'El secreto', cuento de Santiago Garcés Moncada

Todos hablaban de ello en la ciudad, no había persona que no hubiera escuchado por aquellos días el nombre de Erick Sanders, el mejor dramaturgo de Australia que llegaría esa noche a presentar su última obra de teatro en el Sydney Opera House, se sabía que se harían tres funciones por semana durante todo el mes, pero lo que más expectativa creó sobre lo que él llamaba su “obra maestra” fue la rápida venta de los boletos, pudiendo vender en apenas unas horas los boletos de todas las funciones. Trescientas mil personas en menos de seis horas habían llamado totalmente la atención de los titulares de las noticias nacionales e internacionales. La gran noche por fin se acercaba, en la ciudad se sentía la tensión en el aire, miles de personas comenzaron a entrar desde horas antes para no retrasar la obra, esperaban con ansias, y un murmullo de diálogos se escuchaba por todo el lugar hasta que las luces se apagaron indicando el inicio de la función y al empezar a sonar el piano con sus tonos de suspenso el silencio reinó en el público.

Erick salió con la cara descompuesta, la música creaba una atmósfera oscura, su voz demostraba un temor que no se podía fingir. El acoso de demoníacos seres que aparecían y desaparecían tras cada acto, la calidad de los diálogos como verdaderas súplicas y la retorcida trama de la historia, sumida en un caos espontáneo y artístico, hacían de la obra todo un éxito, pero lo que de verdad le daba el título de obra maestra era la puesta en escena de Erick Sanders, sus posturas, sus gestos de terror, sus caídas, sus gritos, el tono suplicante de su voz, parecía encarnar al personaje como si fuese él mismo.

La obra terminó y el eco que produjo en el mundo hizo que el precio de las boletas se dispararan, personas de todas partes compraban boletos revendidos por hasta el triple del precio inicial, nadie quería perderse su temporada de despedida del teatro y mucho menos su obra maestra. La obra se repitió durante tres semanas siendo cada vez mejor con cada día que pasaba, su puesta en escena mejoraba, su aspecto era cada vez más terrible, los llantos más fuertes, una cierta locura invadía sus ojos al mirar, sus frases incoherentes, su palidez, su forma de caminar, era otro cuando se subía al escenario y el público lo amaba, era el estelar, todos los personajes de la obra se fueron turnando, dejando actuar a sus suplentes para descansar y alternándose los turnos para participar de la obra, cada uno de los participantes quería impulsar su carrera teatral de cuenta de su papel en aquella obra, el único que había permanecido en las sombras era el actor suplente de Erick Sanders, que aunque participaba de todos los ensayos y se sabía todos los diálogos no había salido ni una vez.

El fin de la tercera semana llegaba y los precios de las boletas para las últimas funciones se habían elevado en la reventa hasta cinco veces su precio inicial, todos los grandes personajes del país tenían su lugar reservado al igual que muchos extranjeros importantes y maestros de teatro de todo el mundo, era sin duda para los actores una oportunidad única, en la que se tenían que lucir para poder darle alas a sus carreras ahora que Erick abandonaría el barco de la dramaturgia y los dejaría a la deriva, pero ninguno estaba preparado para lo que sucedería. 

En medio del ensayo Erick había caído desmayado, no pudo ocultar su mal estado, su dolor, su leve locura, cuando se despertó y se repuso de la caída comenzó a decir sus diálogos, pero no era capaz de recordar las líneas y frustrado pegó un grito diciendo que lo sentía, hizo saber a todos que en las últimas tres funciones tendría que reemplazarlo Jimmy y tras esto lo miró con honda tristeza y luego se marchó furioso a la bodega del teatro donde quedaba su camerino, para no salir de ahí durante el resto del día y así no darle la cara a nadie. 

A Jimmy no le sorprendió que la mayoría no se supiera su nombre, durante cada función solo había sido un fantasma tras bambalinas. Había sido el mejor en las audiciones y el mismo Erick lo había escogido como su suplente, pero para Jimmy esto más que ser un honor se había convertido en una maldición que hoy mostraba un poco de esperanza. Le molestó la cara de miedo que pusieron sus compañeros al mirarlo tras escuchar la decisión del estelar, ninguno disimulaba el hecho de que sentía que no podría hacerlo, que por su culpa no iban a despegar en su carrera, pero lo que más le molestaba era que hasta él mismo lo pensaba así, los zapatos que tenía que llenar eran tan grandes como el teatro donde se presentaría, jamás conseguiría hacer los gestos que hacía el antiguo estelar, esa noche no pudo dormir, Erick siguió yendo a observar y ayudó a dirigir la obra junto al verdadero director. Jimmy lo invitó tras el ensayo a fumarse un cigarrillo, y le rogó que le contara su secreto, ya que no creía poder llegar a ser tan bueno como él ni aunque lo intentara toda la vida, y mucho menos en solo dos días. Erick lo meditó y aceptó tras un rato, pero con la única condición de que no se lo diría a nadie, a lo que Jimmy aceptó sin dudarlo, pero Sanders se limitó a decirle que se aprendiera bien los diálogos como si se llevara la vida en ello, y que una hora antes de la función le mostraría su secreto. 

Pasaron los dos días y Jimmy se había aprendido los diálogos de memoria, lo había citado en el camerino que compartirían esa noche, pero no lo dejó entrar, lo condujo a la parte de atrás donde una puerta de metal estaba cerrada con llave, miró a los lados para cerciorarse de que nadie los viera y sacando de su bolsillo la llave abrió la puerta, adentro se encontraba la bodega de trajes de una antigua obra de circo-teatro en la que colgados de las paredes se exhibían trajes de varios payasos, bufones, máscaras, personajes de espuma y muchos otros de extrañas formas, aún era de día y para Jimmy aquel lugar no tenía nada de raro, solo eran vestuarios, ese no podría ser su secreto, entonces Erick lo condujo hasta una silla en la mitad de la bodega y sacó de su bolsillo un sobre transparente del que sacó dos cuadrados de papel del tamaño de una uña con figuras de payasos dibujadas y se los hizo poner en los ojos. No estaba preparado, sintió como si el infierno se consumiera tras sus glóbulos oculares, se había comenzado a marear, se tenía de la silla para no caerse mientras Sanders colocaba un parlante en el piso del cual salían los sonidos de la obra, como también grabados con su propia voz todos los diálogos que se había memorizado ya, ese no podía ser su secreto. En medio de la música de inicio Jimmy miró a Erick como preguntando si era aquello lo que lo haría tan bueno como él, pero una cachetada con fuerza fue lo único que recibió. —Escúchame bien, idiota, no tenemos mucho tiempo, antes de contarte todo tengo que explicarte las reglas—, le dijo con una firmeza que dejaba ver de fondo un profundo temor, —en esta habitación hay una copia de la llave para abrir la puerta pero no te diré dónde está, el audio de la obra dura una hora, si se acaba van a acabar contigo, la música es lo único que los detiene, tienes cincuenta y nueve minutos para encontrar la llave antes de que te asesinen los payasos, y recuerda repetir los diálogos perfectos como te pedí, si haces mal la obra te arrancarán la lengua y los ojos como al personaje. Suerte, amigo, sobrevive y sé la estrella, pan y circo...—, dijo con un apagado brillo en la mirada antes de cerrar la puerta con llave, desde afuera apretó un botón y la obra se reinició en el parlante.

Jimmy no era capaz de moverse casi, no sabía qué era lo que le había hecho meter en los ojos, estaba muy mareado, la realidad le daba vueltas y los vestuarios parecían moverse en olas que iban y venían, hasta que la música que abría la obra le paró el mundo de golpe, uno de los payasos movió su cabeza hacia él y comenzó a hablarle, de alguna manera le parecía que tenía la cara del estelar pero con una sonrisa cosida y con ojos de botón, esto le asustaba mucho y recordó con terror lo que dijo Erick antes de dejarlo encerrado, todos los otros payasos y personajes se levantaron, no eran iguales a los que vio al entrar, estos estaban podridos y tenían formas que eran capaces de atemorizar a aquellos que los veían, Jimmy corrió hasta la puerta pero no fue capaz de abrirla, lo tenían rodeado, lo tocaban por todas partes provocándole escalofríos. Gritaba, pero nadie lo escuchaba, el miedo aceleraba su corazón y un dolor de cabeza lo hizo pensar en que de esta no iba a salir con vida, estaba muy asustado, no entendía qué pasaba ni el cómo las cosas habían terminado así, aunque en ese momento no tenía tiempo para pensar en eso, el payaso con ojos de botón había comenzado a decir las primeras líneas de la obra con una voz similar a la del estelar pero teñida por la desesperación, del parlante ahora solo salía música, nada de diálogos, los otros payasos también decían sus líneas a la perfección como personajes horrendos con tonos oscuros, pero el payaso no quiso continuar con sus líneas y comenzó a señalarlo, mostrándole sus manos hechas de agujas y acercándose tortuosamente hasta sus ojos, pero al comenzar a decir los diálogos con la voz temblorosa por el miedo el payaso retrocedió, y ahora solo los otros personajes lo acorralaban para lastimarlo mientras también decían sus líneas.
 
Mientras estuvo diciendo sus versos movía cada cosa buscando la llave, pero no la encontraba, ya había pasado mucho tiempo y tenía miedo porque conocía la obra y esas últimas líneas pertenecían al acto final, entonces comenzó a llorar, los payasos ya estaban preparados para asesinarlo, reían, miraban el parlante y lo miraban a él, pero Jimmy no soportó más esas miradas y se lanzó contra el payaso, lo sacudió con rabia y temor diciéndole que lo dejara en paz y de él cayó la llave por el movimiento, entonces la tomó y mareado salió corriendo, golpeándose con todo a su paso hasta caer al suelo lastimado, y así, se arrastró desesperado buscando llegar al escenario para pedir ayuda, los muñecos iban tras él, el payaso furioso le dijo desde la puerta de la bodega que le sacaría los ojos, la obra estaba por terminar, el parlante seguía sonando en su cabeza aunque estaba muy lejos y le parecía imposible poder escuchar esa música solo con tocar la madera del escenario, como si escuchara por los dedos, pero no pudo más, sabía que lo iban a matar, se arrastró aunque el esfuerzo era casi en vano, por lo menos quería morir en el escenario, irse como los grandes, logró llegar hasta el escenario, pero no encontró a nadie bajo el reflector, bajo las luces no había más que vacío, aunque todas las sillas del lugar se encontraban llenas de personas que lo miraban y guardaban silencio, como si de un bicho en el cristal de un microscopio se tratase.

Su momento había llegado y lo sabía, los payasos lo habían rodeado y lo inmovilizaron de manos y piernas mientras lo alzaban como a una cruz, el payaso sacó un cuchillo y reventó con él las costuras de su boca gesticulando de una manera extraña lo que iba a decirle: —Tú te lo has ganado, pero por haber logrado salir te permitiré decir unas últimas palabras antes de perder la lengua—, Jimmy recordaba esa frase de algún lugar, pero no tenía tiempo para pensar en eso y solo pudo responder con lo primero que se le vino a la mente: —Maldito seas, bufón, ¡maldito seas!—, escupiéndolo con rabia, entonces el payaso se limpió la cara y le sacó los ojos mientras se reía macabramente, Jimmy tras esto soltó el grito más horrible que había dado en su vida y a causa de esto abrió la boca en una mueca de dolor indescriptible, entonces el payaso metió rápidamente la mano en ella, le sacó la lengua y se la arrancó de un solo corte del cuchillo, jamás había sufrido tanto, trataba de gritar y de decir algo pero no era capaz, se desangraba, sufría horriblemente, cosas inteligibles salían de su boca y la gente aplaudía como loca sumidas en la euforia, todos se habían levantado de sus puestos y tras esto se cerró el telón, ya se había resignado, el dolor era tal que ya no lo sentía, pero sabía que ahí estaba, ahora solo le esperaba la muerte, pero al cerrar los ojos por un instante sintió un calor intenso en el rostro y al abrirlos estaba de rodillas en el piso y no le había pasado nada, no pudo explicar el cómo.

Las luces lo cegaban, estaba llorando y se había orinado en los pantalones, no había payasos, solo sus compañeros vestidos con los vestuarios de la temporada, todos lo felicitaban, pero no entendía nada, lo hicieron levantar y lo tomaron de la mano para hacer la venia al abrir de nuevo el telón, el público aplaudió la obra por muchos minutos, había sido la mejor de la temporada superando todas las puestas en escena de Erick y marcando la nueva cara que ocuparía el lugar de Sanders al dejar el teatro, todos los ojos estaban ahora sobre él, siempre había sido este su sueño, pero se sentía tan desorientado y triste que se quedó mudo y se marchó sin decir nada corriendo hasta el camerino que compartía por esa noche con Erick. 

La gente quería verlo, pero él se había ido, el director de la obra se acercó hasta Sanders y le pidió como último acto en su carrera que hiciera salir a la nueva estrella, porque el público lo esperaba. Cuando entró al camerino lo encontró llorando, se acercó y le puso la mano en el hombro, pero lo único que recibió fue un puñetazo en la cara que lo derribó contra la pared, como pagando una deuda pendiente, mientras en un torrente de preguntas le gritaba enfurecido: —¿Por qué me has hecho esto? ¿Qué ha pasado?, ¿por qué no estoy muerto?, ¿quiénes eran esos payasos?, ¿por qué me abandonaste así?...—. Erick se limpió la cara y le dijo con voz suave: —Lo único que hice fue entregarte el secreto que tanto me pediste, no has actuado la obra, la has vivido de la manera más horrible y como yo lo he hecho cada noche de función, bienvenido a mi teatro, has dicho los diálogos perfectamente, sabía que tenías potencial y hoy me demostraste que tienes talento chico, ven a disfrutar de tu triunfo—, le dijo limpiándose la sangre del labio, pero Jimmy le hizo caso omiso a estas palabras y lo tomó del cuello para levantarlo contra el muro, lo estrujó de la camisa y lo amenazó diciendo con un tono iracundo: —No quiero que vuelvas a acercarte a mí, si lo haces te mataré—, y luego lo dejó caer para poder salir del lugar antes de cometer una locura. 

Buscó entre las cosas del teatro y tomó la botella de alcohol del botiquín, caminó temeroso y enojado hasta aquella habitación, tiró todos los trajes al suelo y los roció con la botella, luego encendió un cigarrillo y se lo fumó rápidamente mirando con desprecio aquellos trajes, escupió sobre ellos antes de lanzarles la colilla para prenderles fuego, así se quedó un momento, viendo cómo ardían hasta quedar reducidos a una pasta negra chorreada por el piso, las paredes negras de hollín se habían calentado y la gente ya estaba preocupada por el humo que venía de adentro del teatro, pero cuando iban a ir a ver lo que pasaba, Jimmy salió de entre la humareda pisando firme y todos se quedaron callados, tomó de la base el micrófono y dijo alzando la voz: —Espero que hayan disfrutado de la obra, siempre ha sido mi sueño poder llegar a ser tan alabado por un público tan maravilloso como este, pero vivía engañado, jamás quise que pasara así… Por eso desde hoy anuncio mi retiro del teatro para siempre—, y no dijo nada más, soltó el micrófono y este rebotó contra el suelo provocando un ruido estridente que erizó de mala manera los brazos de todos, saltó del escenario y se escabulló escaleras arriba entre la gente, su rostro tenía un gesto de asesino, nadie se movió de su silla mientras él subía, estaban atónitos, el humo seguía saliendo y el hombre del piano improvisaba una música tensa mientras él avanzaba, cuando llegó a la puerta del teatro gritó: —Muchas gracias—, y la lanzó con rabia dando fin a la función. 

El portazo hizo un gran eco, hubo unos segundos de silencio, luego de eso la gente estalló en aplausos, no podían creer que aún tras acabar la obra tuvieran un show extra para el cierre de la temporada y menos cuando aún faltaban funciones, los actores siguieron el juego del público, no creían que aquello hubiera tenido tal impacto en las personas y Erick al escucharlo decidió añadirlo a la obra. La gente seguía aplaudiendo, esperaban el momento en que volviera a entrar para elogiarlo, los aplausos se escuchaban a lo lejos pero ya no le importaban, ahora solo quería olvidar. Erick presentó las dos últimas obras, pero no fue capaz de llenar los zapatos de Jimmy y se retiró del teatro derrotado, aunque solo se presentó una noche los críticos hablaron sobre su actuación durante meses, pero nunca más se volvió a saber nada de él...


Santiago Garcés Moncada.
Nació en Itagüí el 3 de junio de 1999, Ganó dos veces el 1° lugar en el Premio municipal de poesía y cuento corto de Itagüí (2018 y 2020), es co-autor del libro “Deshielos de tinta” (2019), su cuento fue publicado en “Medellín en 100 palabras” (2019). ha publicado en más de cuarenta medios diferentes en alrededor de doce países, entre latinoamericanos y europeos, es co-autor de la antología “Antes del 2020”. Actualmente es miembro del taller literario Letra- Tinta y es cronista de la revista Bohemia.

Foto de Ben Mack en Pexels


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