. Mentir y prometer lo que sea con tal de originar situaciones y desgracias que hagan a las almas de los hombres caer en su poder. Por eso, Ellos sabían que estaban siendo engañados. La habitación era una reconstrucción de la real y ninguno de los supuestos Padres era más santo que el común de los hombres ni estaban investidos de poder alguno.
Los demonios buscan la posesión de un cuerpo físico. Y cuando alguien es lo bastante iluso para dejarlos entrar en un cuerpo, la sensación de poder es impresionante. Lo mejor de dos mundos. Percibir a través de los sentidos y tener sus poderes es una orgía, una borrachera, una droga exquisita.
Ellos recordaban el dolor de ser arrebatados de un cuerpo. La impotencia al verse obligados a obedecer. Por eso atacaban con todo hasta drenar los cerebros de las penas y las culpas, hasta que cada cosa fuese dicha y cada dolor sentido
Pero esto era nuevo: poseían un cuerpo, pero sus poderes estaban apagados, reprimidos. Ellos se sentían limitados a un contenedor de sangre y huesos, era insoportable y querían venganza.
Hoy, por fin habían detectado una posibilidad de salir. Un dolor conocido, un dolor que Ellos habían provocado llamó su atención hacia el falso espejo. En el dispositivo de visión había una rendija, en ella encontraron un rastro débil que terminó por desaparecer, pero ahora concentrarían cada una de sus voluntades en ese punto y si el dolor volvía, cada vez sería más fácil de localizar. Utilizarían ese viejo dolor para abrir una brecha en la prisión.
Y cuando lo hicieran volverían al mundo un lugar en llamas. Matarían y destrozarían a toda persona hasta que su ira cedería, para volver después a ese lugar que Ellos llaman “El Origen”.
Pues este encierro había provocado que su poder, si bien apagado y reprimido, se fuera acumulando como nunca. Ellos harían lo que quisieran sin restricciones, pues ahora ningún sacerdote real podría detenerlos.
Era cosa de tener paciencia.
Y con la eternidad como referencia, Ellos esperarían su momento. 






Alejandro Lanzagorta es un escritor mexicano de cuento corto de horror, ciencia ficción y fantasía. Cuenta con dos libros publicados: “La Certeza de su Muerte” (2010) y “Caná, después de la boda” (2019). Actualmente prepara un tercer volumen de cuentos: “Un lugar llamado hogar” 
Ha sido publicado por editoriales y revistas colaborativas en España, Colombia y México. 
Escribió entre el 2011 al 2015 una columna semanal llamada ACTA NON VERBA para el diario El Sol de León.  
Fue seleccionado para el “Seminario para las Letras Guanajuatenses de Cuento Efrén Hernández” en los años 2016 y 2017 y 2021. 
 


LUSTRACIONES: La imágen ha sido remitida por el autor de la obra


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