Y cuando menos lo esperamos…sin pensarlo, sin tener real conciencia ni conocimiento, llegó la tal Pandemia…
Y de un día para otro vimos alteradas nuestras vidas, nuestros estilos y costumbres, nuestras actividades, la esencia de nuestra vida misma.
Y nos dijeron que no podíamos salir de nuestros hogares…que no podíamos compartir más las reuniones con amigos. que no podíamos celebrar, que nos debíamos alejar de los otros.
Y vimos en la calle, en los ómnibus, en los comercios, en la vida misma a todas las personas cubriendo sus rostros, ocultando la estética de su personalidad física, y nos prohibieron los abrazos…los besos….los cariños….
Pero al mismo tiempo comenzamos a percibir que poco a poco por este enemigo invisible, empezaron a aflorar valores del Ser, de los que hacía tiempo no estábamos acostumbrados.
Y así comenzamos a ver cómo la gente saludaba al subir al ómnibus al conductor, y éste respondía……y escuchamos muchas “gracias” y muchos “a vos” y vimos mucha gente que al notar que subían personas mayores o con niños, voluntariamente cedían sus asientos, cosa no habitual hasta entonces.
Y en las escuelas y los liceos, compartimos clases en las cuales, muchos estudiantes que nunca habían hablado se manifestaban tan siquiera pidiendo aclaraciones ya que el nuevo elemento del tapabocas, no permitían escuchar y comprender correctamente.
Y cantaron más pájaros…y pulularon más especies de animales vagando libremente porque no había cazadores….
Pero a su vez, no todo era así, porque de un día a otro, el terror inundó a los hombres, sacando también de lo mas profundo del alma, sentimientos de discriminación, de temor, de aislamiento, de negación a la ayuda de quien lo necesitaba,…porque el terror estaba presente. Muchos al principio no lo evaluaron, no le temieron, pero tarde o temprano a muchos de ellos, la vida los llevó a estar en un paupérrimo y solitario cortejo, acompañando el cuerpo de un familiar, de un amigo cercano, sin siquiera poder darle el último adiós presencial, pero solamente acompañando el lento transitar hacia el crematorio del Camposanto.
Y las aguas se hicieron más limpias porque la gente encerrada no tiraba sus deshechos contaminando la Naturaleza, y por todo ello un día nos preguntamos….”esta mala Pandemia acaso, no hizo aflorar aquellas bondades esenciales del Ser que estaban adormecidas”..?
Jorge Roqueta Muñoz. Montevideo, Uruguay. Docente de Lenguas en Enseñanza Media. Ha publicado ensayos, narraciones y poesías en Medios Locales e Internacionales.
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