Hablar de separación sentimental pareciera un hecho fácil, sin embargo, para nada lo es. Quizá sea menos complejo en una relación corta de noviazgo, pero cuando has pasado años de tu vida con una persona, resulta realmente difícil decir hasta aquí. Irse de la casa de con quien has compartido parte de tu vida diaria se vuelve pesado: hay que pensar en todas las cosas que no podrás llevarte, todos esos objetos que evocan recuerdos sobre la persona que amas o amaste por tanto tiempo. De modo que antes de partir debes considerar si esa ya es la última alternativa. O si acaso aún pueden intentarlo una vez más.
Han sido ya tantas veces que decidieron separarse, cómo podrías saber que esta vez es realmente necesario, que ya es insostenible e improbable recuperar la relación. Todo esto ronda por tu cabeza mientras comienzas a buscar las valijas en que llevaras tus cosas, las imprescindibles. Ahí es cuando descubres que tienes muchas más cosas cuando llegaste a esa relación, y piensas en que tal vez podrían solucionar sus problemas. Sin embargo, el recuerdo de la última pelea, de las últimas tres han culminado en lo mismo, en que la persona a que más has amado te pide que te vayas y no vuelvas, el empujón que te dio dolió, pero no tanto como las palabras que cortaron otra vez sobre aquella herida apenas sanada.
Es ahí que empiezas a desechar objetos, sabes que no te vas por que quieres, te vas por que te echan de su vida, tú pudiste haber soportado quizá un empujón más, incluso que te corriera una vez más; pero la verdad es que notas desde hace tiempo que esa persona quizá esta a tu lado porque te has empecinado en quedarte, y crees que si amas a alguien debes dejarlo ir. Mientras haces una montaña de cosas que dejaras, esperas que llegue el ser amado y te abrace y te detenga, que te diga que solo lo ha dicho en un momento de ira. Pero no sucede, el orgullo es más fuerte que lo que algún día juro quererte. Y ahí estás llorando mientras análisis si debes llevarte la ropa sucia o dejarla para que la tire, si debes llevarte los libros que te regaló o solo los que tu compraste, pasa igual con las bolsas, los zapatos… toda tu vida debe caber en dos pequeñas maletas, porque la maleta grande pertenece a tu cuñado y pues ya no volverás de este viaje, no hay forma de devolverla.
Aun así en este proceso de separación, piensas que deberían terminar bien, ser gente civilizada capaz de darse las gracias por todo el apoyo mutuo, por todo el amor y los buenos momentos vividos, quizá con suerte cuando el dolor pase y el amor se convierta en cariño podrían ser hasta amigos, muy buenos amigos. En este punto sabes que la otra parte no desea saber más, lo interrogas pero él responde con orgullo, con dolor e ira, ya no sabes si te ama o de plano ya solo desea que te marches de su vida, para poder quitarse un peso de encima. De igual manera, eres estúpida por excelencia y le dices que, si está seguro de lo que está diciendo, él insiste en que si tu no cambias… Es cierto, tal vez has cometido errores, pero esa persona también, del mismo modo que se han apoyado mutuamente.
Vuelves al dormitorio donde sola te recuestas y esperas agarrar valor para poder irte, piensas que si dejas pasar un tiempo quizá él se calme y puedan solucionar todo, pero nada pasa, recuerdas una y otra vez los buenos momentos, te aferrar a ellos como si fueran una tabla en medio del mar. Te cuestionas si acaso es que no puedes irte o no quieres irte. Sabes que deberás tomar una decisión, y te dices quizá mañana sea mejor, tal vez solo está ofuscado, más tranquilo pensara diferente. Das vueltas una y otra vez sobre el mismo asunto.
Sabes que pronto debes hacer la llamada, esa llamada que cambiará tu vida, tu destino, tu lugar de residencia, tus amistades, el clima en que vives, esa llamada que te hará libre y miserable a la vez, esa llamada que te romperá el corazón, que te hará tomar un vuelo a kilómetros de distancia de tu gata y del amor de tu vida. Te preguntas si acaso serás capaz de soportar tanto dolor, el suicidio ronda por tu cabeza unos segundos, pero entiendes que no es una opción. Solo tienes que marcar un número, explicar la situación y lo más pronto posible te conseguirán un vuelo. Realmente te da miedo el dolor y el sufrimiento que viene después de esa llamada, sabes que lloraras mares, que te deprimiras, que sentirás que te mueres, que no vas a poder respirar. Sabes que tienes que salir de esa relación, pero de igual forma pospones la llamada para más tarde, quizá mañana, o pasado, quizá todo se arregle y esto no vuelva a suceder, aunque en el fondo sabes que tarde o temprano tendrás que hacer la llamada, o, quizás no. El amor no es un juego de niños y ahora lo comprendes.
Laura Torres Pozas, 28, amante de la literatura, cine y pintura. Estudió licenciatura en literaturas hispánicas en la universidad de Sonora, actualmente trabaja en lo que caiga para poder vivir escribiendo. Su interés principal en su escritura son las penas que aquejan a los humanos; el hambre, la violencia, la injusticia, el decaimiento emocional/psicológico, y por supuesto el amor.
Fotografía de Martino Pietropoli (en Unsplash). Public domain.
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