'Linfas de éxtasis', cuento de Ihmisiä Vihaava Gotiikka

Ihmisiä Vihaava Gotiikka

Yo tenía catorce años cuando hui de casa, mamá era un fastidio y no me dejaba salir. Veras yo era medio gótica y no creía encajar en esa puñetera familia. Todo fue muy gracioso, mi novio me fue a recoger a eso de las nueve de la noche ¡quién sabe para dónde! Y yo que quedo con esa cara de sorprendida, pero todo bien, después de lo que paso en el colegio lo más prudente fue salir corriendo antes de que amaneciera porque seguramente los señores del aseo revisarían los lavabos  y entonces encontrarían todas las travesuras que hicimos los dos, sin embargo yo no   me fui con él hasta que empaqué mi maleta. Guardé dos

mudas de ropa, un lápiz y un diario. ¡Quién sabe si me dieran ganas de hacerle a la escritura! 

Mi novio y yo nos conocíamos hace cuatro meses. Sosteníamos una relación tranquila y supuestamente estábamos recién casados. Recuerdo bien que  el cura del salón nos echó la bendición con libro en mano después de que haberme cortado un pedazo de la rodilla. Eso se lo di en un sobre de manila, con una pequeña carta que decía « ¿Quieres ser mi hermano de sangre?». Mi novio, el todo bonito se tragó mi pedazo de rodilla, con un poco de asco, mientras yo lo miraba y en forma de aceptación, se cortó también un trozo de la lengua. Aunque grito demasiado a mi gusto. A continuación,  me lo metió en la boca mientras todos nos miraban y se reían, luego Alberto, el chico que todos rechazaban porque quería ser servidor de Satán y fundar una iglesia a la merced de su señor en medio de la avenida catorce, saco su libro de magia negra y dibujó una estrella en medio del parque. Nos dio dos cuchillas sagradas a los dos y tuvimos que cortarnos los brazos hasta ancalzar la epidermis. También acerco dos copas negras y los dos pusimos nuestra sangre allí « ¡Oh!, vikunilini, masikivinivii» murmuraba frente a nosotros. Intercambiáramos copas y bebimos la sangre del otro. Debo admitir que la  sangre de Juan me supo a lentejas con arroz, a sudor repleto de monedas pero no dije nada porque estaba segura de que mi sangre sabia peor., Lo digo por la cara de el al verla. Es posible que fuera culpa mía porque antes de vernos y entregarle el sobre, me había salido un moco Con la pena tuve que tragármelo deprisa, para que nadie me viera la nariz toda sucia. Después nos dimos un beso en la mejilla y fumamos un juramento en una hoja de papel, muy sagrado, el cual no se podía romper. Alberto escribió en una hoja de mi cuaderno «Tahasame Tohemse»,  luego un chico con cara de fumar mucho pasto nos prestó un mechero de aceite, prendió el papel y lo enrollamos para fumarlo. Tosimos mucho, alucinamos y  reímos. Pasadas unas horas nos metimos a clase de ciencias, Allí la señora Luz me pegó  un reglazo por decir que el planeta tierra tenía forma de corazón. ¡Malditos ignorantes!

Todo era perfecto, salíamos de clases y nos dirigíamos a la casa de Alberto a matar animalitos. Para pasar el tiempo, ya saben cómo cualquiera. Alberto nos ponía una ropa especial con un poncho en la cabeza y nos daba un cuchillo a cada uno. Él siempre llevaba el machete. Escondíamos nuestros cuerpos entre los árboles del parque y esperábamos a que apareciera algún chimpancé con cara de humano para atacarlo. La primera vez no tuvimos suerte. Esto fue porque mamá me llamo muy preocupada, a las doce de la noche y esos chimpancés despelucados no aparecían temprano. ¡Oh que fastidio mi madre!

Días después, nos pusimos nuestros trajes y fuimos en busca de ellos. Nos fuimos con los cuchillos y la bendición. Al llegar, un guardia vigilaba la zona así que tuvimos que subir hacia la parte más oscura. Entonces encontramos un chimpancé comiéndose una rata y a su lado un señor gordo, cantando alguna balada que no recuerdo muy bien. Aquel hombre nos volteó a ver y « ¡takitamahu, mitulahu!». Me lancé sobre él y lo cogimos a puñaladas. Alberto le dio un machetazo en la cara y luego yo le apuñale la garganta. A su vez, mi querido Carlitos le apuñalo los genitales hasta dejarlos colgando entre el pantalón y el piso. Una vez muerto, ellos dos tomaron sus testículos y me retaron a comerlos. Sinceramente, me dio un asco terrible, pero quería satisfacer a mi esposo. Cuando las mastiqué salio un líquido aberrante. Por poco vomito. Pero valió la pena, pues Carlitos me dio un beso en la mejilla después, como regalo. Los invité a acompañarme con la lengua y a probar algo de las nalgas, fue un gran festín. Recuerdo bien que cogimos el radio del chimpancé y pusimos música, luego bailamos entre todos y jugamos a una competencia de sangre: «el que más bebiera sangre ganaba la competencia». Ya entrada la noche, hicimos una fogata a nuestra manera para no pasar frío. Prendimos el radio y bailamos mucho hasta cansarnos.

En la mañana, cuando despertamos habían muchas moscas y me dolía la cabeza, Carlos me dio un poco de sangre del pulmón derecho para que se me pasara el dolor, igual a Alberto, nos limpiamos la sangre y nos dispusimos a ir a las clases donde la profesora de ciencias siempre me daba reglazos en la mano por decir que el planeta tierra tenía la forma de un corazón, ¡mierda!


Recuerdo que Carlos cumplía años un viernes, dos de agosto si no soy mal. Alberto se me acerco a mi puesto ese día y me dijo que qué tenía planeado, yo le dije que quería entregar mi virginidad de los labios pero que eso era ilegal y me daba miedo, así que entre los dos luego de una larga discusión y tres galletas del refrigerio pactamos que le regalaríamos el corazón de la profesora de ciencias en una cajita de cartón con forma de pulmón. 

Esa señora era muy extraña, siempre me daba reglazos y me negaba casi que por sus tetas que la tierra no tenía forma de corazón aunque sé que en el fondo sabía que era verdad, tal vez era un secreto científico y nadie se podía enterar de eso, la seguimos por tres días, Carlos se despedía de nosotros a la salida del colegio y los dos nos trepábamos en el parachoques de su auto, sosteniéndonos duro hasta que  este llegaba a una mansión, que más que mansión parecía un país.

El primer día ella paro el coche cerca a la entrada y se arrodilló ante la puerta, nosotros nos quitamos del coche y nos escondimos detrás de unos arbustos, ella dibujo una estrella invertida y se puso a llorar, luego «Theremeses urikiti»  se cortó las venas y se desmayó, pensamos que todo había terminado cuando de repente de la estrella comenzó a salir un fuego rosado, la profesora se levantó como un zombie y de la estrella salio una especie de niño con los ojos rojos y llenos como de sangre, le dijo.

  • Sabes que has cometido una gran falta hacia nuestro señor, no te ha sido posible sellar las siete puertas de lo oscuro ¡sabes que una de tus alumnas conoce el secreto!, y no has  hecho nada ¿podrías darme una explicación?

Alberto me miro a mí, como extrañado y me sonroje, era claro que yo conocía el secreto, era obvio ¿no?, si la tierra no tuviera forma de corazón entonces las personas no vagarían como en curvas soportando todas las piedras del camino, ese aspecto circular, ¡Ufff! Era demasiado estúpido, hasta el más tarado de los seres se hubiera dado cuenta de eso.

  • No sé, ¡oh!, gran espíritu de la servidumbre de mi gallardo y respetado señor, es que no he sido capaz si no de pegarle reglazos en la mano y dejarla sangrando, sé que debo sacarle el corazón y dejarla tirada en algún hueco de la ciudad ¡pero es que no estoy en vena nunca! 

  • ¡oh!, los humanos de hoy en día ¿Qué tiene de difícil engañarla y llevártela a tu casa, darle un poco de vino o hasta donde sé sangre de gato o que se, de  rata y quitarle la cabeza? 

  • Pido, señor le dé la oportunidad a mi alma de volver a su cuerpo, a más tardar en cinco días tendré la valentía de realizar dicha tarea.

El fantasma se quedó mirando fijamente a los ojos de la profesora y desapareció, creo que le dijo algo con la mirada porque ella volvió a desmayarse, la estrella invertida no tardo en disiparse  y la puerta se abrió, tuvimos que salir corriendo  porque había un detector de niños y entonces podríamos morir por alguna de las pistolas  que estaban instaladas en el  piso.

Al otro día cuando nos tocó ciencias la profesora ya no me dio un reglazo en la mano apenas dije que la tierra era de la forma de un corazón, si no que me cogió del cabello «a la vista de todos mis compañeros», y la muy pelotuda le pareció muy chistoso quitarme un seno en medio de todos ¡fue súper doloroso!, ella dijo.

  • Miren chicos lo que le puede pasar a alguien que no sabe sumar tres más uno  y que además dice que la tierra tiene la forma de un corazón.

Ella saco un cuchillo larguísimo y me obligo a  quitarme el sostén, todos rieron ¡vaya!, que vergonzoso, luego cogió uno de mis senos y lo empezó a cortar, un chorro de leche se disparó hacia Carlos que me miraba con mucho dolor, lo saboreo y me dijo desde su silencio, desde la lejanía de sus luceros dorados que había valido la pena, entonces cerré los ojos y mientras todos reían  sentí como se me desgarraba el pecho, en medio de una sensación de sudores y humos, tal vez  algo de  satisfacción, de un momento a otro  advertí como el ultimo pliegue de mi seno se desprendía del  tórax.

La profesora me obligo a abrir los ojos, el salón comenzó a oler a mierda y a mí ya me estaban dando ganas de quitarme el otro seno para saber cómo se sentía, o bien perdurar por un poco esa sensación, para sentir como el mundo se mojaba en sangre, como en adrenalina, me dirigió hacia la ventana y saco una correa de cuero de su boca, luego me dejo atada a uno de los palos que sostenían  las claraboyas; «Tikumily tosumujo» y todos mis compañeros se pararon de sus puestos con diademas en forma de estrella en la cabeza « Tikumily Tosumujo», comenzaron a pegarme con ramas en la cara, uno que otro sacaba un cortaúñas y me daba puntadas en los brazos, en los pies. La profesora puso música y saco un machete, mientras todos « ¡Oh! señor de las tinieblas que a lo lejos que se escuchan las estrellas y el ardor del dolor ajeno, para los débiles de alma, Mente y cuerpo; ¡sí!, porque el mundo es como un vacío donde dos fantasmas van compitiendo por no caer en medio de la cuerda del olvido, solo que ninguno de ellos sabe que siempre han estado solos ¡oh! Siempre lo han estado y caerán, por los siglos de los siglos», yo solo los miraba y entonces recordé que estábamos a 30 de Julio y nada que podía sacarle el corazón a esa maldita para regalárselo a mi novio, todos cantaban y ella cogió mi pezón que yacía en medio del piso y me obligo a tragarlo, y «Madiaratza das perifa lil», una rama que cae sobre la sangre y ese olor a perro de los días sin freno ni auge en las curvas del dolor y el desespero, porque los normales suelen ser tan egoístas y ¡mierda! Ese pezón ya entraba en mi boca como la masa de una arepa gigante, «algo así como el odio del mundo»; la sangre me hizo dar náuseas y por poco vomito ante las vista burlesca de la mayoría que «Tikumily Tosumujo» y todos se convencían desde su silencio que valía la pena hacerme sufrir solo por un poco de valor, tal vez porque la vida de los normales es tan mecánica, en un momento sentí que caía pero todos me atraparon ¡no me dejaron escapar!, y la profesora que me agarra del cuello «Zodameranu odo cicale», me pega un reglazo en la mano izquierda y mientras todos se acomodaban las diademas en medio de un ¡maldita sea!. Sentí que la oscuridad me absorbió como si alguien invisible estuviera tragándose mi dolor y desperté en el escritorio, en la misma clase, con la misma perra, apaciguando el dolor a punta de morderme la mano mientras la sangre de mi tórax iba inundando ese salón como con ganas de venganza, tal vez de perdonarlos a todos.

Al final de la clase Carlos y Alberto me cogieron de los brazos «me sentía muy débil» he hicieron de muletillas, Carlos saco un peluche amarillo de su maleta y me lo ofreció para que me lo amarrasé en el vacío que  había  dejado en el tórax ya que me goteaba mucho, yo le di un beso en la mejilla y sentí como se sonrojaba, me hizo reír, supongo que el sufrimiento se apacigua con  cualquier cosa, el peluche tenia tejido de acetaminofén así que cuando me lo amarre no sentí más dolor y pude caminar sola. Alberto me susurro al oído que si seguíamos con el plan y yo ¡por supuesto!, nos despedimos de Carlos y de nuevo nos dispusimos a seguir a la maestra. 

A pesar del dolor  seguimos con el plan, « ¡Tenía aún más ganas de matarla!», la seguimos pero esta vez ella no se cortó ni  dibujó una estrella en el suelo, de hecho nosotros fuimos los que casi nos desangramos porque nos montamos en el parachoques y salio un gato del baúl el cual nos rasguño la cara durante todo el trayecto. Alberto me dijo que ese gato era la representación del demonio «cachú badilada», el cual conocía todas las contraseñas para salvaguardar el infierno.

En caso es que cuando el coche se detuvo no lo hizo en la mansión, si no que fuimos a parar al lado de un acantilado; el agua era roja y el viento nos susurraba «Madiaratza, toroide» , la profesora se bajó y se desnudó, era horrible tenía una maraña de gordos y un montón de tatuajes todos extraños, por ejemplo en el trasero le sobresalía un elite del infierno, eso creo, tenía noventa cabezas y cada una de ellas hacia una expresión facial que caracterizaba a cada individuo, uno de esos gestos era una sonrisa pero no una sonrisa cualquiera, los colmillos eran de diamante y cada vez que sonreirá le salía una linfa sabor a que la vida  se me está regando por el sudor de la gente, de las mujeres y esas minifaldas que saben a chúpame aquí y ahora que ya no sé si hoy es martes, miércoles o a lo mejor sábado, porque esa peca que tienes en la teta izquierda me sabe a descalzo, a hígado de bacalao a las cinco de la tarde. 

La maestra, ahora desnuda se paseó por el borde del rio y comenzó a reír; « ¡parecía una loca!» después tuvimos que correr y escondernos detrás de un árbol de zecuym donde una serpiente se enrollo en mi  tórax y de la nada vi como volvía a crecer un pezón banco y fuerte, la serpiente solo me pidió a cambio dos litros de sangre entonces me mordió la muñeca y sentí como mi sangre salía y brotaba en medio de esos dientes oscuros, llenos como de sufrimiento, de fastidio. Luego me sentí algo mareada, había perdido mucha sangre,  entonces me recosté en los hombros de Alberto y la serpiente desapareció.  

«Ilasa micalazoda olapireta ialpereji»  la señora, ahora vestida con un  vestido negro se metió al agua a la vista absorta de nosotros y comenzó a cantarle al cielo, « ¡oh! beliore das odo! Las estrellas me escucharan y los entes que se pasean en medio de las piernas y de los hombres ordinarios, ¡tanta servidumbre del mundo!», un sapo se acercó hacia ella, caminaba en dos patas y le trajo un pergamino, de nuevo «  ¡Moz, od maof-fasa!, yo seré la reina entre los límites del cielo y del infierno, ella será mía, yo ya le quite una parte, que las aguas y los rostros se inclinen ante mi merced!». 

Era obvio que se refería  a mí pero, ¿Por qué?, yo solo sabía que la tierra era de la forma de un corazón, un corazón roto tal vez, en caso es que estaba absorta con Alberto viendo el espectáculo y un cerdo con la cara de Minos o algo así apareció de repente entre los árboles y me pego en la cola, Alberto  saco su machete y cuando ya estaba a punto de matarlo el espécimen se arrodillo y aclamo.

  • «!Oh! diosa de las verdades, no os matéis a este servidor tuyo», 

Yo quede aturdida, le dije.

  • ¿Diosa de las verdades?

  • Sí, veras, -dijo poniéndose de pie. Tú no eres una sujeta cualquiera, de hecho ni siquiera perteneces a este mundo ,eres de los avernos del señor Dybin, por eso la señora, que está bailando en el rio de las penas ahogadas intenta matarte porque eres la enemiga secreta de satán.

Yo no sabía que habían más infiernos además del señor Satán, hasta ese entonces pensaba que era el único. Pues los dolores se asemejaban mucho a los de esos  hombres que vagaban en la superficie y me hacían dar ganas de llorar, o bueno eso lo habíamos visto en la clase de literatura infernal uno, la cual era dictada por el demonio de la vanidad; el cual nos obligaba a leer la biblia satánica, nos daba mucho fastidio porque que  pereza leer esa cosa toda larga y entonces nos castigaba con dos días sin comida pero ¡qué va!, como era viejo y  medio bruto dejaba las rejas del encierro sin llave, entonces todos nos escapábamos hacia nuestras casas como si nada. Aunque una vez si nos tocó quedarnos encerrados pero porque la perra de Samara, «La chica más nerda del salón» le dijo al profesor que Carlos y yo estábamos capando clase, entonces nos encerró a todos y no contenta con eso la muy lambiscona cerro la reja, entonces nos tocó comer mocos para no morirnos de hambre, también matamos a un ciempiés que paso por esos días y gracias a Demontre que no morimos hay.

  • No entiendo nada. 

  • Te explicaré, no solo los hombres pueblan el firmamento entre el cielo y el abismo, también hay fantasmas, seres de otros planetas que fueron y vinieron a través de la historia invisible de los días; tú perteneces a la era de los Setyun es decir cinco mil años antes de los pulpos y diez mil antes de los hombres. 

  • Bueno, ¿y  porque no estoy muerta como los demás?    

  • Eres especial, veras en ese entonces hubo una guerra entre los animales y tu tribu «en aquellos tiempos los animales tenían conciencia», se disputaban la tierra de Sapurta porque allí había muchos cocos de limón «antes las frutas tenían sabores diversos» entre ellos mangos con sabor a mandarina o sandias con olor a naranja, así que los tigres en compañía de sus hermanos (los gatos) le declararon la guerra al jefe y hoy rey legítimo de tu tribu Dybin, todos se organizaron pero a ti te dio miedo salir a luchar , ¡eras tan solo una bebe! Entonces te ocultaste en el océano atlántico hasta que yo te encontré y te deje en casa de una prostituta, que hoy día es tu madre. Pero por razones de la vida, estaba caminando entre la nada y me encontré en medio de la incertidumbre a nuestro rey el cual estaba agonizando de dolor, sane sus heridas y ahora el gobierna un pequeño territorio junto con algunos ángeles protestantes, y ya que tú eres la predilecta me ha llamado en tu búsqueda para que puedas reunirte junto a su merced.

  • Bueno, el caso es que en el momento no puedo porque tengo que matar a esta señora para poder dale un regalo a mi querido novio, además mi mami no es una prostituta, desconfió mucho de tus apreciacione… (…)

De repente Alberto me empujo; ¡el demonio desapareció! La profesora ahora «Tesumeitese tosumunuke» apareció frente a nosotros con un traje negro y una antorcha morada, saco un cuchillo y riendo me apretó del cuello, Alberto quedó estupefacto y yo intente defenderme pegándole patadas en el abdomen, pero ella no cedía, mis piernas traspasaban su cuerpo como si de un fantasma se tratase, pero sus manos eran tan sólidas que no era posible que fuera un ente incorpóreo o algo así; riendo paso  el cuchillo por su lengua y me corto la mejilla, un chorro de sangre espeso salio con mucha presión ensuciando el rostro de aquel ser, que ahora me miraba tan feliz, como tan satisfecha. Saco una copa de su traje e hizo presión sobre mi rostro hasta llenarla por completo, luego el sapo que antes le había pasado el pergamino mientras estaba en el rio cantando, se aproximó con una soga y  «Tisumijulo takamaia» la profesora toma a Alberto, y con la ayuda del sapo nos ataron a dos árboles que estaban cerca del rio.

  • Esta es mi última advertencia, niñita timada ¡no os volváis a mater conmigo! No sabes que tal profundo es el viento hasta que te hace caer sobre sus suspiros.

Yo me quede quieta, no supe que responder. La profesora me pego una patada en la vagina, luego saco una aguja y  la introdujo en uno de mis ojos, yo llore demasiado; me ardía tanto y comencé a maldecirla por los demonios, por lo hombres y por el valor de la mierda que salía de su pútrido trasero, ella solo sonreía y me seguía puyando con la aguja hasta que saco mi ojo; luego se dirigió hasta donde estaba el sapo y se lo regalo. El sapo me miro, fue hasta donde yo yacía adolorida, atada al árbol de la vida y se tragó el ojo ante mi vista, saboreando cada jugo, el iris, la córnea, hasta los nervios ópticos que también habían sido arrancados de su lugar. Creo que me desmaye y cuando desperté la profesora me pego una patada en los muslos, de nuevo saco la aguja pero esta vez no se dirigió hacia mí si no que desapareció por un momento y desde el viento «Tasa jama jutulomenene» 

  • Desde el día de hoy eras mi sirvienta maldita chavala.

Alberto grito y un cuchillo afilado en forma de «S» traspaso una de sus piernas, chorros de sangre cambiaron el color natural del pasto que ahora se tornó morado y pesado, comencé a llorar, « ¡Maldita puta! ¡Déjalo en paz! »  Ella reirá y reía mientras le clavaba el cuchillo en las nalgas entre el ano, en los huevos, luego lo desamarro y comenzó a beber su sangre hasta que las partes que había apuñalado quedaron negras y con marcas infernarles, estrellas invertidas y serpientes de noventa cabezas que ahora apuñalaban sus labios, sus pulmones, Alberto agonizante y lleno de tristeza me miro, llorando mientras la puta esa le clavaba un montonón de agujas sobre las orejas, sobre la boca para que no hablara ni escuchara ninguno de mis gritos « !Maldita!» « ¡Te odio!, ¡te odio!» de nuevo el cuchillo en forma de «S» pero ahora más grande, salio del suelo, en medio de un agujero morado y lleno de esquirlas gigantes que por poco y me quedo ciega, Alberto comenzó a gritar y el cuchillo lo partió en dos dejando sus órganos y el contenido de estos sobre el suelo ante la vista de esos dos seres tan sádicos, tan malditos « ¡Maldita! ¡Perra te odio! » 

Me desperté en la clase de Biología, Carlos no estaba, no había podido venir dado a que le había dado gripe bufonice, la que le daba a los demonios de primer rango cada tres siglos, la maestra estaba muy feliz; solamente se acercó a mi puesto una vez y no me pregunto por la forma de la tierra ni me pego un reglazo como de costumbre, solo me dio un pequeño sobre y también me regalo una pequeña venda para tapar el vacío que tenía en la cuenca ocular derecha y que me dejara de sangrar.

Cuando acabo la clase, fui al baño y me encerré, llore mucho, creo que llene toda el baño con mis lágrimas porque una chica que estaba allí maquillándose me maldijo y se sacudió los zapatos los cueles quedaron repletos de agua; luego me puse una cola de caballo y saque el sobre que la profesora me había regalado, cuando lo abrí salio mucho humo, también un poco de escarcha azul; decía. 

«Sr, Sara. 

Asunto. Temas delicados de salud de su hija «Emily Camargo»

Buen día, escribe la profesora Carla, dicto la clase de Biología del quinto grado y también soy directora del grupo donde se encuentra su hija. El día de ayer nos reunimos todos los maestros, estamos muy preocupados por el estado psicológico de Emily, sucede que en todas las clases se hace en el fondo del salón, habla sola y siempre que le preguntamos algo relacionado con los deberes nos responde «La tierra tiene la forma de un corazón». Precisamente el día de ayer presenciamos como se quedó dormida y comenzó a llorar, sus compañeros se asustaron y ella comenzó a gritar y a rasguñarse la cara, también el pecho, gritaba llamando a sus amigos imaginarios, creo que Carlos y Alberto.

Sin más espero que pueda leer esta carta ya que es pertinente tratar estos asuntos, sepa que nos preocupamos por el estado psicológico de nuestros estudiantes y su bienestar.

Queda agendada para pasado mañana 

Gracias por su atención»

Fue una jugada sucia, la profesora me había hecho un hechizo para que todos pensaran que estaba loca y así pudiese librarse de mí, pero claro que no iba a permitir que se saliera con la suya. 

Escuche unos pasos en el corredor, era Carlos que estaba buscándome, salí del baño y  cuando lo encontré me avente sobre él, lo abrase, y le conté lo de Alberto, él se arrodillo, comenzó a maldecir mientras  todos pasaban y se reían de nosotros « ¡Malvados!» lloramos mucho y nos besamos, luego volvimos al baño y fue entonces que decidí abrir las piernas; el me quito el vestido y yo le ayude con el brazier, un beso en la teta derecha, beso, baba sangre tras sangre « ¡te amo! ¡Te necesito tan real y tan distante! » Las risas de los otros comenzaron a invadir ese pequeño espacio en el que dos amantes disfrutaban cada planeta, cada anillo de Saturno que se colaba en cada ¡ah! ¡Más duro por favor! ¡No pares de hacerme tuya con tu boca!, con la forma en la que el mundo gira y entonces me haces sentir que la vida tiene sentido, que las risas de todos, la muerte de Alberto «te amo»

Cuando terminamos, medio desnudos y con el sol en la mitad de nuestros cuerpos fuimos al patio trasero. Durante todo el trayecto soportamos las risas de todos que nos tiraban embaces de yogurt y papeles repletos de babas, debía ser el hechizo que había puesto la maestra sobre mi « ¡Desgraciada!» Nos metimos a un pequeño hueco, Carlos beso mis ojos, mi pecho y olio mi cabello «serás mía de por vida», después  prendimos una hoja de papel para fumarla, en ella pusimos con tinta negra y babas «Alberto» para que las nubes, los pájaros y los aviones supieran a su nombre y entonces sintiéramos que él estaba con nosotros en cada recreo, en cada galleta con maní y chocolate.

Carlos saco un cuchillo y me dijo que era hora de vengar a Alberto, que ya no importaba su cumpleaños porque el mejor regalo era poder estar conmigo y poder saborear mis besos, que le sabían cómo a refrescos de cincuenta en el tejer aburrido y fastidioso de los días, los cuales se teñían el aquella escuela de demonios hipócritas que no paraban de reír y de señalarnos con el dedo, con ese dedo que sabía a pertenencia, más bien como a esperanza. Cogí el cuchillo y  afirme con la cabeza, el plan era súper sencillo, íbamos al baño y los atraíamos  a todos, llamábamos su atención con alguna rata o copa de sangre; luego los encerrábamos con algún hechizo y ¡pum! «Ksatamaraja tosumelene» les quitábamos la cabezas, los ojos y los pulmones, a la maestra le arrancaríamos dedo por dedo y luego la obligaríamos a tragarlo, también le sacaríamos la mierda de los intestinos y se la colocaríamos en el corazón para que cuando la fueran a recoger supieran que era un asco de demonio.

Carlos me beso de nuevo y saco una culebra que tenía metida en los calzoncillos. Le quitamos la cabeza y sacamos la sangre, luego conseguimos un envase para verterla; la revolvimos y con la piel de la serpiente hicimos una especia de pitillo, con los dientes una corona para decorar aquella copa de plástico, después nos dirigimos al baño, con la sangre inscribimos en los espejos «Bienvenidos» y cantamos a todo pulmón canciones que invocaban la felicidad de los demonios, «Takaramaje sotulomeneju» que viva la gloria, la tempestad y el dolor del averno para su merced y todos se iban acercando poquito a poquito, hasta la maestra atraída por la dulzura del hechizo y entonces « Takaramaje sotulomeneju» todos bailando en medio de ese baño  pequeño, repleto de sangre de serpiente, ¡tantos sentimientos! Unos moviendo la cabeza, otros la cola y revolviendo su cabello, no faltaron los cascabeles, las maracas y el acordeón « Takaramaje sotulomeneju» sacamos nuestros cuchillos y mientras las nalgas se menaban y los demonios aullaban de alegría introducimos el cuchillo de la venganza sobre cada garganta, ojo he incertidumbre, ¡tantos gritos! Sacamos intestinos, cada apéndice, olor a mierda y a vejigas llenas que llenaron el cuarto de orines y mierda azul, en el fondo la profesora aparecía como asustada, no podía mover las manos era el baile de la muerte, su final y su delirio de carne, ya no quedaban casi fantasmas porque los sesos eran cortados por la punta de nuestro filo que raspaba las frentes, despellejaba los pechos y bebía la sangre de esos perdedores que algunas chocaron las risas de su ignorancia sobre nuestra voluntad, bebíamos sus jugos, cada vez que una sujeta se travesaba le clavaba mi cuchillo en la vagina y bebía todo el contenido de su alma, ponía la boca y entonces la sangre salía acompañada de pequeños murmullos calientes y deliciosos que me hacían dar ganas de probar algo de las nalgas mientras Alberto chupaba las salchichas que le correspondían, salía leche y quedaba su boca repleta de un líquido blanco que dejaba su lengua rosada y llena de fueguitos ardientes y dorados, luego los cortaba, los fantasmas gritaban demasiado, maldecían a las nubes, a cada planeta del universo por nuestra merced « Takaramaje sotulomeneju» fue la venganza de la sangre entonces.

Cuando terminamos con los fantasmas, guardianes de la maestra, nos dirigimos a donde yacía arrodillada, pidió perdón, pero no la escuchamos, cogí el cuchillo y le extraje uno de los ojos, tal cual como ella lo había hecho conmigo, luego «Tajauy aseje »  tome un pergamino y selle con su sangre un pacto de tormentos eternos para su alma, su esperanza y cada latir de corazón, «no quiero la muerte para los que no la merecen, más bien una vida de cadenas oxidadas y celdas de sufrimiento para toda la eternidad» Carlos y yo nos arrodillamos, clamamos el silencio, luego « Takaramaje sotulomeneju» y la hicimos desaparecer, quedaría en el mundo de los hombres soportando su penuria, había escuchado algo llamado trabajo, oficina y hasta rutina ¡tormentos terribles que ningún demonio se maginaría!, pero por supuesto que se lo merecía, andaría entre ellos y saborearía cada lagrima, cada odio.

Cuando terminamos de hacer el hechizo salimos corriendo, Carlos me advirtió que me recogía para salir de casa, por supuesto que habría consecuencias por haber matado a los guardianes del recinto, pero si salíamos  a tiempo y lográbamos  escapar a alguna parte del infierno lejana hasta de pronto y podríamos librarnos del castigo. También de nuestras horribles familias que nunca comprendieron nuestros rostros invisibles y cara pálidas llenas de diversión y majestad.

Solo recuerdo que corrí mucho, tanto que caí sobre el suelo, de repente las nubes se tornaron grises y de nuevo un montonón de risas ¡tengo que llegar! ¡Tengo que llegar maldita sea! Las calles se fueron agrietando, no pude llegar a casa, no pude empacar mi maleta para salir corriendo de aquel lugar, el castigo fue más rápido que mis pies, que las ganas infinitas de ser libre y conocer el olor de la felicidad. 

Desperté entonces en el mundo de los hombres, sobre un hueco espantoso, repleto de tormentos, risas y seres extraños llenos de babas, junto con la soledad de unos cielos tediosos, uniformes blancos y gritos que se ahogaban en el desespero de su mundo.

¡Esta parte del infierno es tan pesada!!! 


Tomado de, valor y sacrificio.




Ihmisiä Vihaava Gotiikka

Bogotá. Colombia, estudiante de Literatura en la universidad distrital, genero gótico, gore y Yandere. Novelas Hastió, Lumbre, Lobreguez, Averno. Antologías de cuentos. Odio, Valor y sacrificio. Antologías poéticas, Cantos Transparentes, Desagregación.


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