«La muerte que no se pudo comprobar», un cuento de Graciela Enriquez perteneciente al libro: «El indigente y otros cuentos»

Llego el martes13; en la comisaría todavía no hubo ninguna llamada a las clínicas y hospitales públicos de la zona, tampoco durante toda la mañana y tarde de aquel día. 
Uno como cualquier otro; solo lo de siempre alguna picadura, una leve quemadura, una quebradiza y algunos esguinces sumado la rutina de toda guardia.
El cambio de esa guardia diurna trajo un llamado al 911 al dar las 22hs. Fue solicitado para una ambulancia, un extraño accidente ocurrido en esa noche. 
Fabiana Francesetti , descendiente de padre francés y madre latina, hermana mayor de cinco hermanos, dos mujeres y tres varones. Ese día su agenda era normal; universidad, trabajo, algo de compra, un encuentro con amigas para cenar y la última parada visitar como estaba su madre e ir a dormir. Pero el destino le deparaba otra ruta, otro camino para desembarcar.
Estaba fuera de su coche tirada a unos metros después del accidente aquel... ¿Cuál accidente?
No había otro auto chocado, no había otros muertos, no había testigos.
¿Qué pasó allí?
Tenía rasguños en la cara y en sus brazos, sus piernas quemadas por habérselas rayado contra el asfalto el impacto fue fatal. Al llegar a la morgue, el forense debía dar la información correcta a los oficiales, fue cuándo comenzaron una serie de acontecimientos insólitos para una morgue o tal vez eran los correctos para la antesala del cementerio.

-¿Doctor comenzamos?- otra médica forense.
-Sí, Gisel comencemos- contesto el doctor.
-¿Y el cadáver?- una pregunta llena de asombro, temores y respeto por el más allá.
-Estaba... Aquí yo la revisé ante el oficial que pidió en lo urgente posible causa y efecto de su muerte- contesta también asombrado.
Después de mirar a un lado y al otro, el cuerpo, lastimado e inclinado de cuclillas, escondida entre camillas y mesas obviamente y totalmente desnuda, ¿acaso Que pudor podría tener?, ¿Acaso no estaba muerta?, pués todo se tornó muy confuso.

El forense hizo un paso para atrás su ayudante dejo caer unas pinzas de su mano al suelo e intuitivamente camino para atrás al ver a la joven muerta-viva casi sentada entre la mesa de un lado la pared de aquella fría sala
-Hola... Buenas noches, querida. ¿Cómo te llamas?- a media voz entre cortada el doctor.
Ella los miraba a ambos con sus ojos fríos sin casi iris, los tenía muy vidriosos y opacos como si fueron tapados por un velo, aunque veía a través de ellos, por lo menos eso se notó al intentar comunicarse con ambos médicos e intentar responder a la primera pregunta que le formularon.
-No lo sé, no me acuerdo- dijó sin reparar que estaba desnuda.
-Quieres taparte con una sábana?- el doctor
-¿Porqué debería hacerlo?- Dijó sin entender.
--Cómo tú quieras, pero relájate e intenta recordar que paso- firme y dulce la voz.
-¿Doctor quiere un vaso con agua?- dice Gisel su ayudante al verlo y escuchar su voz qué garraspaba en su garganta
-Si por favor tráeme un lleno- contesta
Al regresar con el vaso, la chica, pudo ver que la occisa-viviente se relamía y sentía la necesidad de beber agua, entonces le pregunta:
-¿Quieres un poco?- el doctor.
Mientras que tímidamente o quizás soló era desconfianza, se acerca a él y toma el vaso bebé de un solo trago y siente que se desvanece.
-Gisel, tómala del otro lado- señalandole a la joven mientras él la agarraba de un costado para qué no dé contra el piso. La suben a la mesa aunque parecía dormida no latía su corazón, no tenía pulso, pero pestañaba cómo si soñara.
-Gisel, nadie debe saber que está pasando aquí, ¿Entiendes?- 
-Si, doctor- contesta
-Ve y fíjate si alguien denunció de una desaparecida o alguíen qué llamó por ella- 
-Si doctor- pareciera que fuera lo único que podía responder y continuó. 
-¿Usted va estar bien... A solas con ella? - muy nerviosa y sobresaltada.
-Si, si ... ve y vuelve con noticias. Sólo compórtate Comó tú, como siempre- y le cierra la puerta de la morgue. 
Allí el Médico forense comienza un cierto monólogo con él mismo y su tan rara paciente.
-Haber, haber niña. ¿Qué te hicieron?. Así seguía preguntándose mientras la revisaba y auscultaba las heridas para que el cuerpo hable por sí solo, como todos los cadáveres lo hacen, fue cuándo nuevamente ella abrió los ojos.

-Ya me acordé... Me llamo Fabiana Francesetti, soy universitaria... Y antes que puedan continuar el doctor le pregunta:
¿Que estudiaba o estudias niña?-le habla claro y conciso, sin más miedos. 
El era Médico de muertos. ¿Por que asustarse por uno de ello?
-Ahora qué lo pienso también estudiaba medicina, quería ser pediatra- La muerta viva.
-¿Y no lo quieres ser más?-El forense.
Pregunta que parecía tonta, pero él lo decía con mucho fundamento, esperando una respuesta inmediata.
-Creo que ya no voy a poder serlo más. ¿No?- La chica resignada sabiendo que había fallecido. Aunque no sabía el porque de su actual estado entre este mundo de los vivos y el otro en el más allá. 
-¿Tu entonces Fabiana, estás consiente, (si se puede decir así), que estas cruzando la línea más allá del horizonte de la mortalidad?- 
-Si doctor.¿ Pero por que aún siento y parece que vivo y respiró aunque ya no tengo aliento?- Ansiosa por saber que podía contestar el forense
-No lo sé niña, no lo sé. Científicamente Comó profesional tengo que firmarlo sellar tu acta de defunción. Y como cualquier ser humano, tal vez creyente en algo superior en alguna divinidad. (Podríamos llamarla Dios), te está dando un pequeño tiempo para reparar alguna cosa que pueda servir para alivianar tu karma - Médico 
-Usted práctica alguna religión? Ella
-No, ninguna. Creo que existe algo universal - él.
- Me acordé...- Se calla, se pone triste y con angustia recuerda a su familia.
-Mis padres, ellos no saben aún que estoy aquí con usted. Mis hermanos se pelearán por mi habitación...- Y pareció sonreír.
-Fabiana, no sé cuánto más estarás en este estado. ¿ Dime que sucedió? El médico firme.
AI dialogar paciente y doctor en una situación extraña, así y todo sabía que le pasó al leer sus daños físicos, pero quería que ella acepté lo ocurrido para marcharse tranquila.

-El coche se detuvo, parecía no querer funcionar más, una luz fuerte me encandiló. Ví un camión gigante con unos faros inmensos iluminando la calle, y yo creo, qué salí de mi auto, por el impactó que le dieron. Luego seguía viendo esa misma luz más radiante, el camión ya no estaba, creí verlo marcharse entre las sombras de la noche. Unas personas se me acercaron y me levantaron, ellos me ayudaron cuándo... La calle desapareció la luz pareció disiparse uno se... Creo que una nebulosa se extendió por todos lados y ya no veía nada, sólo escuchaba voces que me decían que me quedará tranquila, que ya vería todo mejor y será lo que tenga que ser.Hasta que gritos y más gritos, personas vivas me rodearon viendo cómo alzaban mi cuerpo a la ambulancia. Veía y escuchaba qué preguntaban que había ocurrido. La ambulancia se iba y cada vez más lejos con mi cuerpo en ella y yo quedé llorando allí. Nuevamente pareció desmayarse.
-Gisell, pasa, pasa- médico.
-Doctor ella llegó acá por una llamada al 911 hecha por un desconocido. La policía ya ubicó su casa, supongo que a esta hora estarán avisándole a su familia.
-Ok, pero Gisell, aún no está totalmente del otro lado, ni de este - El médico
-Se a ciencia cierta que esta muerta doctor, pero al verla allí despierta hablando mi mente no puede aceptar que murió- dijó la joven ayudante.
En eso se escucha griteríos, lamentos, llantos profundos y muy dolorosos; la furia de padres que quieren ver el cadáver de su hija. La policía que intenta sostener la situación, que intenta consolar a esa familia desbastada a la que nada, ni nadie en aquel instante puede controlar; entonces Fabiana ve todo aquello y vuelve a entrar en su cuerpo.

-Mis padres están afuera, es injusto que tengan que perder una hija. Pero yo estoy bien, no me siento mal sólo que tendría que tener más tiempo. Porqué necesito revisar mi vida y encausar mi muerte hacia otro tiempo más lejano y no ahora- terminó diciendo ella.
-Niña ese tiempo se agotó, debes aceptar que tu presente es este; regresa al estado espiritual y allí ver en que te puedes desempeñar. Y no sé realmente en qué o que sería eso- Doctor.
-Dios, universo y todo lo que en este plano hay. Devuelve me a la vida y yo prometo serles fiel aceptando que hay vida más allá de la muerte. Quiero y necesito otra oportunidad- Así rezaba la muerta, así rezaba y sentía Fabiana, así el misterio entre la vida y la muerte se había unido con un paso fuera de este mundo y las ganas de seguir viviendo en él.

-Doctor... Vístame porqué sé que regresaré- Y se durmió.
Lentamente el ritmo cardíaco se hacía sentir a través de su corazoncito, sus pulsaciones lograron ser escuchadas, el pálido de sus mejillas comenzaron a tomar color. Su rostro se sonrojaba como su cuerpo todo. Su cabellera volvió y mientras el médico y Gisell, su ayudante, observaban atónitos aquella escena tan inusual, tan irregular salida de un cuento de ficción. Los dedos de sus pies y manos se comenzaron a mover muy lentamente y la ventana de su joven vida se abrieron, al abrirse sus ojos azules y su iris destilaba vida y energía, su mirada ya no era fría sino con calor y fuego de vida la que no tenía hacía unos minutos. La tomó de la mano, la ayudaron entre los dos a ponerle el camisolín hospitalario y decirle:
-Bienvenida Fabiana a la vida- el doctor sonriente. 
Ella también le sonrió pero parecía aún adormecida cuándo empujaron la puerta de la morgue, los policías fueron los primeros en verla despierta-viva, sentada en la mesa de la morgue y antes que sus padres se infarten, piensen cualquier cosa, antes que alguíen decidan demandar al hospital... 
-Disculpen señores. Esto es una morgue a la cuál me trajeron una hermosa joven que tuvo algo llamado catalepsia; sus latidos bajan a un estado tan bajo y se los creen muertos aunque no lo estén- Y los miraba a cada uno de los dos, sin saber que dirían si supieran la verdad.
Si lo qué dijó el doctor era verdad o no, ya no importaba...ELLA ESTABA VIVA.
Los padres esperaban en el pasillo sin entender, la policía hablaba con el forense mientras que Fabiana Francesetti salía caminando de la morgue; el destino le había dado otra oportunidad, una segunda vez para dar prueba de su fe hacía lo desconocido hoy tan conocido. 
Esta vez fue una muerte que no se pudo proba, porque el más allá decidió esperar.







Graciela Enríquez, argentina /BsAs. 26 de septiembre de 1962 empezo a la edad de 10 años a escribir y se introdujo en su gran pasión «La colección de Robin Hokk». A los 55 años pública el primer libro. Y detras de él fueron naciendo los demás Cuentos de hadas y fantasías (2017). Ela... La heredera (2018). El indigente y otros Cuentos (2019). Ha participado en diferentes antologías nacionales e internacionales y da vida a un Diario literario mensual de Cuentos de hadas y fantasías. Donde invita mes por mes a diversos artistas de todas las ramas del arte así como escritores y poetas a participar y compartir sus obras y trabajos.  

Email: enriquezgraciel9@gmail.com  
Instagram: @gracielaenriquez5
Página y grupo Cuentos de hadas y fantasías. Titulo de la obra: " El zapato de María Antonieta" / cuento de ficción. 

Photo by Catalin Pop on Unplash (public domain).

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