Desde Asturias: «Sex, drugs and perros», por Yolanda Pardo

Capítulo 5  
Odio y drogas 

Quizás me hubiera venido bien un psicólogo. «Quizás» no, seguro; pero en ningún momento vi viable esa opción. ¿Qué queréis? 
Decidí estar sola y no contar nada. Hace veinte años estas cosas pasaban desapercibidas, la información era penosa y siempre te queda esa duda de credibilidad. Os preguntaréis qué sucedió después de aquello. La respuesta: nada. 
Empezaba a odiar el mundo de la noche, no me gustaba trabajar en ella para pagarme el piso. Recién cumplidos los dieciocho, ya vivía sola; seguía estudiando, pero las compañías no eran buenas; no porque se tratara de malas personas, sino por el ritmo de vida que llevaban. Gente bastante mayor que yo iba de fiesta de doce de la noche a siete de la mañana, con drogas y más drogas. 
¡Odio el cristal, la coca, el MDMA, el éxtasis, odio, odio, odio y más odio! 
Pero trabajaba en esos mundos y no había más remedio que aguantar detrás de una barra doce horas por cien euros. He pre-senciado escenas de todo tipo; repito que, cuando no vas drogada y el resto sí, eres consciente y, por lo tanto, ves de todo. 
Siempre recordaré a una famosa actriz que venía a la discoteca y la cerraba. Era muy amable, la verdad; le gustaba la coca más que a un panda el bambú y luego salía en la tele toda recatadita, 27
como si no hubiese roto un plato en su vida. No, no había des-trozado uno, más bien toda la vajilla. 
Dinero y dinero, como si no costara ganarlo, se perdía en cada inspiración por las fosas nasales, con los ojos en blanco durante un segundo, seguidos de cara de «he chupado un limón»; índice y pulgar trabajaban para quitar los restos y vuelta a empezar. 
¿Camareras robando dinero? Cinco de cada cuatro. 
¿Putas camufladas de camareras? Dos de cada cinco. 
No juzgo; a mí me daba igual, yo iba a lo mío. 
Una vez, limpiando, encontré una bolsa de coca; pensé en re-galarla o venderla, pero me satisfacía más tirarla a tomar por culo. 
¡Que se la llevara el viento! Así ocurrió. 
Tuve una amiga que me vendió por las drogas. ¿Y cómo es eso? 
Pues me plantaba para irse con cualquiera que la invitara a una raya. Follaba con tíos solo por la droga, volvía a dejarme tirada. 
La muy perra mala (los perros son animales maravillosos) cogía cinco gramos fiados, los cortaba aún más y ni los vendía ni los pagaba; se los comía ella solita. Luego la ofendía que la llamasen comebolsas. Pero cuidado: como ella, muchas y muchos; resulta muy normal. Los amigos salen y florecen rápidamente cuando tienes droga; si te muestras un poco espléndido y tranquilo, los conservarás hasta que dejes de serlo o se te acabe. Si terminas en la cárcel, nadie te ayudará y, si pueden venderte, lo realizarán. Así funciona el mundo de la noche y las drogas. 
Otro detalle que me hace gracia son los agentes de la ley que se drogan. (Veo venir las quejas y comentarios.) Uniformados, pare-cen personas dignas, honestas, íntegras y merecedoras de toda tu atención; una vez que se enfundan el traje y la placa, cual hechizo a lo Cenicienta, son modélicas, perfectas y con derecho a tratarte como quieren. Luego, en la noche, sin armadura que los defien-da, se convierten en acosadores, babosos, cerdos, locos y —lo peor— guarros de nariz blanca, con derechos que se atribuyen porque sí, como querer follarte o tocarte. ¡Odio que me toquen!


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Los miras mal, les dices que no vuelvan a hacerlo y son capaces hasta de amenazarte. Volvemos a ese sentimiento tan maravilloso llamado asco. 
También tenemos de esto con banqueros, abogados, niños de familia importante, políticos… La droga no distingue entre clases; por eso no me gusta que llamen «puto yonqui» a una persona que, seguramente, ha tenido una vida difícil, mientras que los de la fácil no son ni putos ni yonquis. Hipocresía. 
Conocí a mucha gente trabajando y, obviamente, no todo acababa mal; me lo he pasado muy bien, he salido destrozada y con bastante dinero en el bolso. Sin embargo, a mi juicio, la noche no estaba hecha para mí. 
Una vez un colega de un colega se tiró desde un tercer piso debido a la mezcla de drogas junto con una depresión; oye, que solo rompió una pierna. ¡Increíble, pero cierto! 
La depresión debido al exceso de drogas se presenta de manera frecuente. Tus reservas de serotonina se agotan de forma rápida y tu cuerpo no reacciona lo suficientemente rápido para volver a rellenarlas; en ese tiempo, siempre llegan los bajones. «¡Menuda mierda de vida! Quiero morirme»… Las minidepresiones las llamaba yo. Mi amiga la vendedora de lunes a miércoles estaba en depresión; jueves, bien; viernes, sábado y parte del domingo, a tope. Y así cual pescadilla que se muerde la cola. Un mundo cíclico sin fin. 
Ya llegaré a la parte de mi novio el yonqui, putero y maltrata-dor. Cuando más quieres salir, a veces más metes la pata, el brazo y la vida. 
Con respecto al sujeto que abusó de mí, primero me odié por ser gilipollas y no hacer más para defenderme; créanme que no experimentaba pena por él. Se merecía dejar de existir, ¡a saber si yo era la primera o la décima! No quería sexo en mi vida en ese tiempo y pensarlo me asqueaba; me hacía sentir manchada, im-pura y piojosa. Así que obvié todo pensamiento acerca del tema. 

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Decidí fingir que no había ocurrido nada. No creo que valiese para mucho; pues, aunque pensara que no me afectaba, estaba claro que sí. Pasó mucho tiempo hasta que fui consciente del daño causado a nivel mental.

Textos pertenecientes al libro “Sex, drugs and perros”, de Yolanda Pardo.



Yolanda Pardo de la Paz nació en Avilés (Asturias) en 1986.
No ha ganado ningún premio ni colabo- rado con nadie, solo le gusta escribir para evadirse y leer para viajar. No ha estudiado nada relacionado con la escritura ni el pe- riodismo, aunque crea tener un Máster en Relaciones Públicas debido a su trabajo de cara al público durante toda la vida.
Este es su primer libro, basado en historias reales y no tan reales de una chica con una vida complicada.

Ha estudiado Nutricion y Dietética, Estética, TCAE y formado a lo largo de 20 años en entrenamientos personales que abarcan desde el antiguo y olvidado aeróbic , zumba, Spinning hasta TRX o electro estimulación (y algún otro etcétera) aunque su vida se ha basado en la noche , el deporte y cuidar a los demás , bastante contradictorio pero real.




Ilustraciones: las imágenes han sido remitidas por la autora de la obra.

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