El único testigo de su deambular errático, era una imponente luna llena consciente de su efímero esplendor. En breve tendría que recoger sus plateados rayos y dar paso a los del sol, que librarían del anonimato los rincones mas oscuros de la calle.
Él prefería la luz tenue, por la sensación de mantener en el anonimato los rincones más oscuros de su alma.
El sentimiento de culpa, estaba atrapado en el laberinto de sus reproches, provocado por el