¿Estás despierto?, un relato del escritor uruguayo Fino Sosa

¿Estás despierto?
 
Daba vueltas en la cama intentando conciliar el sueño. Solo.
Entreverado en la nebulosa de una duermevela maldita, sentí crujir la puerta del cuarto al abrirse y el sonido seco al cerrarse después. Percibí que se ahuecaba el lado vacío de mi cama. Su boca se acercó a mi oído y desde allí nació un susurro, ella me preguntó:
- ¿Estás despierto? Gabriel, ¿Estás despierto?
Me atrapó su perfume gastado por la madrugada y el aroma familiar de humo y alcohol.
-Gaby, me siento mal -llegó a decir antes de dejarse caer de espaldas y apoyar la cabeza en la almohada. Ya totalmente despierto, anudado entre las sábanas revueltas y ropa a medio sacar, la luz me llegaba bloqueada, difusa desde las rendijas de la persiana. Buscando a tientas una referencia, la toqué, percibí el movimiento de su cuerpo que lentamente se volvía hacia a mi. Lo noté al sentir su aliento a pocos centímetros de mis ojos.
-Por suerte te despertaste -la escuché decir- ¿No tenés idea de que hice, verdad?
-No –respondí mintiendo al notar un poco de tristeza en su voz cascada por las pastillas y el alcohol.
-Pues es mejor así.
Su perfume abrumador y dulce invadió mis pulmones al respirarle sobre la huella de su cuello que me atacaba aplastando, machacando sobre mi nariz. Sentí un ligero temblor sobre mi pierna cuando ella apoyo sus rodillas que ardían bajo el fuego del sudor. Estaba totalmente desnuda. Sus manos no me tocaron y comprendí que las tenía apretadas entre los muslos, el eco de su cuerpo dejaba escapar el deseo contenido tras en un violento espasmo.
-No te muevas por favor -me rogó con voz temblorosa y apagada por la almohada. Mis sentidos comenzaron a bucear en las aguas de mi propio deseo, imaginando los movimientos acelerados y frágiles de sus dedos dentro de su propio cuerpo.
-No te muevas -repitió y apagó su voz con la almohada. Luego de unos segundos, sus manos buscaron mi boca, mojaron mis labios y mi nariz llevando mi mente a lugares plenamente conocidos. Busque besarla y sus manos detuvieron mi cara impidiéndome el más mínimo movimiento. 
-No Gaby, no te muevas -volvió a implorar.
 
No sé si comprendiendo mi deseo o satisfaciendo el suyo, acarició mi pecho lentamente buscando bajo la camisa. Recorrió mi vientre dejando una estela de escalofríos, mientras metía un dedo aún húmedo en mi boca. Ya no me importaba saber su destino o el mío, ni su cara o en qué lugar nos encontrábamos, el deseo bloqueaba toda intriga, todo engaño, yo solo quería, solo necesitaba tocarla, recorrerla, besarla y sentir el calor de sus entrañas en mi. Desprendió paciente mi pantalón, rozando levemente mi entrepierna provocándome un temblor y una erección incontenible. La escuche toser, estremecerse y contraerse.   
-Gaby, báñame, me siento mal -me pidió.
Le ayudé a levantarse entre tumbos y gruñidos la llevé hacia el baño. Mientras la sostenía aferrada de la cadera, coloque un banco bajo la ducha, la ayude a sentarse y casi en simultaneo apoyo la espalda contra la pared. Abrí la canilla de agua fría y lentamente la de agua caliente, logrando la tibieza justa que su cuerpo reclamaba. Tomé su cara con mis manos ayudando a que la llovizna refrescante cayera por su frente y le diera el respiro que tanto necesitaba.
-No prendas la luz, por favor -dijo.
En penumbras, deslicé la esponja totalmente mojada y llena de espuma, por su cuello, por sus brazos y pies. El agua caía casi en cámara lenta por su pelo, dibujaba vetas blancas de jabón y espuma que quedaban atrapadas en los vellos de su pubis. Ella, envuelta en hipnóticos espasmos abría con lentos movimientos sus piernas.

-Gaby lavame por dentro. Dejame sentir tus dedos dentro de mi -balbuceó.
Acaricié sus pechos firmes, sus pezones oscuros erguidos, recorrí al detalle su cuerpo duro y hermoso. Su piel lisa, tersa, morena y suave. Sus ojos cerrados, la boca entreabierta y sedienta, pedía por mis besos, por mi lengua, por el placer que nos debíamos. Deslicé mis dedos sobre su pelvis y lentamente comencé separar sus labios de su vagina, que estaban resecos, apretados. El agua tibia comenzó a humedecerlos y fui más profundo con un dedo invadiendo con lascivia su tesoro y el mío.
-Así amor, así -imploró con deseo. 
Sus gemidos y sollozos de placer invadieron como un trueno el silencio del baño, sacudía la cabeza de un lado a otro sin separarla de la pared, sus movimientos y los míos se aceleraban de forma frenética mientras ella con voz entrecortada me pedía:
 
-Haceme tuya ahora Gaby, cogeme, cogeme por favor.
Pero ella se retorcía apretando mi mano con sus muslos, atrapaba mis dedos en su profundidad exquisita, no me dejaba salir, no me dejaba mover, como siempre. El gemido final llegó desde sus entrañas y estalló en su boca, el alud de un orgasmo implacable murió entre mis dedos y se disolvió en el agua tibia que caía desde la ducha. Abrió los ojos, pude distinguir el destello de su mirada traviesa y satisfecha, implorando por un beso tierno y duradero. La besé con calma, con amor, con deseo, sequé la humedad de su cuerpo, de su pelo y la llevé hasta la cama. Tapé su cuerpo relajado y paciente con las sabanas rojas que tanto amaba. Encendí un cigarrillo, salí del cuarto, gané la calle. Exhalé la tensión de mi propio deseo, calcé las manos en los bolsillos mientras apagaba el pucho con un pie haciendo pequeños círculos contra el suelo. Apagué también mi amor propio, dispuesto a perdonarla, mientras buscaba un bar donde saturarme yo también, de humo, alcohol y olvido.



Adrián "fino" Sosa: Montevideano. Lector, melómano, "escribidor". Durante los años 80, coordine y edite diversas revistas alternativas en forma independiente (Atrás de todo, Culos de botellas, Perro Andaluz) que divulgaban poesía, dibujos, arte callejero y música: el nervio latente bajo la aparente inactividad de esos años. Publiqué de forma artesanal libros de "muy mala poesía" de distribución gratuita "El Grito", "Lobos en la Buhardilla", "Lo que quedó allá arriba " y " Cuadernos Mojados". Actualmente participo en el taller de creación literaria "La Tribu" que dirige y coordina Alberto Gallo, escritor y periodista cultural. Colaboro en la revista literaria digital "La Atemporal". He publicado en coautoría el libro de relatos “El Gen de la Bestia.
Correo electrónico:  fino38@montevideo.com.uy    
Llevo adelante el blog: Luces de la city  

ILUSTRACIONES: La imágen ha sido remitida por el autor de la obra.

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