Abrieron los compartimentos después de la matanza y los que sobrevivieron salieron despedidos hacia las mesas para devorar las tapas, tomar el vino y atiborrarse de cerveza. El pueblo apareció dividiéndose en grupos a las puertas de los bares.
A unos cuantos kilómetros, los habitantes de otros caseríos a esa hora dormían o se desperezaban frente a la televisión. En un plató de fondo azul, el presentador contaba los chismes de última hora: infidelidades, intrigas y abusos en las altas esferas de las élites rosas.
En los primeros esfuerzos de movimiento, muchos sufrieron dolor por el daño en sus articulaciones. Otros experimentaron miedo al sentirse observados y perseguidos.
A pesar del calor, una mujer insistía en establecer juicios de valor soltando frases inconexas: «No creo que sea necesario/poco elegante/su deber era/como mi madre dice/como decía mi abuela/si a mí se me hubiera ocurrido/¡Madre mía!».
De noche, muy de noche, se arremolinaron cientos de jóvenes y regaron de alcohol, orines y vómitos las principales calles de la ciudad. Otros ejercieron en manada de carteristas después de comprar tripi en el peor barrio de la ciudad.
Transcurrida la noche, grupos de toda índole caminan juntos ante el desalojo de la policía. Miran la tienda que está ahí nomás, pronto abrirá. Ahmed hace un comentario sobre el paisaje, que es muy gris, y Lola está de acuerdo en que es una lástima que la bruma lo cubra todo. James McAvoy, sin saber de qué hablan, dice estar convencido de que por más que uno se queje, a la larga termina adaptándose y resignándose.
II
Los políticos que preparan la ley que incrementará los impuestos ven pasar a la multitud ante el ayuntamiento. Entonces, se encogen para salirse del ángulo visual de los que se desplazan, se voltean y acaban despreciando a la gente porque están al tanto de que la gente ya los desprecia a ellos.
De día o de noche, "los nuevos" reorganizan los métodos de trabajo mientras señalan entradas y salidas, aperturas y prohibiciones. A pesar de sus costosas vestimentas y de sus figuras perfectamente alineadas, casi todos muestran fácilmente debilidades ante cualquier propuesta. Y al día siguiente, se convencen de que no está tan mal como dicen.
Finalmente, Ahmed se despide de Lola para internarse en el sótano del salón de rezos que replica a una mezquita y razona si hacer o no lo que su hermano le implora. A Lola le abren la puerta de la limusina para llevarla hasta su piso en el distrito del Ensanche. James McAvoy tiene unas ganas locas de quedarse en la marcha, pero la fiesta ha terminado y una vez terminada se reactivan todos los odios, todas las intrigas, todos los rencores sobre el rastro de la muerte y los sobresaltos de la inoculación.
Fotografía de Jade Masri (en Unsplash). Public domain.
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