A una muchacha que esperoUna muchacha se asoma,golpea mi puerta,retira las llaves de la cerradura,me enseña sus heridas,dice algo sobre la gravedad del tiempo,recoge mis poemasy desaparece.El poeta presenteYo soy uno de esos toros azulesque alguna vez vino de las barandas del tiempomientras otros poetas disfrutan las cervezasy de las señoras de vestidos
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Rolando Reyes López: una selección de sus poemas
Desde Oaxaca: «Si no los perros, la gente», un relato de Antonio Pacheco Zárate.
Los perros aullaron la noche entera. El eco de sus aullidos provocó el canto atemporal de las cigarras y apresuró los insomnios de marzo; por eso don Simón se levantó de mal humor.
—Como si no fuera bastante con ese enjambre que no nos deja vida —le dijo a su esposa.
—Se va a morir alguien —respondió doña Sara y subió una olla de peltre al brasero.
—¿Pudiste dormir y lo soñaste?
—Lo soñaron los perros. Por eso aullaban.
Apoyó el hombro en la jamba y perdió la mirada en el verde de las montañas, donde en tiempos remotos había aparecido la milagrosa imagen de la virgen del silencio.
Versos para mi muerte: Liz Gallegos
Desde la ventana entreabierta de esta habitación violetaContemplo caer hojas secas por el vientoCrujen oxidadas las bisagrasY en penumbras me desnudo frente al espejoMienten mis piesPorque no saben cómo decir que el tiempo se me acabaY que no podrán soportar más este cuerpo cansado.Dejo caer la ropa al piso y me detengoMe detengo ahíDonde la muerte dejó una cicatrizCuando se presentó frente a mis ojos incrédulos.
¡Vamos a destruirle la vida!, un texto perteneciente al libro «Jezabel» de Eduardo Sánchez Rugeles
Mira-qué-triste perdió su encanto primerizo. La rutina de recrear miserias ajenas no tenía efectos inmediatos y prácticos. Nuestra imaginación había desahuciado la totalidad del entorno. El último año del colegio fue demasiado largo. No pasaba nada. No hacíamos nada. Solo fumar, tomar ácido, tirar, ver porno en casa de Cacá, dar vueltas por Caracas en la camioneta de Flema, volver a fumar, volver a tirar, cansados, sin ganas, excitados por inercia. Y fue allí, en ese ciclo de placer domesticado, entre las sábanas sucias, donde Cacá inventó el más desalmado de todos nuestros juegos.
Desde Ciudad de México: «Advertencia», un relato de Adrián Lara
Aproximadamente, las siete cuarenta y tres. Los camaradas arrasaban en la cancha y la bola iba y venía en oleadas y manotazos con estilo. El encargado de la música había puesto algo suave que, lejos de fastidiar el ambiente nocturno de la calle, armonizaba con el ritmo del juego de todos contra todos: rap de la vieja escuela, principios, mediados de los noventas americanos. ¿A quién diablos le importaba si entendían o no las letras de protesta, opresión y violencia? Por fortuna, ninguno de los presentes consumíamos ilegalidades –ni polvo, ni pasto, ni trago alguno–. Sólo corríamos, competíamos y pasábamos el rato lejos de los problemas, la delincuencia, la pereza…
Juan Luis Henares: «La llamada» | Microrrelato
Sueño con recibirla, luego jamás regresaré a este trabajo. A partir de ella seré la mujer que lucha por construir una nueva vida y un mundo distinto. La espero y deseo.
Lo observo, mas el teléfono no suena, tengo que volver a la realidad. Me visto con la mejor ropa y preparo mi cuerpo para venderlo al primer postor. Es que debo sobrevivir, pues esa llamada sigue siendo solo una bella utopía.
«La muerte que no se pudo comprobar», un cuento de Graciela Enriquez perteneciente al libro: «El indigente y otros cuentos»
Llego el martes13; en la comisaría todavía no hubo ninguna llamada a las clínicas y hospitales públicos de la zona, tampoco durante toda la mañana y tarde de aquel día.
Uno como cualquier otro; solo lo de siempre alguna picadura, una leve quemadura, una quebradiza y algunos esguinces sumado la rutina de toda guardia.
El cambio de esa guardia diurna trajo un llamado al 911 al dar las 22hs. Fue solicitado para una ambulancia, un extraño accidente ocurrido en esa noche.
Fabiana Francesetti , descendiente de padre francés y madre latina, hermana mayor de cinco hermanos, dos mujeres y tres varones. Ese día su agenda era normal; universidad, trabajo, algo de compra, un encuentro con
Investigar es la esencia del periodismo, un artículo de Raúl Allain (*)
La esencia del periodismo es investigar para encontrar la verdad. El desarrollo histórico del llamado “periodismo de investigación” es relevante porque ha marcado una diferencia total con la llamada “prensa del corazón” y más aún con lo que ahora se denominan “fake news”, noticias falsas o fabricadas que circulan en las redes sociales y que muchos las “comparten”, generando así más desinformación.
Los trabajos de periodismo de investigación más conocidos se sitúan en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y casi todos se ubican en los Estados Unidos. El florecimiento del nuevo género se produce entre 1955 y 1973. Por esas fechas, y
«Operación Medina», un relato del psicólogo y escritor Miguel Ángel Acquesta
Todos los asesinatos son intencionados...La diferencia está en el grado de estupidez. "El hombre del lago" (2004), Arnaldur Indagando.
Buenos Aires-Miami. 7 de septiembre de 2024.
Llevaban algunos meses reuniéndose en forma secreta, por lo general en la casa de Walter, cercana a la Estación Boulogne. Extremaban los recaudos para no generar sospechas en los vecinos. Evitaban toda forma de comunicación entre ellos que resultara detectable. Habían pasado a la clandestinidad a comienzos de julio, cuando se anunció la quinta ola de la Pandemia con sus secuelas de
Federico Ambesi: Cuento entre algodones
Una de las nubes, apenas formateadas en el cielo, se tiñó de gris entre tantas nubes blancas. Lloró durante largo tiempo, sin derramar una lágrimaluego, vio cómo el colapso hizo devenir en lluviaa esas perfectas blancuras, que, sin embargo,regresabany regresabanuna y otra vez.La nube gris creció hasta convertirse:un ente venoso compuesto de exhalaciones volcánicas, dioses y muerte.el colapso interior.
Crónicas venales y salvajes: «Ahora imagino cosas», un texto de Julián Herbert
Ahora imagino que
están bebiendo en el bosque.
Ahora imagino que
sos tan feliz, tan feliz.
Ahora imagino que
un amigo me está traicionando.
Ahora imagino que
extrañas sombras siguen mis pasos.
Ahora imagino que
mi tajada es más pequeña.
Ahora me acuerdo que
fui tan feliz, tan feliz.
Ficción especulativa: «La máquina», un texto de Lúgher
Sellada la compuerta superior, le destapó el cráneo al paciente y acaparó su corteza cerebral hundiéndole los vastos filamentos en nada. El cronómetro corría riguroso en la pantalla de la columna metálica en el centro del cuarto, habían sido reiniciados los diez minutos reglamentarios por sesión. La camilla de operaciones estaba ajustada de tal modo que, ahora era como un sillón que enderezaba la columna de su ocupante parcialmente anestesiado; también había sido modificada la tonalidad de la iluminación que desprendía la lámpara y reducido su rango, dando por sentado el cambio de protocolo al pasar de un haz disperso a un halo compacto de luz lívida que esclarecía el concreto punto de interés.
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