Antes de salir de la habitación, Lucian Dregler anotó unos cuantos pensamientos sueltos en su cuaderno.
Lo siniestro, lo terrible, jamás nos engaña: el estado que nos aporta es siempre un estado de lucidez. Y sólo ese estado de descarnado conocimiento nos permite una comprensión total del mundo que tenga en cuenta todas las cosas, de la misma manera que la gélida melancolía nos permite estar en pleno uso de nosotros mismos.