Caminé por un pueblo donde las casas estaban envejecidas, las tejas rotas, las calles agrietadas, los postes de luz caídos, la basura esparcida; todo estaba corroído. Miré por todos lados y no vi señales de vida, el lugar era fantasmal. Absorto ante la situación, traté de buscar a alguien, que me explicara dónde me encontraba.
Estuve por el sitio durante un rato, pero luego fui sorprendido cuando escuché un bullicio, mi corazón latió con fuerza, de modo que miré hacia los lados, y de pronto apareció un gentío que bajaban por una cuesta. Entonces me corrí hacia un lado, porque la gente pasó frenética. Las personas batían airadas escobas, machetes, rastrillos y palos.