Un buitre me estaba desgarrando los pies a picotazos. Ya había destrozado las botas y los calcetines y ahora me desgarraba los pies. Después de cada picotazo que me daba, se ponía a volar inquieto, describiendo círculos en torno a mí. Luego proseguía su tarea.
Un señor que pasaba por allí nos estuvo mirando durante un rato y me preguntó que cómo podía tolerar lo que el buitre me hacía.—Estoy indefenso —le dije—. Un buen día llegó y empezó a darme picotazos. Por supuesto que intenté ahuyentarlo, e incluso intenté retorcerle el pescuezo, pero un animal de este tipo tiene mucha fuerza y quiso saltarme a la cara. Entonces decidí sacrificar los pies. Ahora están casi tronchados.
—No debe permitir que le haga sufrir tanto —dijo el señor—. Un tiro y ya no hay buitre que valga.
—¿Está seguro de ello? —le pregunté—. ¿Se encargaría usted del asunto?
—Faltaría más —dijo el señor—. Tan sólo tengo que ir a casa a por la escopeta. ¿Podrá esperar media hora más?
—No lo sé —repuse. Por un instante me quedé paralizado por el dolor, pero luego le dije—: hágame el favor e inténtelo.
—Muy bien —dijo el señor—, me daré prisa.
Mientras tanto, el buitre había permanecido tranquilo atendiendo a lo que decíamos y posando alternativamente sus miradas en mí y en el señor. Entonces comprobé que lo había comprendido todo. Emprendió el vuelo, se arqueó con ímpetu para lograr el impulso adecuado y, como un lanzador de jabalina, hundió profundamente su pico en el interior de mi boca. Mientras caía de espaldas me sentí liberado al ver cómo mi sangre, que llenaba todas las profundidades y hacía que todos los cauces desbordaran, ahogaba al buitre.
La escritura de este relato, no publicado en vida de Kafka, data de principios de noviembre de 1920. Nos encontramos aquí con la habitual ambigüedad del autor: ¿que el buitre mate y muera es la consumación de una tragedia o una liberación? Probablemente lo segundo, como atestigua la última frase. Al fin y al cabo, lo trágico es sólo uno de los modos posibles de asumir lo inevitable. Hay intérpretes que identifican el ataque de este animal aniquilador con la enfermedad de Kafka (K.-H.Fingerhut, Die Funktion der Tierfiguren im Werke Franz Kafkas, Bonn, 1969). Apoya esta tesis el que el autor sintiera su primera hemoptisis como un alivio.
Franz Kafka
(Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924) Escritor checo en lengua alemana cuya obra señala el inicio de la profunda renovación que experimentaría la novela europea en las primeras décadas del siglo XX. Franz Kafka dejó definitivamente atrás el realismo decimonónico al convertir sus narraciones en parábolas de turbadora e inagotable riqueza simbólica: protagonizadas por antihéroes extraviados en un mundo incomprensible, sus novelas reflejan una realidad en apariencia reconocible y cotidiana, pero sometida a inquietantes mutaciones que sumergen al lector en una opresiva y asfixiante pesadilla, plasmación de las angustias e incertidumbres que embargan al hombre contemporáneo.
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