Madrugó el domingo para ir al cementerio. Era 12 de abril de 2099 y se cumplían diez años de la muerte de su abuela. Llevaba en las manos un ramillete de nomeolvides y un rosario de preguntas. Sentada frente a la tumba comenzó el interrogatorio:
— Porque husmeaban, metían sus narices en asuntos ajenos, hablaban con certeza de lo desconocido, tenían sonrisas ficticias dibujadas en los labios. No hubo otra opción que taparles la nariz y la boca por un tiempo.
—Wow —dijo la nieta— ¡Las caras cubiertas me dan pavor!
— No temas —replicó la difunta— Peores son los hombres sin máscaras a los que no se les puede leer los ojos.
Mientras conversaban llegó el sepulturero. La joven, aún de espaldas, lo escuchó cuando dijo:
— Según la leyenda, a inicios de siglo hubo un virus mortal que condenó a la humanidad al uso del cubrebocas.
— ¿Y por qué algunos prefieren usar escafandras ahora que todo ha pasado? — preguntó mientras volteaba para ver la cara de aquel hombre. Era un rostro que solo tenía ojos.
Lisett D. Páez Cuba (Cuba, 1987). Profesora de Derecho y escritora. Doctora en Ciencias Pedagógicas por la Universidad de Pinar del Río. Miembro del Taller de creación literaria José Álvarez Baragaño y del Proyecto Laboratorio de Escrituras. Poemas suyos aparecen en la Revista Íkaro, de Costa Rica, y en la Antología “Cien Poemas para un verano”, de Sevilla, España.
Fotografía de Connor Botts (en Unsplash). Public domain.
Gracias por la oportunidad de sumarme con palabras a los Herederos del Kaos!!!
ResponderEliminarOjalá "El siglo de las máscaras" sea solo ficción y despertemos de una vez de esta pesadilla.
Saludos!!!
¡Lisy muchísimas felicidades por tú éxito!.
ResponderEliminarDefinitivamente esto hay que releerlo, somos conscientes de las consecuencias inmediatas de este virus mortal, pero las mediatas son imprevisibles. Éxitos Lisett!!! Me encantó este relato. *****
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