«Pecado de Avaricia», un cuento de la autora argentina Liliana Fassi

Ya no tiene dudas: todo va a terminar mal. Mejor dicho, todo va a terminar. 
Ojalá la noche antes no hubiera salido a hacer su trabajo, pero eso era impensable. Si no hubiera pasado por esa calle, pero era la de los martes y él nunca cambiaba su itinerario, si el auto no hubiera estado esa noche en marcha y con la puerta abierta, si él no hubiera visto lo que había en el asiento del acompañante… si… si… eran demasiados síes; pero ya era tarde.

Una hora atrás, regresaba a su casa con el carrito atado detrás de su bicicleta, esa bicicletita para niños había sido el mejor hallazgo del mes; con las ruedas y unas maderas que había ido llevándose

Desde Gran Canaria: «A pesar de...», un poema de Alexandra

... los años y de los daños
De las ediciones sin límites y las apuestas a riesgos
A pesar de las rutas, las grutas, los laberintos, de volar, involarse y volver a volar
A pesar de los sedimentos de la memoria y las asíntotas del tiempo 
De la insurrección de los cuerpos con mentes en estado de sitio
A pesar de enredarse la cordura infame en cabellos deshilachados por el frío 
De la espalda en peso
De las caderas al ritmo de piernas 
De clavícula en cruz como mejor moneda dando la cara

«Primera mañana de mayo», un texto perteneciente al libro «Vida del Ahorcado» de Pablo Palacios

Ocurre que los hombres, el día una vez terminado, suelen despedirse de parientes y amigos y, aislándose en grandes cubos ad hoc, después de hacer las tinieblas se desnudan, se estiran sobre sus propias espaldas, se cubren con mantas de colores y se quedan ahí sin pensamiento, inmóviles, ciegos, sordos y mudos. Ocurre también generalmente que estos mismos hombres, transcurrido ya cierto tiempo, de improviso se sienten vueltos a la vida y comienzan a moverse y a ver y a oír como desde lejos. Ya cerca, un mínimo número de esos mismos hombres introducen sus pellejos en agua, bufan, tiritan y silban. Luego ocultan todo su cuerpo en telas especiales, dejando fuera

«El Tulpa», un relato psicológico de la escritora mexicana Mariana López Rodríguez

—Las cosas malas nunca te las dicen.
—Lo que les voy a contar no me sucedió a mí, pero si a una amiga. Siempre he pensado que lo más peligroso es la soledad, la cual nos puede llevar a sobrepasar los límites de nuestra propia razón. Existe gente que los vemos tan normales en el exterior, pero tan solos que dan vida a sus máximos compañeros y amigos en forma de Tulpas. Mi amiga sentía tanta soledad que me lo empezó a contar como una opción. Yo le decía como puedes pensar eso, eres joven, bonita, tienes un buen trabajo, no te desesperes pronto llegará. En mi afán de saber lo

«En el lugar equivocado», un relato de Fino Sosa perteneciente al libro «El Gen de la Bestia»

La fiesta había terminado, mi rencor y yo éramos los únicos que permanecíamos despiertos. Por enésima vez me preguntaba que hacia en este lugar. Restos de papel picado, serpentinas y globos desinflados invadían el salón, el caos imperaba en los rincones más improbables. El piso estaba alfombrado por una masa chiclosa de restos de comida y líquidos sospechosos, los cuerpos anestesiados por los vapores de la fiesta yacían semidesnudos y desparramados, cubiertos de cotillón desmembrado. Durante toda la noche los invitados se habían entregado a un festejo sin freno como pocas veces en la vida, si a esto que vivíamos se le

Desde Estados Unidos: una muestra poética de la autora chilena Paula Cucurella

Plegaria al padre enfermo

Hoy, replicar una sonrisa, mostrar los dientes, 
dejar un ventilero 
amarfilado, mientras a la cuna de tierra 
la boca del estómago
acariado en tintas salivas para regar
la mesa donde tarde 
la taza ofreció remanso. Si pongo agua ¿cuántos
cuento? Si la pregunta 
llegara a mis labios y tú respondieras, yo 
descalza llegaría 
a colocar otra manta que tus tibias piernas
no extrañan y secreta

«Silencio y soledad», un cuento de Neftalí Nava

Tengo años en silencio y pocos meses en soledad. Busco lo insonoro en los rincones de mi casa y en cambio me encuentro con el barullo de la desolación. Mi morada alguna vez fue prolífica en silencio... Pero hay más que el indeleble bullicio de la soledad en mi hogar, estoy yo. Se me olvida que yo existo y que sigo con vida. A veces creo que soy un espejismo insomne de la morada, que soy un fuego fatuo de éter inocuo; un fantasma en pesar. Pero al verme en el espejo, me percato de que soy de carne, y poseo osamenta; que soy humano y que vivo. ¿Por qué vivo? Solamente gastando aire, inventando cuentos mientras rememoro el mutismo del pasado.

Una muestra poética de Andrea Garza

Bestia fabulosa
Para A.

Recuerdo que eras
como un perro mutilado,
te posabas afuera de mi casa
con esos ojos que han visto
a la noche devorar al mundo
y supe con verte que
entre nosotros iba a correr
sangre.

Y no satisfecha la fiera
besa con blanda furia
mi sacro
coxis y
costillas.

Desde Sevilla: «Niños sin corazón», un relato de David Crauley

Eran tíos extraños; al atardecer se sentaban en una silla eléctrica y esperaban que sucediera, pero la electricidad no corría y la muerte pasaba de largo, no se fiaba de los tíos que se sentaban al atardecer en una silla eléctrica a esperar que todo dejara de doler más de lo que dolían mil voltios de golpe sin vuelta atrás: nunca más volvería a doler, creían aquellos condenados. Podía ser, hasta podía ser que, justo en el momento de no volver atrás, cuando mil chispas les empujaran hacía adelante o hacia afuera de las heridas, los colores del arcoíris se solidificaran como gemas preciosas en el cielo carmesí de los extraños soñadores del éxtasis eléctrico, pero ya no habría vuelta atrás, los colores también morían, sobre todo los colores del éxtasis. 

«Ausencia», un relato del escritor argentino Juan Luis Henares

Como todas las mañanas se quitó el sobretodo y el gorro de invierno, y en el preciso instante en que el tren iniciaba la marcha acomodó su cuerpo junto a la ventanilla al final del vagón trasero. Miró a través de ella los árboles agitarse con el viento; en el horizonte, al sur, negras y cargadas nubes anunciaban la lluvia que ya caía en el pueblo vecino. 
En el campo observó que algunos chicos, descalzos y con los pies llenos de tierra, saludaban el paso de la máquina; metros más adelante otros, alertados por el silbato, apuntaban con sus gomeras dispuestos a lanzar piedras a los vidrios. Las gallinas huían ante las corridas y ladridos

Desde Monterrey: «Un Cambio de Dirección», cuento de Jesús Llanes Esquivel

Nada es tan insoportable,
como un hombre afortunado.
Balzac.

—Estás sudando, colega–espetó, soltando una carcajada combativa.
—Estoy acalorado–respondí, temeroso por no saber decir no, en el momento exacto. “A qué doctorcito tan calenturiento”, siguió mofándose. Tosí, nada más.
Resultaba un horror presenciar su despliegue de personalidad. A empujones me llevó hasta una sala equipada con el instrumental de rigor de un laboratorio. Nada extraño, a no ser encima de una de dos planchas de acero un ataúd oxidado. Dentro del féretro hervía en sus orines y heces un hombre harapiento. Su herida

Desde Alicante: «Las Francis», un relato de Miguel Ángel Pacho

PRÓLOGO: Quedan 7 días para que acabe este curso, ¡que gozo y que alegría, por dios! Os sitúo en el espacio, para que os ubiquéis… Dichos eventos que contaré se suceden en el colegio LAS FRANCIS, donde la comida es radiactiva, ¡sin coñas! A continuación os narraré, desde mi punto de vista, lo que sucedió el último mes de dicho curso escolar, a la vez que os iré contando anécdotas y analizando los distintos personajes que aparecerán en la historia del colegio, incluido yo mismo. 

A falta de una semana para que acabase el tiempo lectivo, a 13 de Junio, antes del verano, sucedió un suceso raro de cojones… por no calificarlo de paranormal, por

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Vindicación del Caos · por Alberto Jiménez Ure

En el vasto escenario de la naturaleza y la destructiva influencia del hombre, surge la "Vindicación del Caos" de Alberto Jiménez...