Tratado de Micología Infernal. Pócimas elaboradas de setas venenosas, platos de sinuosas víboras hervidas, malignidad en dosis azucaradas. Oronjas que acumulan daño, desaprensivas y tiernas, agradables al paladar y aciagas como diente de mamba. Negruras ilimitadas bajo sabrosos olores, sabores deliciosos que ocultan puñales históricos, rabiosos como bocas de hidra.
Hipócritas manjares preparados por cocineros malignos, ruines hasta el exterminio, deliciosos, sabrosos, riquísimos hasta el empalago, pero feroces y curvos como dagas islámicas melladas. Disfraces de niño que ocultan cocodrilos hidropésicos, en alferecía de criminales intenciones, y ocultos en espléndidos colores, mentiras que entran en el oído tal una música de cascabeles dulces y que esconden, tal extrañas ostras marinas, perlas de cicuta asesina. La Phyllophorus Hidroxanthus, bailando junto a la Amanita Muscaria, en un plato de ostras de Haití, servidas con la untuosidad de los camaleones verdes. Escandalosos paraísos ubérrimos, repletos de fuentes de oro, con mosaicos azules, y rosas cargadas de perfume, y que disimulan la apoteosis de la pantera, escondida entre los palos de Brasil, disimulada por el canto de los ruiseñores, y tela de araña de plata purísima y brillante, taimada cual sabihonda hiena sin sonrisa. Amabilísima señorita de voz dulcísima, bellísima y de corazón híbrido.
El autor ya no puede más. Ha entrado en el fondo de la mina para extraer brillantísimos diamantes, el Pozo estaba lleno de hongos admirables, Oronjas naranjas, Lepistas Azules, Clitopilus ocres, Ramarias maravillosas, pero su esfuerzo no era suficiente, tenía que desollarse las manos para extraer la Cortinaurius, rabiosa como un manojo de bichos, y la profundidad del fondo marino era la de una entidad leviatánica, su lucha era una lucha contra los elementos, y su propia naturaleza la del payaso repugnante, arborescentes ramas cilíndricas se oponían a su paso, extrañas panteras que no existían, demonios que no estaban en ningún lugar de su cabeza se le oponían para entrar en el palacio de los Jades turquesas, y los cisnes azules estaban lejanos de la lira de su lápiz, los colores se resistían , el palacio a edificar era sólo un proyecto en su mente, una sierpe imposible de cazar, difícil como un concierto en clave.
El Suillus Granulatus, regular, liso, convexo, aplanado, de cutícula separable, glutinosa, de tubos amarillentos y poros pequeños, boletal comestible si se despelleja la cutícula, junto a la Inocybe Fastigiata, muscarínica y letal, vomitiva, de olor espermático, lejías feroces y sabores insípidos. Carnaval, rompecabezas, tómbola arquetípica, circo de arcángeles e íncubos, bailarines con máscaras de hielo, crispados de música elegante, atrayentes como zafiros y malos como alucinógenos.
El autor ya no puede más , lo intenta, y lo intenta, está escuchando a una sirena y aún así se le resiste el oro, que escapa de sus dedos como el agua, líquido y brillante de sol, pero imposible de atrapar por él.
Y tras una sonrisa se escondía el veneno.
Con la sensación de haber fracasado terminó de escribir el loco.
Francisco Antonio Ruiz Caballero: Sevillano, licenciado en Ciencias Biológicas y especialista en Bioquímica Clínica. sooolitario@yahoo.es
Fotografía de Manuel Barroso Parejo (en Unsplash). Public domain.
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