«Desde mi ventana», un relato de Edinson Martínez perteneciente al libro «Una historia por descubrir»

El recuerdo es el perfume del alma 
George Sand

Si la vida es un sueño. Un prolongado y repetido sueño al que nos convertimos una vez conocida la vida. Puede que ahora, tal vez sólo seamos uno de ellos... ¿Cómo podríamos saber si acaso no lo somos?... ¿Qué nos hace decir lo que realmente somos? No hay manera de saberlo.
–Tío... ¿qué ves? 
– Las nubes y las montañas, ¡qué grandes son! 
– ...Y tú, ¿qué ves...? 
– ¡Levántame para ver... no alcanzo! 
– ¡Sí, es cierto! ¡Ven para cargarte!  

Selección de poemas de Yamila Greco

X

Tragar
noche
hasta
morir
en
altas
ventanas
de
luz

abro mis piernas
en plena búsqueda lunar
y encuentro conejos

Panfleto de cuestionable filosofía: Aleister Crowley y El libro de la ley

En la ciudad egipcia de El Cairo, Aleister Crowley, acompañado por su esposa, Rose Kelly, comenzó a recibir un extraño mensaje de una entidad que se hizo llamar Aiwaz. Esta entidad le dictó a Crowley los tres capítulos que conforman «El libro de la ley» en tres noches consecutivas: 8, 9 y 10 de abril de 1904. En este post rescatamos algunos de estos mensajes alterando su orden. 

I

13. Estoy arriba de vosotros y en vosotros. Mi éxtasis está en el vuestro. Mi goce es ver vuestro goce.

«Dos poemas del escritor y poeta italiano Gian Ruggero Manzoni», en traducción de Yuleisy Cruz Lezcano

IL COLIBRI’

Dal come si muovono nelle piccole cose
scorgi l’indole degli esseri viventi; 
quindi, chi piccolo, 
ha già di suo la grazia 
e la gioia della rugiada
nonché il sapore del polline
nella sua aureola alata.

IL CAPIBARA

Sei il roditore più grande
e, nella lingua guaranì,
ti conoscono come 
“colui che mangia
le foglie sottili”.
Anche tu ami la famiglia, 

Un texto perteneciente al libro «El invencionero» de Denzil Romero


Una tarde del último verano que pasé en Francia, vagabundeando por los campos de Perigord, cerca de un castillo que se llama Maruelh, entré a un taberna. La indudable construcción románica del edificio, sus paredes de grandes masas de piedra, su techumbre de bóveda de cañón seguido, los arcos de medio punto que se abrían en el interior, sustentados sobre pequeños haces de columnas geminadas, hiciéronme sentir ilusorio, a muchos siglos de distancia. Gonfalones y arambeles de colores desvaídos ornaban inánimes los muros. Una anciana chimenea cubría buena parte de la pared de fondo. Junto a ella reposaban los bultos de podaduras de castaños, olivos y

Dos poemas de Francois Villanueva Paravicino

Las cenizas del ocaso

«porque la noche está de ojos abiertos» 
BENEDETTI

El arrecife de coral, al pie del abismo, era un dulce
que paladeaba la hioides, la hioglosa y el septum medio.
Podía alucinar aquel efecto de hachís como si bebiera el vino
y en mi sonrisa relampagueaba el invicto de las tragedias del arconte.
Eran huracanes cuyo ojo yo domaba con látigos,
sentía el poder cubriéndome de crueles carcajadas y yo, ileso, 
disfrutaba las ofrendas como la artemia salina de lo efímero.
Vislumbraba aquel sendero de espinas y rocas abruptas,

«After Dark» de Haruki Marukami, un artículo de Juan Martins

Marukami, nos introduce en esa relación de alteridad con la realidad. El tiempo se da en el contexto de los personajes. Quiero decir en el lugar del pensamiento de éstos. Pero cada realidad no es más que el fragmento de un tiempo, la estructura fractal de esa realidad se presenta al lector en diferentes tiempos que a la vez le son simultáneos en la recepción de aquel lector, el cual se desplaza durante las siete horas en el que se define el tiempo del relato: lugar y espacio se introducen mediante imágenes de lo urbano para su representación en la mente de quien lee (una dinámica abstracta en la que la formalidad del lenguaje se construye de manera heterodoxa, abierta). La ciudad es una metáfora, un giro

Rolando Reyes López: una selección de sus poemas

A una muchacha que espero

Una muchacha se asoma,
golpea mi puerta,
retira las llaves de la cerradura,
me enseña sus heridas,
dice algo sobre la gravedad del tiempo,
recoge mis poemas
y desaparece.


El poeta presente 

Yo soy uno de esos toros azules 
que alguna vez vino de las barandas del tiempo
mientras otros poetas disfrutan las cervezas 
y de las señoras de vestidos

Desde Oaxaca: «Si no los perros, la gente», un relato de Antonio Pacheco Zárate.

Los perros aullaron la noche entera. El eco de sus aullidos provocó el canto atemporal de las cigarras y apresuró los insomnios de marzo; por eso don Simón se levantó de mal humor.
—Como si no fuera bastante con ese enjambre que no nos deja vida —le dijo a su esposa.
—Se va a morir alguien —respondió doña Sara y subió una olla de peltre al brasero.
—¿Pudiste dormir y lo soñaste?
—Lo soñaron los perros. Por eso aullaban.
Apoyó el hombro en la jamba y perdió la mirada en el verde de las montañas, donde en tiempos remotos había aparecido la milagrosa imagen de la virgen del silencio.

Versos para mi muerte: Liz Gallegos

Desde la ventana entreabierta de esta habitación violeta
Contemplo caer hojas secas por el viento
Crujen oxidadas las bisagras
Y en penumbras me desnudo frente al espejo
Mienten mis pies
Porque no saben cómo decir que el tiempo se me acaba 
Y que no podrán soportar más este cuerpo cansado.
Dejo caer la ropa al piso y me detengo
Me detengo ahí
Donde la muerte dejó una cicatriz
Cuando se presentó frente a mis ojos incrédulos.

¡Vamos a destruirle la vida!, un texto perteneciente al libro «Jezabel» de Eduardo Sánchez Rugeles

Mira-qué-triste perdió su encanto primerizo. La rutina de recrear miserias ajenas no tenía efectos inmediatos y prácticos. Nuestra imaginación había desahuciado la totalidad del entorno. El último año del colegio fue demasiado largo. No pasaba nada. No hacíamos nada. Solo fumar, tomar ácido, tirar, ver porno en casa de Cacá, dar vueltas por Caracas en la camioneta de Flema, volver a fumar, volver a tirar, cansados, sin ganas, excitados por inercia. Y fue allí, en ese ciclo de placer domesticado, entre las sábanas sucias, donde Cacá inventó el más desalmado de todos nuestros juegos.

Desde Ciudad de México: «Advertencia», un relato de Adrián Lara

Aproximadamente, las siete cuarenta y tres. Los camaradas arrasaban en la cancha y la bola iba y venía en oleadas y manotazos con estilo. El encargado de la música había puesto algo suave que, lejos de fastidiar el ambiente nocturno de la calle, armonizaba con el ritmo del juego de todos contra todos: rap de la vieja escuela, principios, mediados de los noventas americanos. ¿A quién diablos le importaba si entendían o no las letras de protesta, opresión y violencia? Por fortuna, ninguno de los presentes consumíamos ilegalidades –ni polvo, ni pasto, ni trago alguno–. Sólo corríamos, competíamos y pasábamos el rato lejos de los problemas, la delincuencia, la pereza…

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Vindicación del Caos · por Alberto Jiménez Ure

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