Había pasado un año desde la muerte de Sonia Zapatero, y el mundo seguía su curso, como suele hacerlo, sin importar nada más que el ir en su tránsito agónico.
Hoy, aunque todo parecía haberse quedado en el pasado, por las voces del pueblo he vuelto a revivir el recuerdo del olor de su cuerpo en plena descomposición, y aquella caja rectangular donde fue sepultada, las manijas de bronce y el delicado color marrón de la madera.
En mi boca ha resucitado el sin sabor de anhelarla noches enteras después de su partida, y lo repugnante que resultó para mi imaginarla emanando humedad de su cuerpo mientras era consumida por los gusanos y el comején. El perturbador ensueño de verla convertida en miseria humana después de haberla tenido en los brazos.
La ansiedad de volver a abrazarla, fue disipada inmediatamente por la rememoración del fuerte olor que penetraba el ambiente, ese día por la mañana - me encuentro al borde de un torrente que transita entre mis intestinos y mi garganta- por mas que mi mente exigía que no me marchara, la poca moralidad que me quedaba no fue suficiente para permanecer ante ella, dándole el último adiós.
Las náuseas provocadas por el olor putrefacto me obligaron a huir del lugar. Dicen quienes pudieron observarla que hasta después de muerta era hermosa, y que su cabello era largo y relucía como el majestuoso caudal del canal del dique, cuando es penetrado por los rayos del sol en los veranos eternos de enero.
Muchos cuentan que sus uñas eran enormes y que de su cráneo estaban desprendidos los que en vida fueron sus sesos. Nadie podía explicar lo que había acontecido, era casi imposible aceptar que fuera ella, domada por el frio de la noche.
Para todos fue un misterio su muerte, pero ha de creerse, pues es bien sabido, que en estos días muere pollo primero que gallo. Imaginar que una chica de escasos veinte años moriría con tanta crueldad, llenaba de desdicha a quienes la conocieron.
Ese mismo día, pocas horas después de haberla sepultado y antes de que comenzara el vacío por algo que solo debía ser recordado, se escuchaba el murmullo de las gentes contando que del cuerpo de la difunta fueron arrancados sus senos, así como se despoja sin piedad, a un inocente cerdo, de sus testículos; solo por placer.
Sus glúteos fueron rasgados de forma sádica al igual que los cuerpos de la colonia penitenciara de Kafka. Una obra de arte o algo monstruoso... sus ojos, arrancados de sus cuencas; su lengua, cortada, dejando un mensaje para esta podrida sociedad: aprended el silencio.
Quien diría que ese 18 de junio de 1934 ella moriría; apenas nos recuperábamos de la masacre y horrores del magdalena medio. Pensar que Sonia ya no estaría en el mundo llenaba de una enorme desilusión a los hombres; ella era la única mujer pulcra e intocada por alguno en el pueblo. Esa deseada virgen que en vida era el trofeo más codiciado, y que solo pudo tenerla en sus brazos aquel que gozó con ella instantes previos a su muerte.
Cuan placentero seria el momento en que aquellos brazos pudieron sostenerla, doy por seguro que cualquiera de nosotros daría todo por ese privilegio; penetrar con mi falo la hendidura estrecha que dividía sus velludas y pálidas piernas, de manera natural, con la ternura que ella merecía y no como paso ese día, ese maldito día.
Como no recordar su hermosura, si en mi mente vive la imagen del día que la vi por última vez, semidesnuda a orillas de las aguas pasivas pero temerarias del dique, ese de innumerables historias y leyendas que aún se desconocen. Era como la hora cuarta del día, solía observarla como todas las tardes, una tarde común en nuestro pueblo, solariega, callada y a esperas de la caída de la noche.
Nadie pudo prever que algo podía ocurrir; las garzas posaban en las cumbres altas de los caracolí que rodeaban el canal, parecían la floración temprana de la flor de azahar de la india; el ocaso se veía llegar, las esposas de los pescadores se aglomeraban a esperas de sus maridos, que después de su ardua labor, solían regresar con sus caras lánguidas por el ajetreo para conseguir el sustento.
Ella se había convertido en una obsesión que se debía cumplir; fue así como aquel 18 de junio, sin dar aviso alguno, desapareció del pueblo misteriosamente. Días después su cuerpo hallado en medio del camino, colgaba de un palo de uvitas. Por su aspecto y el fango en sus pies, puede decirse que su lucha fue incesante, para soltarse de las garras de quien acabó con su vida.
La muchedumbre se aglomeró alrededor de ella y quienes la detallaron dicen que la imagen de su cuerpo semidesnudo es imborrable. De sus partes nobles, sobresalía un líquido de un espesor y un matiz parecido a un blanco puro, y de oído en oído se preguntaban cuántas veces la habría gozado, sin embargo no encontraban lógica a su muerte, ni yo mismo alcanzo a imaginar que habría sucedido para que su cuerpo acabara en aquel estado.
El pueblo ha seguido su curso. Las viejas chismean a través de las cercas de matarratón y caña brava como en aquellos días, los viejos posan con su botella de ñeque en la plaza, y por las noches entre risas, anécdotas y cientos de cigarros recuentan la atroz muerte de la pulcra e intocada joven, que fue violada y asesinada por aquel maldito engendro, como ellos solían llamarlo.
¡Que vaina, como arrebataron la vida de esa mujer joven!
De aquel siniestro, solo se sabe, que como la mayoría de los del caribe, no ha sido pagado. Pero bueno esta es nuestra Colombia y aunque todo tarde y se eleve por años, entre el pasado y la manipulación, la justicia llega, puede que cojeando o caída de la ira del cielo, pero llega.
De la prisión de las sombras: el culpable.
Keimer José Pájaro Carrasquilla. 23 de mayo del 1994. Oriundo de la zona norte del Caribe colombiano, poeta, escritor, ejecutante de la música tradicional del caribe, gestor y creador cultural. Defensor de las manifestaciones propias del contexto que lo rodea, tiene experiencia en distintas fundaciones culturales como formación en danza, musica de gaita y decima. Ha partícipado en distintos concursos literarios a nivel municipal, regionales y nacionales.
Ganador en el 2011 como mejor declamador de poesia en la gobernación de Bolívar. Proximo a publicar una antología poética que recoge la voz lirica de las experiencias y la lucidez del amor por su tierra, y de la locura desenfrenada de los dias vividos en el norte y sur de Bolivar, trazando asi una voz que se alza como manifestante de una nueva forma de escribir, de contar y preservar la oralidad de mi tierra.
Correo electrónico: pajarokeimer18@gmail.com
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