"Dos microrrelatos transgresores de Roberto Garcés Marrero"

Foto: Pawel Szvmanski

El primer microrrelato titulado "San Sebastián. Génesis" narra la experiencia de un exsacerdote que se ofrece voluntariamente para convertirse en estéril en un ritual dedicado a la diosa Cibeles. A medida que reflexiona sobre su decisión, comienza a ver a las personas como meras manifestaciones de sus genitales y se horroriza ante cualquier contacto físico. Como resultado, se retira a vivir en una cueva y se dedica a un culto sanguinario. Sin embargo, finalmente se encuentra en un prostíbulo, donde se viste con ropa femenina y se convierte en una prostituta, sugiriendo una transformación radical y una búsqueda de identidad a través de la pérdida de la santidad.
El segundo microrrelato, "Experimentum crucis", está inspirado en el escritor cubano Virgilio Piñera y su obra "René". El relato se centra en un personaje obsesionado con la auto-penetración y la búsqueda constante del placer sexual extremo. El protagonista se llena de piercings y se convierte en un "power bottom" voraz, buscando múltiples penetraciones al mismo tiempo. A medida que su obsesión se intensifica, llega a un punto en el que decide introducir una vara de acero por su nariz para experimentar nuevas sensaciones. El relato culmina con una escena fatal.




Foto: Ramez E. Nassif

San Sebastián. Génesis

Fui sacerdote de Cibeles. Era muy joven cuando en un éxtasis paroxístico, frenético, me hice estéril para fertilizar a la Fertilidad. Aún recuerdo el dolor, el tañir de címbalos y panderos, los gritos, mis alaridos que parecían salir de otra boca y ser escuchado por otros oídos, el olor a sangre. Pero, sobre todo, recuerdo con nitidez el miedo, ese terror masculino más característico y esa sensación de inmaterialidad que experimenté cuando vi alejarse a mis genitales en dirección a la Diosa. 
A partir de entonces comencé a evitar a las personas. Al principio fue solo por la debilidad que me produjo la herida. Pero poco a poco pude ver cómo los otros no eran más que la encarnación de sus sexos, fálicos y vaginales carros de triunfo, máquinas que alimentaban, trasladaban y permitían actuar a sus genitales. Cada mano había estado cubierta de semen, cada boca de fluidos, cada torso de sudor postcoital. Incluso los niños no eran más que esperma solidificada e incubada cerca del calor de los excrementos. No podía reprimir mi horror ante cualquier roce: ningún agua lustral podía purificarme. 
Por eso viví en una cueva, consagrado al culto de la Hécate ctónica. La Diosa oscura me exigió sacrificios cruentos, pero incapaz de tocar otro cuerpo, cada noche de luna nueva hacía una trampa y asaeteaba a distancia a los que caen en ella. Uno de ellos fue incluso santificado por un dios absurdo que promulga una inútil virginidad sin castración. Era un muchacho. Sus miembros rutilaban a la luz estelar, fosforeciendo como hecho de alabastro. Sus músculos temblaban ante la penetración de cada flecha. La sangre corría a borbotones, oscurecida, como la eyaculación profusa de un semen negro. Algo en mí despertó entonces: una sed intensa desbordó cada uno de mis sentidos. Ahora estoy aquí, en este prostíbulo, con vestidos femeninos. Dicen que soy la mejor amante de la región. Los tejidos de las Parcas son extraños: matar a un santo me hizo puta. 




Experimentum crucis A Virgilio Piñera, inspirado en su René
Foto: Klara Kulikova

Experimentum crucis
A Virgilio Piñera, inspirado en su René

Su avidez por ser penetrado era descomunal. De niño lloraba cuando los médicos decían que no era necesario inyectarlo. Un poco más grandecito le robaba los alfileres a una vecina costurera para clavárselos en los muslos. De adolescente se llenó de piercings, de aretes y no extrañó a sus conocidos cuando se le declaró el power bottom más famélico de la zona. A menudo sus amantes huían despavoridos ante la nueva Mesalina que se hacía penetrar por dos o tres vergas al unísono. Muchas veces por sus desmanes tuvo que ser intervenido quirúrgicamente. Lloraba entonces presa de un éxtasis sublime, envidia de cualquier místico.
Cuando lo conocí ya estaba sordo: sus oídos habían sido perforados por su obsesión autopenetrante. Hacía solo unos días había leído una noticia trascendental: los embalsamadores egipcios extraían por las fosas nasales el cerebro de las momias. Esta idea lo recorría en oleadas de voluptuosidad. Me suplicó que lo ayudara en su lenguaje casi inarticulado (¿qué cosas habrían sucedido en esa garganta?). El altruismo que me caracteriza me impidió negarme.
Para dilatarse, introdujo una vara de acero por su nariz, ayudándose con vigorosos movimientos circulares. Lancé mi pene en busca de aventuras por la oquedad sanguinolenta que dejó en su rostro. Segundos antes de morir me confesó entre estertores que cuando mi semen bañó su masa encefálica había comprendido por fin por qué dicen que el orgasmo es en un ochenta por ciento cerebral. 




"Dos microrrelatos transgresores de Roberto Garcés Marrero"

Roberto Garcés Marrero (San Juan de los Remedios, Cuba, 1984). Antropólogo, filósofo. Participa en el proyecto internacional Letras y Poesía. Escritos suyos han aparecido en revistas literarias como Primera Página, Nagari Magazine, El Narratorio, El coloquio de los perros, Herederos del Kaos, Incoherencias, Freibrújula, Letralia, Extrañas Noches y en blogs como El Claroscuro (Colombia). Actualmente reside en la Ciudad de México. 
lordruthven33@gmail.com 

📚 Lee otros textos de este autor (en Herederos del Kaos): Noli me tangere, Vade retro y Sex symbolMein Kampf, Pax tecum.

IG: @rmarr97 

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