«Visiones», un relato del escritor madrileño José Luis Guerrero Carnicero

Carlos estaba pletórico, había encontrado un piso magnífico, amplio y céntrico y lo mejor era el precio del alquiler, increíblemente barato. Llamó a Berta para contárselo, pero no le cogió el teléfono, así que le puso un mensaje para que, por lo menos, supiese su nueva dirección, c/Andújar, 35 4-c
Ya lo vería al día siguiente y podrían hablar, tenía que acostarse porque le esperaba un buen madrugón al día siguiente y además estaba cansado.
Le despertaron unos ruidos en medio de la noche, y lo primero que hizo fue mirar su reloj, eran las tres y media de la madrugada, pero lo más alarmante es que los ruidos resultaron ser las voces de una discusión que parecían proceder de la vivienda que él tenía alquilada. Salió de la habitación y no podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo, un hombre y una mujer de mediana edad estaban discutiendo acaloradamente y había dos niños llorando que seguramente serían los hijos.

--¿Se puede saber que hacen ustedes aquí?—preguntó Carlos con autoridad y visiblemente enfadado, pero nadie dio muestras de haberle escuchado, ni los adultos ni los niños.
--Oigan ¿no me han oído?—volvió a preguntar Carlos levantando más la voz, pero con el mismo resultado. Se acercó al hombre e intento cogerle del brazo, pero para su enorme sorpresa comprobó que su mano pasaba a través del brazo del hombre como si fuese intangible. Se dirigió a los niños que seguían llorando, intentó tocarles y el resultado era el mismo, pero él seguía viendo la escena y la discusión iba subiendo de tono, con horror vio que el hombre sacaba una navaja de su bolsillo y apuñalaba hasta en cinco ocasiones a la mujer que cayó al suelo, e instantáneamente se formó un enorme charco de sangre en torno a su cuerpo. Los niños empezaron a gritar y él también, corrió hacia la puerta, pero con los nervios no acertó a abrirla y cayó de rodillas cubriéndose los ojos con las manos. Un instante después se dio cuenta de que ya no escuchaba a los niños llorar y cuando abrió los ojos comprobó que estaba solo. No había el mas mínimo rastro de nadie, se acercó despacio y con miedo al lugar donde habían ocurrido los hecho y no había ningún charco de sangre. Le sobresaltó escuchar que estaban aporreando la puerta, fue a abrir y se encontró con dos vecinos que habían escuchado sus gritos.

--Lo siento—se disculpó—he tenido una pesadilla, siento mucho haberles asustado.
Los vecinos se miraron entre si.
--¿Seguro que esta todo bien? –preguntó uno de ellos con recelo.
--Sí, todo bien. Muchas gracias y les pido perdón de nuevo –dijo Carlos.

No encontraba explicación para lo que le acababa de ocurrir, estaba seguro de no haberlo soñado y, por extraño que pudiese parecer, se convenció de que había presenciado una escena que en algún momento del pasado se desarrolló en esa vivienda.
Estuvo tentado de llamar a la policía, pero se lo pensó mejor y decidió no llamar a nadie porque solo iba a conseguir que le tomaran por loco.
No pudo conciliar el sueño y en cuanto amaneció fue a la oficina de la agencia que le había alquilado el piso.
--¿Ocurrió algún suceso violento con los anteriores inquilinos del piso que tengo alquilado?—preguntó Carlos a la mujer joven que atendía a los clientes en la agencia.
--No señor, era una pareja de estudiantes muy simpáticos que no dieron el más mínimo problema.
--¿Y antes de ellos, en alguna ocasión se produjo un acto violento?
--¿A que se refiere con violento, señor?
--Me refiero a un asesinato.
--¡Ay por Dios! No, claro que no. Al menos en el tiempo que llevó yo en la agencia, que ya va para cuatro años, y desde que estoy yo llevamos el alquiler de este piso. De todas formas déjeme que pregunte.

La chica entró en la trastienda y salió a los pocos minutos.
--Me confirman que nunca ha pasado nada ¿puedo saber por qué lo pregunta?
--No, no se preocupe. Quiero dejar el piso, supongo que no me harán ningún extorno de la mensualidad que aboné por anticipado.
--Me temo que no es posible. Si por lo menos nos diera una razón.
--Da igual, no me importa perder la mensualidad, tengo aquí mi equipaje y aquí tiene las llaves. No voy a volver a poner un pie en ese piso.
Cuando ya estaba instalado en otra vivienda recibió una llamada de Berta.
--Ay Carlos ¿te has enterado?
--¿De qué?
--Me dijiste que te habías alojado en la calle Andújar, 35 4-c y que al día siguiente dejaste el piso.
--Sí, quería contarte las razones, pero prefiero hacerlo cuando nos veamos en persona porque es algo muy extraño y muy fuerte.
--Para fuerte lo que ocurrió después ¿no te has enterado de nada?
--No, ¿Qué ha pasado?
--Nada más irte tú, alquilaron el piso a un matrimonio con dos hijos, y esa misma noche en torno a las tres y media de la madrugada tuvieron una discusión y el hombre le asestó cinco puñaladas a su mujer en presencia de sus hijos.



José Luis Guerrero Carnicero (Madrid 1959). Comenzó su actividad literaria creativa con relatos cortos y poemas presentados a diferentes concursos y certámenes en los que obtuvo numerosos premios y reconocimientos, algunos de los cuales fueron recogidos en antologías editadas por los organizadores. Debutó en la novela con “ Alter Ego” a la que siguieron otros títulos como: “Niño, no molestes a la vivos” “La prisionera de Vincennes” “Duende” “Bastet”…


ILUSTRACIONES: La imágen ha sido remitida por el autor de la obra.

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