Vi a unos locos
Vi a unos locoscaminaban por la superficie del marcreían hasta el finaly se ahogaronaún hoy volteana mi insegura barcarechazo estas manossepulcralesyo cruelmentevivo
las rechazo año tras año
La espinano creono creo desde que abro los ojoshasta cerrarlosno creo desde una orillahasta la otrade mi vida
no creocon la misma profundidadcon que mi madrecreíano creoal comer panal beber aguaal amar un cuerpono creoen sus templosen sus curas en sus signos
no creoal pasar por la calle de una ciudadpor el campobajo la lluvia en el airedentro del resplandorde la anunciaciónleo sus parábolasrectas como la espiga del trigoy evoco a un diosque no sabía reírpiensoen un diospequeño y sangranteque yaceen los blancos lienzos de la infancia
piensoen una espina que desgarranuestros ojos nuestras bocasahoray en la hora de la muerteEn la mitad de la vidaDespués del fin del mundodespués de mi propia muerteme encontré en la mitad de la vidaconstruyéndomeconstruyendo la vidalos seres los animales los paisajesesto es una mesa —decía—esto es una mesasobre la mesa pan y cuchillocuchillo para cortar panpan —alimento del hombreal hombre hay que amarlo—aprendía día y noche—¿a quién debes amar?yo contestaba: al hombre
esto es una ventana —decía—esto es una ventanadetrás de la ventana hay un jardínen el jardín veo un manzanoel manzano florecepierde floresse forman frutasmaduran
mi padre arranca una manzanael hombre que arrancó la manzanaes mi padreme senté en el umbralesta anciana que pasaarrastrando una cabra amarradavale más que siete maravillas del mundoquien piensa y sientelo contrarioasesina a la humanidadesto es el hombreárbol esto espan
los humanos comen para vivir—me estaba repitiendo—la vida humana es importantela vida humana tiene pesoel peso de la vidavale más que todas las cosascreadas por los seres humanosel hombre es un tesoro —insistía—esto es agua —acariciabasu superficie con las manosdialogaba con el ríoagua —decía—agua buenasoy yo
el hombre le hablaba al aguale hablaba a la lunaa las flores de la lluviaa la tierra bajo sus piesa los pájarosy al cielono le contestaba el cielose quedó callada la tierrasi oyes una vozbrotandode la tierra de los ríos del cieloes una voz gemeladel otro
Las formasLas formas de antaño muy bien ordenadasy dóciles, siempre dispuestas a soportarel largo de la materia muerta del poema,asustadas por el fuego y el hedor de la sangrerompieron filas y corrieron al azary ahorainvaden a su creadorlo desgarran lo arrastranpor largas callesque ni siquiera recuerdan los desfilesde todas las orquestas escuelas procesioneshinchada de sangrecarne que todavía respirales sirve de alimentoa aquellas formas perfectasaprietan tan fuerte
su botínque ni siquiera se salvael silencio
Tadeusz Różewicz nació el 9 de septiembre de 1921 en Radomsk. Dramaturgo, cuentista, autor de guiones de cine. Poeta de una ruptura tajante con la tradición, ha revisado el concepto mismo de poesía y su razón de ser. Es una personalidad determinante para la evolución de la poesía polaca después de la segunda guerra mundial.
Sus principales libros de poesía: La inquietud (1947), La llanura (1954), El poema abierto (1956), Conversación con el príncipe (1960), La voz de un anónimo (1961), La rosa verde(1961), El rostro tercero (1968), Regio (1969) y Una pobre alma(1976), Diario dramático (1979), En la superficie del poema y en su interior (1983), Deslumbramientos (1987), Palabra tras palabra (1994), Siempre un fragmento (1998). En México es conocido sobre todo como autor de obras de teatro, tales como El fichero y La vieja mujer empolla, traducidas al español y puestas varias veces en escena.
El joven Różewicz vivió en propia piel la experiencia de su generación, llamada “la generación del Apocalipsis”. Vivió verdaderamente “un fin del mundo”, que siempre puede repetirse, y al verse salvado no pudo evitar plantearse una pregunta dramática: frente a la verdad terrible del homicidio ¿qué puede la cultura, la poesía, con todas sus reglas del juego y sus “bellas mentiras”? La respuesta sólo pudo ser negativa y Różewicz ha proclamado su famoso veredicto: “la poesía está muerta”. En otras palabras, si la poesía quiere salvar su vida, tiene que acabar con una poesía de ayer, con la buena conciencia de los señores y las señoras poetas. Ya no era posible creer en la palabra bella y metafísica. El único camino era el de la antipoesía. Esta nueva actitud, la nueva conciencia del poeta, tuvo que buscar nuevos medios de expresión. De ahí viene la práctica de la palabra despojada de cualquier adorno, la poética de reportaje, de diálogo o de monólogo interior; el desprestigio de la metáfora.
En toda la obra de Różewicz —autor que está evolucionando hasta hoy— se percibe una oposición dramática entre el mundo de la cultura y el reino feroz de la biología. De un lado la Arcadia añorada del arte (Różewicz estudió la historia del arte), del otro, la verdad cruda, definitiva de la carne humana. El Coliseo, Venecia, los encantos de la pintura italiana, evocados en su largo poema-reportaje “Et in Arcadia ego” y la memoria atroz de la historia irreparable. Różewicz, dando la espalda a los valores estéticos, opta por una ética desilusionada y sin mística. Considera que “el poeta del basurero está más cercano a la verdad que el poeta de las nubes”. De ahí viene su afirmación de los valores cotidianos, a “las viejas feas malignas”, a las “viejas que empollan”, porque —según el poeta— son ellas las que encarnan la verdadera sabiduría de la vida.
Después de publicar Regio, la palabra poética de Różewicz no ha cesado de erotizarse, es decir, de volverse Cuerpo. El cuerpo como cárcel y liberación, origen y anunciación del final, instrumento de goce y objeto de descomposición. Różewicz partió del cuerpo-carne sangrienta y humillada por la muerte para llegar al cuerpo-amor, al desnudarse furtivo y condenado al olvido de los amantes. En este terreno, Różewicz, maduro, está buscando la trascendencia.
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