Por ocasión de la despedida, que no serás tan larga como el tiempo entregado a sus funciones de embeleco y paseador de suelas, va a remetirse el presente a una consecución de bromas o afiches mal pegados en la frente del iluso, pasión o incógnita del enclochetado, verás y creerás o paso al disminutivo, la puerquecita se resbala del caracolino y nadie la recibe, o le pasan las manos cuando su cadera ya se desentona del conjunto, formación perniciosa del que
cae sin ser recibido, por mucho que llame grite y lo quieran agarran, y los brazos del ayudante que levantan al ya caído como si estuviera cayendo, pero la goma se resiente y las arrugas se enfilan y del vocablo dolor solo se entiende quítese o no siento las piernas; o el hombro en caso de trastabillar por una pierna de esqueleto, menino pasmado en hambres y sin quien le sirva a cucharadas el caldo de pollito nacido al seno de una cobija de nudos carrasposos, y ahí el dolor sería horizontal valedero de sobadas por mano cantinera, blanca y semejante a la del padre pescador, fin de la invalidez por golpe en bus de carga humana semihermética, cartuchos para las estaciones con senderos de herradura que conducen al buró que expele, saca al miserable del medio para endosarlo en porquerías varias, una devoción rastrera que es mucho pedir en tan pocos años de verse como un mendigo y sin molares para responder a la carne de animal desconocido, se sabe probándolo y regurgitando que faltan otros por comer, son de gallada amplia, enredados pero cumplidos en las comidas a no ser que se les pase el horario, por ende se los verá en almuerzo con desayuno y en cena con media mañana, amplios que son cuando los invita el tío de problemas gastrointestinales, presidenciable con medidas para cerrar los ojos, partes médicos sobre edema, sangrado intercerebral, lesiones craneales, presión intercraneana, bala alojada, craniectomía descomprensiva y neurocirujanos, resquemores y desgracias que no se esperan en uno, por ejemplo Miguelito con lo anterior o Andrea con las siguientes, difícil la cosa y más si persiste en la riqueza de lesiones y de santos encomendados a la recuperación con posibles traumas, y a ello hay que sumar, porque no requiere sino de mesas de café y vasos llenos, los que van a sacarle provecho al recurso del hablo, a la baba cargada en apunte de mediador o guerrerista, en todo caso tiro al aire y caballos en la panura de nadie comprende, recibe una mujer doblada, en la cera, con doce o veinticinco tarros chupados, amarillos, de diferentes marcas y presentaciones, sacol inhalado en una esquina de Villa Paula, de reojo por los sentados con los dedos entre la malla de la Clínica, y el comentario, opinadores que son los entretenidos en vueltas, sobre la resistencia del cuerpo y cuán mal responde a un libresco desfondado, sin credenciales ni tarjeta profesional, avispado para hacerse el muerto, cualidad no justificante en concursos de dobles, porque si lo invitan se desmitifica y aparta las manzanas como si fuera cajero de fruver, lo que es mejor una monita empolvada, cola de caballo, camisa por dentro y tecleo con una sola mano, bolsas se nos acabaron gracias por la compra; pero ella cumple su turno y el doblado se escinde en las dos varas de calle, la parte donde abrieron hueco los dos obreros para arreglar un tubo mal pegado, lindo el jardín que recibe la polución y no la deja entrar llena a las cigarrerías y a la funeraria que nos tuvo al patriarca, y toma asiento en la mesa de la pastelería, se lambe las servilletas, rodea el círculo y ve la variación de las corrientes de aire como una falda alzada y el carro desde abajo permite observarle el todo que incita a lo mínimo o saca de sus arcas la pertenencia intocable, contentillo que no va a traspasar los rostros de lo verificable, cuando la burguesía se lanza a dar a conocer a todos los minúsculos la terminación de un meñique cortado en verdad difunde y hasta detienen al tío que va al hueco vertical, le dicen las seis o nueve palabras del título, le dicen que el pobre no lo es, le rezan el apellido y lo meten para que llueve al mundo de los informados eternos la cuantía de la operación, las consecuencias, el estado de sus familiares y los comentarios facultativos grabados por una enfermera divulgadora nacional de conferencias en descanso; «sabe uno que vive», libretita, por el Primer Congreso Mundial León XIV de la Federación peruana, lo que pone a andar el año y no el José María Córdova ni lo que se venga en Santa María o en Risaralda, solo comparable con un encuentro de pedido a la carta más bolso y una misiva de regalo a quien soba al hombre de las premoniciones, discípulo de voces y rellenador de carpeticas descuadernadas, por ello que facilitarán el encuentro y la premonición, sabroso tenerse por futuro en ahora callado, y la venganza que se recomponga, cobre matices y arremeta con la punta del ciego a lo malhablado, cristiana línea de resurrecciones en el valle de la madera y los agujeros, bastión infranqueable reunido por botellitas de arena quebrada pusieron a las mirranguiticas cabezonas; el exceso, «rebuznando de alegría», también debe ser extirpado a soplete del cuello del suegro urraeño que no lo sabe tampoco se lo he confesado falta quitarse de en medio un brazos de liana y ganarme a los blancos cebados en fiestas de seis horas largas porque el madrugo y los camiones se apresuran, cargados, a saltarse pueblos y robar mercancía para el pan del colegio y la torta del cumpleaños en Betania, los preparativos para comentarle a una esteta en diario de lectura sus cortos y viejos, anticipo del jueves con el trago comprado y oculto del contador de cervezas en recibos, porque no lo merecemos y lo planeamos, el goce que nada determina, la amistad encontrada para refrendarse la copa y el gusto, orejones del comentario rojo o la parca muestrería, apeñuscados en el cuero roto, probando de la cabecilla los soles gustosos, preparando para la casa la excusa que recomponga el genio del santo guardado y los frijoles para la combustión de la tula rellena; pero lo entonable es que «el lector resulta el ingrediente teleológico de la literatura» y el aplastado en la lid atávica de poner el brazo en el hombro para devolver la cabeza del caminado por los almacenes el maniquí de una ropa invisible y expuesta para las pardas trabajadoras y los degustadores de consuelos, rufianes bajando navaja y dueños de plátanos sirviendo a los negociantes, la intrépida glorificación del momento consumido por relato que no llega a la correspondencia de la amada santa y siempre enclaustrada en sus dominios notariados, presentes ante los recibidores angelicales para que le traspasen las alcobas tal cual fueron pensadas por ellos al pasarse y plantar el fuego, la cocina, el baño baldoso, el estuco y los gatos en sus respectivos umbrales de ventana, merecedores de un susto desganado, de una pregunta por el duelo de los mortales.
Alejandro Zapata Espinosa (Itagüí, Colombia, 2002): licenciado en Literatura y Lengua Castellana (TdeA); maestrando en Educación (USC).
No hay comentarios:
Publicar un comentario