Los “no lugares o lugares de todos” tienen esa magia de sacarnos el tedio de una buena sacudida. En mi ciudad natal fue la plaza en homenaje a San Martín, donde aprendí a caminar y de premio mi madre me daba un abrazo cada vez que llegaba al monumento.
Siempre pensé que caminar era eso, hasta que me tocó caminar solo. Su mano se alejó, su presencia se hizo recuerdo. Quedé solo entre la multitud. Me senté a observarlos.
Un grupo de nenes jugaban en un monopatín algo gastado que en otra época fue color rojo. Un dejo