Tres cuentos de Ale Montero

Tres cuentos de Ale Montero

Silente

Era un espacio multidimensional, oscuro, postapocalíptico. Flotaba en aquel negro cosmos. ¿Este universo era astronómico o microscópico? Tal vez me desplazaba dentro de un átomo. Vi una puerta en medio de la nada. Me acerqué flotando lentamente. De la mirilla se escapaba un penetrante resplandor. Observé por ahí. Quedé inmóvil. Me vi observándome por la mirilla. 
Mi yo alterno exploraba el interior de lo que parecía una casa. Rápidamente identifiqué la época de mi vida que estaba mirando. Un sujeto apuntó en la nuca de mi yo alterno con una pistola. Grité desgarradoramente golpeando la puerta; las punzadas de mi desesperación se manifestaban de manera impetuosa en mi estómago y brazos. Se escuchó un disparo escalofriante. Un refulgente destello cegó mi vista. La puerta desapareció. Desde entonces permanezco flotando en este silente universo por toda la eternidad. 



Asfixia

Entré a un inmenso espacio de frescas ráfagas. Jamás pensé que existiera este lugar tan impactante, repleto de entidades que se desplazan, comen, se comunican de diferentes maneras. Observé las humeantes formas blanquecinas que se distinguían a la distancia, frente a un fondo azulado en las alturas. 
—¿Habrá lugares más distantes? —me pregunté. 
Inesperadamente, sentí la muerte acariciando tenuemente mi interior. Algo me faltaba, una sustancia vital de la cual carecía y ni siquiera sabía necesitarla. Llegué a un lugar distante. Me acosté. Instintivamente di saltos. Mi curiosidad disminuía mientras mi deseo de sobrevivir aumentaba. No podía regresar a pesar de mis esfuerzos. Unos colosales seres se acercaron a mí. 
 —Se está muriendo. Arrójalo al mar.
Volví a mi hogar. Aquel ser vivo me rescató de mi tormento. 



Nave

Caminé por una selva en la cual me perdí. Había una inmensa vegetación. Apenas si podía caminar. Un intenso calor abrasaba mi piel. En ocasiones me sostuve de los raros árboles que me ayudaban a evitar la calurosa superficie. Posteriormente, un objeto colosal apareció flotando en el cielo. Era una suerte de nave con tubos gigantes. El vehículo me jaló con sus enormes filamentos, arrancándome del cilíndrico árbol. Aparecí en otro ingente mundo iluminado y espacioso. Me envolvieron con una sábana gigantesca.
—Sólo tenía un piojo —dijo un gigante que sostenía la nave. 
Finalmente, me aplastó con sus grandes extremidades. 




Ale Montero. Acapulco, México. 1995. Lic. en Psicología y psicoterapeuta. Publicó el poemario La locura del poeta. Ha publicado cuentos y poemas en las siguientes revistas: La Testadura, Zompantle, Almicidio, Tabaquería, Elipsis, Iguales revista, Granuja revista, MEUI Revista Cultural, Teresa Magazine, Perro Negro de la Calle, Collhibrí, Miseria y Katabasis. También ha publicado textos en Mar de tinta - edición creativa, en la gaceta número dos del Circuito Independiente de Arte Morelia y en Cuadernos de taller, medio de difusión del taller literario Desierto, mar y letras. Colabora en el proyecto literario El ocaso de las letras. 


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