«Bucle de Fez», un cuento psicológico de la escritora mexicana Irina Garcés

En medio del caos, de las marchas y las guerras invisibles que atravesamos… Lo políticamente correcto e incorrecto, ¿para ti, para mí? Hay que ver como salir de este hueco, de este dolor que punza y clava como daga. Cojo un camel y lo sostengo entre mis labios, no lo prendo, pero el aroma recorre mi cuerpo como destellos rápidos de un time lapse a media noche, no busco el encendedor, no hace falta, hace tres años que me mantengo a punta de raya. ¿Una corona quizás? La sed me llama, me incita y seduce, cualquier pretexto es bueno para salir, más si va acompañado de cerveza. ¿Tomar el metro? La ciudad ya no es lo que era, misma gente, nuevos rascacielos, un rayo de luz entra por mi ojo izquierdo. Antes, cuando pasaba esto, alguien podía ver mi heretocromía, un lado azul, el otro gris, si corría con suerte la chica linda con ropa deportiva me tiraba una que otra sonrisa coqueta, a veces ella, a veces las gemelas con ropa gris, a veces la señora mayor del periódico. Que buenos tiempos, desconocidos que conectábamos por medio de un gesto o saludo visual. —Cariño quisiera que eso se repitiera— El bar de la esquina me llama, miro el gigantesco reloj de la pantalla digital, no alcanzo a ver la hora. —¡idiota! Quítate del camino, estorbas —Lo dice el tiburón del auto gris. Monocromático, todo es gris: el asfalto, los edificios, la ropa, todos se quejan y se abruman entre ellos. —¿A dónde fue la bella sonrisa de la chica con ropa deportiva?— Trato de sonreírle otra vez, pero ella prefiere intercambiar gestos con aquella pantalla gris, quizás he perdido el toque, a lo mejor mis arrugas ya bloquean mis parpados, no lo sé. La persigo, pero la pierdo en la siguiente avenida. 
La chaqueta de piel hace que el cuello me sude, debería cortarme el cabello o hacerme un nuevo tatuaje, no lo sé. Camino entre las líneas amarillas y la luz roja de la gran calle. Un nuevo disco sale a la venta, una nueva obra se presenta, un saqueo en la esquina, unos chicos peleando en la otra, el balón de básquet rebota en la cancha del medio. Me repito, es tiempo de irme, esa misma noche me iré. Ya no veo la ciudad con los mismos ojos, supongo que por eso muchos llegan y se van. No es para todos, el ritmo acelerado, el tráfico, la gente. Quiero nuevas experiencias, nuevos amigos, eso es lo que quiero, lo que deseo, supongo que está bien. No lo sé. 
Me siento en la banca del parque, el aroma a óxido me molesta, se sentó junto a mí, ese aparador viejo y abusivo. Para este tiempo ya sabía distinguirlos, abundan como manada de caballos salvajes, ¿por qué hay demasiados? No entendía por qué solo yo podía verlos.

— ¿El doctor no te creyó? — Dijo el señor canoso con traje de seda café y cadena de oro
—Tu hipocresía es muy alta, así que mejor me río— traté de mantener la calma
— Pudiste seguir siendo el pícher estrella, solo tenías que aceptar mi trato
—No gracias. No hago tratos con personas como tú, no sé cómo llamarte, ¿hombre abusivo? 
—Me halagas… Después de tanto tiempo en tu planeta puedo decir que he aprendido a ser como ustedes, pero jamás me mezclaré, soy superior que tú. No me compares con tu raza. Enciende un puro el cabrón y me lo ofrece—¿lo quieres?— me lo acerca a la cara, con su característica mirada vengativa
—No fumo.
—El hombre que se quiere redimir, ¡patético! Tu umbral está lleno de oscuridad, admítelo. Déjate de tonterías y ve al bar por tu paquete. Willy ya sabe lo que te vende. 
—Ya no hago eso. Y no lo haré. Hay luz para mí, la encontré.
—El discurso del viaje del superhéroe, ¿quieres que te aplauda? Llevas mi marca y eres mío. 
—¡Te equivocas!—le muestro mi brazo
—¡No! ¡Tú no puedes! No se puede escapar de quien eres, de lo que fuiste y de lo que siempre serás
—Como dices somos inferiores, pero ESPERANZA es algo que jamás soltamos. Debiste aprender mejor de mí en las noches de póquer. 

Me paré de ahí y saqué de la chaqueta la cajetilla de cigarros, los arrojé al cesto de basura. Miré a mi alrededor y noté a todos los robots zombi que había, lucían igual que yo tres años atrás. Apagados y sumergidos frente al cable de red invisible. Un poco rotos, un poco apurados, un poco enojados. Cabezas flotantes enchufadas a una red de cables invisibles, 
víctimas de los espejismos de los hombres sin rostro. Sabía que no iba a ser fácil luchar por una causa perdida, una guerra que había estado tanto tiempo en el mercado. Debía al menos intentarlo, por el bien del mundo, de la ciudad. Ya habíamos librado una batalla, ¿cuántas más nos hacían falta? 

Irina Garcés. Mexicana y jarocha. Sagitariana, mente inquieta y espíritu libre.  Licenciada en Ciencias de la Comunicación, amante del arte, la naturaleza, la literatura, el café y el jazz. Los viajes son su inspiración y las letras su pasión. Coautora del Libro de Jóvenes Escritores #4 Editorial Española Hago Cosas Spain (2018). Escritora de la Serie Interactiva Pathbooks: “Y de repente apareces tú” (2020). 
Ha colaborado en: Revista digital delatripa, Antología de escritores mexicanos Detrás del Velo: Sobre los sueños y la muerte. Compilador J.R. Spinoza. Actualmente trabaja como Copywriter (freelance) búscala en Upwork.com o Superprof.mx - Síguela en IG: @iritown Twitter: Irina Garcés. 

Fotografía de Joshua Sortino (en Unsplash). Public domain.


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