Las cosas cotidianas tienen magia. Están ahí, a punto de sucederse y estallar. Ese día tocaba limpiar la casa y salir en auto a la ciudad. Con mi mujer siempre buscábamos el tacho de basura más cercano. Por lo general, eran de todo menos cercanos.
- ¡Gordi subí y poné en marcha el auto! - decía Cecilia con su entusiasmo tan de ella.
Salíamos a duras penas. El espacio de entrada era minúsculo y siempre sobresalía un costado del auto, luego se estrolaba brusco contra el suelo haciendo ruido.