Novela: 'Oscuro bosque oscuro' de Jorge Volpi (fragmento)


Primera tarea (fragmento) 

A las 14:00 en punto, 
así quedará asentado en los informes, 
el sargento Amat y el subteniente Drajurian se encuentran ya 
en el oscuro bosque oscuro, 
rodeados por sus hombres,
listos para acometer su drástica tarea. 

Los hombres de la primera y la segunda unidad del batallón 
303 de la policía de reserva se dividen en pelotones, 
cada uno con cinco miembros que habrán de sucederse, 
uno tras otro, uno tras otro, 
en su drástica tarea. 

Tú formas parte del segundo pelotón, lector, 
junto a otros cuatro ancianos, 
un sastre, un carnicero, un vendedor de enciclopedias y un 
sordo policía retirado. 

Tiritas bajo el sol del verano, lector. 

A todos, repite el capitán como una máquina. 

Han de ayudarse con la bayoneta, caballeros, 
explica el médico militar, 
un viejo de dedos ganchudos y rostro cetrino, 
sostengan el arma con firmeza, sin temblar, y coloquen la 
bayoneta aquí, 
justo aquí, 
el médico señala un punto entre el omóplato y las costillas 
del voluntario, 
la bala atravesará la epidermis y el delgado tejido muscular, 
esquivará los huesos y se alojará directamente en el músculo 
cardíaco, 
pero han de ser muy cuidadosos, caballeros, 
matiza el médico, 
si el ángulo se desvía un poco hacia arriba o un poco hacia 
la izquierda, un poco hacia abajo o un poco a la derecha, 
desgarrarán el cuerpo inútilmente, causarán dolores 
insufribles y prolongarán la agonía de modo interminable, 
caballeros, 
mantengan firme el pulso 
utilicen la bayoneta como guía y, sólo cuando estén seguros 
de no errar, 
aprieten el gatillo, 
la bala viajará directo al músculo cardíaco, caballeros, 
así evitarán dolores innecesarios, una agonía prolongada y, lo 
más importante, caballeros, 
lo más importante en estos días, 
así no desperdiciarán una bala. 

La espera es una llaga que se abre. 

Fresas silvestres, el bosque huele a fresas silvestres, a musgo, 
al sudor de los invasores y al miedo de las víctimas. 

Una parvada de cuervos emprende el vuelo, 
negrísimos cuervos revolotean sin descanso. 

A las 14: 28 el crepitar de las hojas y la magnitud de los 
suspiros anuncian la proximidad de los insectos. 

Treinta o cuarenta insectos custodiados por una patrulla de 
la primera unidad del batallón 303 de la policía de reserva 
comparecen en mitad del oscuro bosque oscuro. 

Sudan los insectos bajo el sol turbio del verano, 
sudan los insectos y en cambio tú tiritas. 

Con sus sucias camisolas los insectos lucen como muñecas, 
pálidas muñecas como las que producía la fábrica de Erno 
Satrin. 

No aúllan los insectos, 
no gritan, 
no oponen resistencia, sollozan en silencio los insectos. 

A las 14: 37 el sargento Amat ordena a los insectos despojarse 
de sus camisolas. 

Obedecen los insectos en silencio, sólo alguno llora, sólo 
alguno tiembla bajo el brutal sol del verano, 
los demás se desvisten en silencio, 
uno tras otro, uno tras otro, 
y quedan blancos y desnudos en el lúcido verdor del bosque 
oscuro. 

Los cuerpos de los insectos son remedos de cuerpos, 
troncos y miembros diminutos, frágiles remedos de cuerpos, 
blancas pieles en el rabioso verdor del bosque oscuro. 

A las 14:53 el sargento Amat ordena al primer pelotón alistar 
las armas. 

Una moneda decide que Jon Guridien inicie la drástica tarea 
y Jon Guridien toma a uno de los insectos por el cuello, 
el sudor del insecto impregna su mano, 
Jon Guridien lo arroja al suelo y le ordena ponerse de 
rodillas. 

Es un lienzo la blanca espalda del insecto. 

Jon Guridien coloca su bayoneta en el lugar señalado por 
el médico, justo entre el omóplato y las costillas, y 
dispara. 

El insecto se derrumba en el lodo, 
su espalda es un lienzo desgarrado. 

El tiempo es un cuervo que aletea. 

A Luk Embler corresponde continuar la drástica tarea, 
el sargento Amat lo urge a proseguir, 
nadie debe detenerse, nadie ha de meditar en lo que hace, 
Luk Embler toma a otro insecto por el cuello y siente las 
palpitaciones de la sangre, 
Luk Embler no tiembla pero tiembla, añora el calor de su 
horno, añora moldear panes suculentos, 
Luk Embler arroja al insecto al suelo como vio hacer a Jon 
Guridien y le ordena ponerse de rodillas, 
el insecto obedece y espera, 
Luk Embler coloca la bayoneta en el lugar preciso, en la 
blanca espalda del insecto, 
Luk Embler toma aire y coloca el dedo en el gatillo, 
Luk Embler yerra, en el último momento yerra, 
en vez de disparar en el lugar preciso, en el sitio recomendado 
por el médico, 
Luk Embler pierde el ángulo y dispara a la nuca del insecto, 
el insecto se revuelve sobre el lodo, el insecto aúlla y se 
contorsiona en el lodo, 
el rostro de Luk Embler se cubre de sangre y restos de cerebro, 
Luk Embler no entiende lo que pasa, escucha voces, alguna 
risa, 
pero Luk Embler no se mueve, 
Luk Embler se queda allí, paralizado mientras el blanco 
cuerpo del insecto se arquea en el lodo sin remedio. 

El sargento Amat desenfunda su pistola y en un segundo el 
insecto deja de agitarse. 

Imbécil, escupe el sargento Amat. 

Los insectos son exterminados 
uno tras otro, uno tras otro, 
a mitad del oscuro bosque oscuro. 

Por fin llega tu turno, lector. 

Tú también tomas al insecto por el cuello, 
tú también lo arrojas sobre el lodo, 
tú también le ordenas que se ponga de rodillas, 
tú también miras su blanca espalda como lienzo, 
tú también colocas la bayoneta en el lugar señalado por el 
médico, 
tu también trastabillas, 
tú también yerras, 
tú también observas la agonía del insecto, 
pero tú reaccionas y disparas de nuevo, 
disparas otra vez para que su agonía, 
y la tuya, 
acaben cuanto antes. 

La carne de los insectos forma blancos montículos en el 
verdor del bosque oscuro. 

Comprendes ahora, lector, que ya nunca saldrás del oscuro 
bosque oscuro.







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