Desde Vitoria-Gasteiz: una muestra poética de Estibaliz Antoñana


Mimetizar una piedra

Mimetizarlo todo a mí gusto. 
Recordarte por un camino de piedras. 
Mimetizarlas también. 
Que vuelvas a aparecer aunque no se te esté permitido.
Deseo.
Que la vida vuelva a pararse. 
Aunque no siga siendo domingo por mucho que intentemos que no llegue el lunes.
Que las manecillas del reloj no sigan su curso.
Lejos de mascarillas, de distancias de seguridad y sobre todo de aislamientos. 
Ahora cobran sentido el tempus fugit y todas esas mierdas.
Todas esas cosas que uno sabe pero solo se para a pensar cuando salen a la luz frente a alguna desgracia.
Van pasando los días y cada vez te echo más de menos. 
Mimetizo la melancolía con tu recuerdo y me sabe un tanto amargo. 
Luego me escribes alguna tontería y el sabor se torna más dulce, 
más como tú.
Paseo y pienso en ti. 
Quiero mimetizarme yo también entre tus brazos.
Mimetizar una piedra. 
Mimetizar hasta una piedra con el entorno y que encuentres todo a tu gusto. 
Que te quieras quedar por aquí, conmigo, aunque todo esté igual y distinto al mismo tiempo. 
Y aunque no te guste, que sepas que yo por ti camuflo lo menos importante para darnos protagonismo, 
y disfrutarnos, 
y que se distinga solo lo prioritario, 
sin que se nos escape el tiempo…
Tempus fugit 
y todas esas mierdas.

 



¿Amor?

Te veo dormir y me muero de amor. 
No sé si es esta la expresión que describe lo que siento. 
Pero es que cuando te veo dormir, me muero de amor. 
A ti, 
a ti te miro y creo que te quiero un poco.
Un poquito nada más.

No de manera concreta, no quiero nada de ti ni ya, no de manera posesiva. 
A ti, te estimo, te escribo y te dejo escrito.
Y tú, que no sé qué ni cómo lo has hecho, 
has conseguido colarte en todos mis poemas y no me dejas escribir con el corazón vacío.
Ya te vale, ahora tengo en mente esas manos que son hogar y esos brazos que hacen que las sienta de tal manera.
Me siento bien, me siento libre. 
Esos ojos no me juzgan. 
Esa boca no me hace daño. 
¿Es esto el amor? 
No sé decirte porque no lo conozco. 
A mí me suena rico. 
A mí no es que me valga, es que lo pienso y me muero de amor. 
Creo que simplemente es una suerte haber coincidido y sabiéndome sincera te lo digo por las veces que lo callo:
te quiero.
Otras me pongo triste cuando el protagonista de la peli se muere y me dices; tú no te mueras. 
No, no, yo me quedo aquí.
A tu lado. 
Y ahí te quiero más.

 



Parar

Hay veces en las que simplemente necesitamos parar. 
Oler hierba recién cortada, y tomar café al sol. 
 
Calma y caricias de canela.
Bailar mi canción favorita como nadie más sabe hacerlo. 
Llorar con desesperación. 
Follar con rabia. 
Y luego no recordar nada. 
 
El rimmel corrido de las tres de la mañana, y tú a mi lado en fase rem. 
 
Llenar la agenda para no rascar el pecho y así no poder encontrarme. 
De puertas para afuera todo bien. 
Todo en su sitio.
Buscarme, a veces en excesos, otras en la gente. 
Otras en ti.
Unas pocas en mí misma. 
De manera introspectiva.
 
Oír sin prestar atención y no escuchar nada. 
Solo ruido.
O un mar en calma. 
Todo en su sitio.
 
Hay veces en las que no se sabe nada, y todo está bien. 
Otras, las respuestas se esconden o peor, se camuflan en posibilidades, que, sorpresa, no son factibles.
Días disfuncionales en los que nada sale bien.
Días de dudas, de dolor y frío en los huesos y de arruguitas en el corazón. 
Angustia. 
Días de amapolas.
Hay veces en las que simplemente necesitamos parar. 
Cortar de raíz las malas hierbas, aunque en el cuadro queden bien. 
Cambiarlas por flores blancas y recodar esa foto en la playa.
 
Volvernos a encontrar en aquel parque donde te recité uno de los muchos poemas de amor que hice para ti. 
Encontrar cobijo en tu silencio.
 
Inspiración.
Verano. 
Sanar el boquete en el pecho. 
Besitos en la frente.
Dejar paso a la tristeza pero cobrarle la voluntad al menos por ese ratito. 
Hambre, sueño, poemas raquíticos, famélicos, que son angustia y olvido, rabia y satisfacción, miseria y amor.
La vida.
La poesía. 
Está para eso; parar y digerirlo todo, al menos con buenos versos.




Estibaliz Antoñana Nació en Vitoria-Gasteiz el 16 de abril de 1997 y ha estudiado la carrera de Trabajo Social y la de Educación Social.
Puede decirse, según sus propias palabras,que empezó a escribir gracias a leer a Gata Cattana, Elvira Sastre, Ana Elena Pena... autoras jóvenes con las que se reconocía y con las que se sumergió en el mundo literario.
Revistas publicadas: Repoelas.

Ilustración: la imagen de portada ha sido remitida por la autora de la obra.

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