Paraíso mínimo irrumpe salvaje, te saca del letargo y te lleva desde una experiencia íntima y reveladora hacia una visión genuina de la contemporaneidad cargada de crudeza y sensibilidad. Poemario con una propuesta valiente desde el inicio, rápido percibe el lector que ha de valerse de una inteligencia lírica para transitar junto a Berna el paraíso.
Nos han robado el sentimiento poético, caminamos sin belleza hasta que una canción, un cuadro o en este caso un libro te resucitan y eres más tú que nunca. ¿Cuál es tu paraíso mínimo que reivindicar? ¿Cuál tu línea roja que no permitirás sobrepasar?
Podría el autor haber comenzado con lo concreto, con la evidencia de lo que nos hace vulnerables, pero nos reta desde los primeros compases con la imaginación. Nos eleva e invita a su vuelo surrealista: un deleite para los sentidos sin una sola imagen estéril. Todo misterio esconde un significado y cuando lo desvelas a través de estos versos cunde una fascinación más allá del mero entretenimiento. Un éxtasis placentero.
Paraíso mínimo poco a poco va virando hacia la atroz concreción del punto de mira de un francotirador, hacia la crueldad del destino con los que han sido humillados o hacia la decadencia implacable de lo efímero. La vida sin el erotismo y ritual del comienzo. Una vez mostradas las dos caras, que pese a todo tienen elementos comunes, el poeta las funde y nos brinda en los últimos poemas una realidad maravillosa donde se entabla un diálogo sensual hasta con la propia muerte. Un final estimulante para una obra arrebatadora repleta de musicalidad y simbolismo.
TestamentoHierven mis pestañas sobre el folio con mis versos cosidos por estigmas de la tinta que mana sin cesaruna herida que no nos pertenece ni siquiera nos posee.Desearía soltarme caerme desprendermede este vuelo que consume¡De esta carne!Fundir mis alas ante la inmensidad de cualquier océanoy que el fuego no yerre en su misiónhacia la emancipación redentora de la culpa por querer y haber nacidopor sentirme de este cuerpo apenas verbosoledady espíritu.Basta la levedad de un instante en mis pupilas para que mis ojos dibujencorazones desbocados como cuadras de gigantes que galopan salvajescon sus crines de sangre derramada sobre el perfil cristalino de la auroratras la coronación mineral del pensamiento en el rostro anunciadode un nuevo amanecer.El gallo vestido de laurelescanta un sueño de siglos que despiertan entre flores de jara y elixires de seda donde mis hermanos jueganen la plenitud frugal del bosque.Cuando la arena apague el reloj de esta batalla y el sol abra con sus llaves la gran puerta mostraré a mi madre las cicatricesde cuantos rayos me atravesaron en la tormenta y susurraré callado a mi padre:
“ lo recordé todoyo soy”
Renacer cotidianoA veces sucedecuando menos lo esperas un huracán te azotaimpacta su rabia en tu pechocomo un francotirador desesperado que afina desde el tejadootra muerte a quemarropa y hace de tu cuerpoun amasijo de huesos
y carnea la deriva.
Caminar se convierteen una ceremonia estremecedora náuseas, vértigos, calambresla visión paranoica y desconcertante de un mañana desoladodibuja en tus ojos de iguanael espanto infame de la pesadilla y convierte el suelo que pisasen un precipicio infranqueable como un edificio en llamas donde nadie quiere habitar.A veces es necesaria la tragedia darse al baile de las sombrasy preparar nuestros sentidoshacia aquello que se descubre más allá de la apariencia cotidiana de las cosas.
AusenciasNo he estado en Damasconi en Bagdag recogiendo cadáveres que yacen inertes, apilados, olvidados sin loas de réquiem que trovensu gloria y sus hazañas.Así de cruel es el destinocon aquellos que han sido derrotados serán humillados y desterradospara siempre de la memoria como si con ellosnada hubiera pasado.No he vuelto a transitar por las viejas avenidas del México más colonial y decadentedonde los niños donde las niñasjuegan con sus ojos inundados en pegamento y sus frentes marcadaspor el signo diabólico de la barbarie.Esta vez no hubo puerto africano al que arribar en estampidapara amotinarme con los negros que se niegan a ser vendidosy rompen con la furia de sus dienteslas cadenas que los convierten en esclavos.Esta vez no hubo desierto alguno en el que saciar mi sedni selva tropical de ceibas milenariasen la que admirar el equilibrio parsimonioso del guacamayo y la tarántula.Ha sido solo, en la aldeaentre el trigo amarillo del veranoy las atalayas derruidas de mi infancia donde he aliviado el escozor de mis heridas.Nadie me prestó sus ojos para llorar conmigo.He construido de mis pedazosun bravo velero para abordar el oleaje una armadura de marfily un catalejo de huesos para avistar al enemigo.Arrojaré mi cuerpo desnudoa la patria dorada y última de las ballenas con la esperanza de que los vientos y la sal abandonen mis pies descalzosen las playas paradisiacas de aquellas islasque tantas veces habité en sueños.Al sur, rumbo al sur siempre al suren la frontera.
ÉxtasisSi un cuchillo te anudara la garganta y se abriera ante tus ojosun sinfín de melodías que conducen todas a un mismo lugar repleto de diamantes y esmeraldas
sería esta una bella historia para escribir un poemao hacer
con ella otra manida canción al desamor.
Si ese cuchillocomienza a derramar sangre y tus ojos se pierdenen un torbellino incontrolable
de recuerdos ese poema
o esa canción
se irán contigo para siempre porque allá donde vas no hay verso posible ni canto más hermoso
que la balada sublime de la muerte.
Biografía del autorIlustración de portada: Sonia SanzInstagram: @notempoediciones
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