Canción del emigradoEn ciudades ajenas venimos al mundoy las llamamos patria, mas breve esel tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres.Caminamos de este a oeste, ante nosotros ruedael gran aro del solardiente, a través del cual, como en el circo,salta ágilmente un león domado. En ciudades extrañascontemplamos las obras de viejos maestrosy, sin asombro, en añejos cuadros vemosantes, e incluso conocíamos el sufrimiento,nos faltaban tan sólo las palabras. En la iglesiaortodoxa de París los últimos rusos blancos,encanecidos, rezan a Dios, varios lustrosmás joven que ellos y, como ellos,impotente. En ciudades ajenaspermaneceremos, como los árboles, como las piedras.En ningún lugarFue un díaen ningún lugaral volver del entierro de mipadre,un día entre continentes, iba perdido por las callesde Hyde Park escuchando retazos de voces americanas,no pertenecía a ningún lugar, era libre,pero si eso era la libertad, pensé, preferiríaser cautivo de un buen rey, de un cálido emperador;las hojas fluían a contracorriente del rojizo otoño,el viento bostezaba como un perro cazador,la cajera en el colmado, en ningún lugar(le intrigaba mi acento), me preguntó de dónde era,pero lo había olvidado, tenía ganas de hablarlede la muerte de padre, pero pensé: ya soydemasiado viejo para ser huérfano; vivíaen Hyde Park, en ningún lugar,where fun comes to die,como decían no sin envidia los estudiantes de otrasuniversidades,
era un lunes sin carácter, cobarde,sin forma, un día sin inspiración, en ningún lugar, nisiquiera el penarhabía adoptado una forma radical, tenía la sensaciónde que el mismo Chopin en un día como ése se limitaría,en el mejor de los casos, a dar clasesa estudiantes aristocráticas, acaudaladas;de repente me acordé de lo que había escrito de élGottfried Benn, dermatólogo berlinés,en uno de mis poemas preferidos:«Cuando delacroix anunció su teoría,él se quedó preocupado porque no podíajustificar sus nocturnos»,estos versos, irónicos y tiernos a la vez,siempre me colmaron de una felicidadcasi tan grande como la música de Chopin.Una cosa sí sabía: tampoco hace falta justificarla noche, ni el dolor, en ningún lugar.
Adam Zagajewski (Lwów, 21 de junio de 1945-Cracovia, 21 de marzo de 2021) fue un poeta, novelista y ensayista polaco miembro conocido de la Generación del 68 en su país y uno de sus más famosos poetas. Su padre fue Tadeusz Zagajewski y su madre Ludwika Zagajewska, nacida Turska. Como otros repatriados polacos de las Kresy anejas a la Unión Soviética, su familia fue expulsada por los soviéticos y se instaló en 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, en Gliwice (Silesia), donde hizo sus estudios secundarios. Se inscribió después en la Universidad Jagellónica de Cracovia, donde llevó a cabo estudios superiores de psicología y de filosofía. Más tarde enseñó filosofía en la Academia de Minería y Metalurgia (actual Universidad de Ciencias y Tecnología AGH), también en Cracovia. Se ligó entonces al movimiento poético de la Nowa fala ("Nueva ola") en la ciudad y perteneció a su grupo literario polaco Teraz (Ahora), dando a conocer en revistas sus primeros poemas: en 1967 hizo su debut con el poema "Música", publicado en la revista Życie Literackie. Luego fue publicando regularmente en las revistas Odra (1969–1976) y Twórczość (1969, 1971–1973).
En 2017 recibe el premio Princesa de Asturias.
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