La entrevista, que Herederos del Kaos reproduce parcialmente a continuación y que fue "publicada originalmente por la revista madrileña Margen Cero", profundiza en varios aspectos de la literatura y la vida de Juan Carlos Vásquez. Realizada por Milton Ordóñez, quien además de su trabajo en el campo literario es músico, traductor y director coral, esta conversación ofrece una mirada sobre las experiencias de Vásquez, abarcando desde su relación con la ciudad de Nueva York hasta sus influencias filosóficas y literarias.
A través de un diálogo profundo, exploran las motivaciones y desafíos de un autor cuya vida y arte están profundamente entrelazados. Además, Vásquez comparte reflexiones sobre la interconexión de experiencias y el impacto de los arquetipos en el destino.
—Abres tu novela “La isla Ward: El lado oculto de Nueva York” con una frase de Le Corbusier, a quien debemos mucho. ¿Entre "catástrofe” y "hermosa catástrofe", ¿cuál es la diferencia?
—En el contexto de mi historia, la diferencia entre "catástrofe" y "hermosa catástrofe" se convierte en una exploración de los abismos y las maravillas que habitan en los rincones más oscuros de la narrativa. Inspirado por Le Corbusier, quien describió a Nueva York como una "catástrofe" que a su vez era "hermosa", busco reflejar esta dualidad. La "catástrofe" representa los desafíos y conflictos que enfrentan los personajes en un entorno urbano marcado por la decadencia y la desesperación. Sin embargo, la noción de "hermosa catástrofe" sugiere una belleza singular que emerge de las sombras, una estética cautivadora que se revela en medio del caos y la adversidad. Este contraste sirve como el telón de fondo para explorar un paisaje urbano donde la luz y la oscuridad se entrelazan.
La fascinación por el submundo en la novela surge de la intriga que tenemos como seres humanos por lo desconocido, lo misterioso y lo prohibido. Este interés me llevó a ser parte de los aspectos más sombríos de la psique humana y a adentrarme en territorios emocionales y morales complejos. En la literatura, el mundo oscuro se convierte en un escenario fértil para explorar temas como el mal, la salvación, el vicio, la corrupción, la lucha entre el bien y el mal. Nueva York ofrece un escenario perfecto.
—¿Cómo manejas hoy día el susto con el que naciste al verte asmático?
—Manejo el susto del asma en la infancia recordando cómo lo superé. Durante mi niñez, fue un desafío constante hasta los 11 o 12 años. Recuerdo el tratamiento que seguí con una doctora, quien eliminó varios alimentos de mi dieta, creyendo que podrían estar causando alergias relacionadas con mi enfermedad. Sin embargo, fue gracias a otro médico, que aplicaba un tratamiento basado en inyecciones traídas desde los Estados Unidos, que finalmente experimenté mejoría. Durante varios años, me sometí a esa atención con regularidad y, desde entonces, nunca más experimenté episodio alguno.
A pesar de que las crisis quedaron en el pasado, los recuerdos de aquellas asfixias (que eran realmente desesperantes) aún permanecen en mi memoria de manera inconsciente. “La experiencia de ser transportado en la ambulancia, rodeado por el sonido ensordecedor de las sirenas y luchando por cada bocanada de aire, quedó grabada en mi mente”. Fue un momento de terror y desesperación, pero también de una extraña calma, como si estuviera suspendido en un limbo entre la vida y la muerte.
Durante esas noches, cuando lograba dormir, mis sueños se llenaban de escenas donde las inundaciones y los naufragios eran recurrentes. El agua se convirtió en un elemento en mis pesadillas, ya que siempre caía dentro del mar y me hundía en el fondo, lo que podría explicar la relación entre la imposibilidad para respirar y el agua.
Reconozco que cuando tengo leves problemas respiratorios, esos recuerdos pueden volver. Sin embargo, he aprendido a enfrentar los temores y a transformar esos momentos en inspiración para mi escritura. De hecho, muchos de mis textos contienen referencias a aquellos instantes. Lo curioso es que la experiencia de enfrentar el asma me brindó la oportunidad de explorar Valencia todavía siendo un adolescente, así que al salir de la clínica siempre aprovechaba para escaparme a otros sitios y descubrir salas de cine… y unirme también a grupos de personas con intereses musicales y literarios realmente transgresores. Muchas de esas experiencias marcaron mis pasos en el futuro.
—¿Ontológicamente, dónde vives: en la poesía o en la narrativa?
—Desde una perspectiva ontológica, encuentro que vivo más en la poesía. Mis primeros pasos en la literatura los di a través de la poesía, encontrando en ella un medio para explorar y expresar emociones profundas (a veces extremas). Aunque es irónico decirlo, hace años que no la escribo, pues enfrentarme de nuevo a ese proceso me resulta perturbador. Sin embargo, vivir en la poesía va más allá de la escritura; es una forma de ver el mundo en mi día a día. Como observador constante, me sumerjo en la contemplación, la escucha atenta y el uso de todos los sentidos para capturar la esencia de cada momento.
Por otro lado, la narrativa se presenta como un medio para plasmar experiencias y viajes, así como para desafiar convenciones y límites. A través de ella, puedo recrear momentos personales o cercanos, transmitiéndolos con toda su crudeza. Disfruto rompiendo los juicios preestablecidos y la lógica de los entornos que, a menudo, carecen de coherencia. La narrativa se convierte así en un vínculo para compartir con otros el mundo exterior y sus particularidades. Sin embargo, incluso en esta forma de expresión, es posible hallar rastros de la influencia poética que tanto caracteriza mi enfoque literario.
—De tus recientes cuentos cortos, ¿cómo describirías para el público el que tiene lugar en Lituania?
—El cuento "En los bosques de Lituania" surge de una combinación de inquietudes y casualidades. La idea inicial fue concebida al reflexionar sobre cuál sería el paraíso para los tomadores, y es entonces cuando me entero por la prensa y por un amigo del “problema” que estaba experimentando la sociedad lituana, motivado por esta situación de la ingesta de alcohol, donde se habían implementado medidas para regular su venta y consumo, y debido a problemas sociales asociados; nace una destilación ilegal que se elabora en los bosques a donde acuden cientos de personas. Es cuando estructuro el relato en mi mente bajo la ficción de una alucinación autoinducida, concebida bajo la influencia del delirio (delirium tremens), la mitología lituana y el misterio del bosque… Un viajero prácticamente tentado a la muerte plácida y desesperante por el llamado de su propio vicio.
A su vez, influye la experiencia de mi amigo, que había visitado los bosques. La convergencia de estos elementos dio forma a la historia, que explora temas como la búsqueda de escapismo, la confrontación con la realidad de un alcohólico y la atracción hacia lo prohibido. Me costó mucho publicar este relato, por los prejuicios y contraindicaciones de este exceso… fue en la revista “Extrañas Noches” que le dieron una oportunidad… y más recientemente en la revista FREIBRÚJULA en Friburgo, Alemania.
—Háblanos del destino... Por ejemplo, nos conocimos en Nueva York, siendo que ambos nacimos y llegamos a vivir cerca: Maracay y Valencia, Venezuela. ¿Podría no haber sido así?”
—El destino, ¿verdad? Siempre jugando sus cartas en la vida. Nosotros, dos personas inquietas, buscadoras de experiencias más allá de las fronteras de lo conocido.
Fíjate en algo, cuando me fui a Estados Unidos llegué a la Florida, para ser exacto a Tampa, pero yo sabía que mi destino por más que se desviara tenía que ser Nueva York… Imagino, no lo sé, por lo menos en tu caso, que pensabas lo mismo antes de llegar. El mundo no es tan grande como piensan, siempre hay un bar, un rincón, una plaza, en cualquier ciudad, donde se encontrarán o pasarán muy cerca las personas de cualquier parte del planeta que toman riesgos, luego vienen esos episodios que dan las circunstancias, las casualidades, la afinidad, lo que hace que ese grupo, o personas, se encuentre, o no. Que tengan cosas en común para hacer realidad, juntos o por separado, una idea, un trabajo, una obra.
Yo creo en los arquetipos. Están arraigados en la psique humana de una manera profunda y fundamental. Son heredados y compartidos por toda la humanidad a través del inconsciente colectivo, una especie de depósito de experiencias y conocimientos compartidos que influyen en nuestra forma de percibir.
Es sorprendente cómo los arquetipos pueden jugar un papel en las coincidencias que experimentamos.
Por ejemplo, una vez nos encontramos en Central Park. Yo tenía un relato escrito en unos folios con unas letras diminutas, todo estaba lleno de líneas y tachones, y de tinta humedecida que hacía casi ilegible mis intentos de ideas. Recuerdo que tú me habías mostrado un ejemplar de un libro con el que ganaste el premio Fundarte. Imaginé que lo que te mostraría no te interesaría en lo absoluto, y así fue. Pero noté que tu mirada se centró en un par de líneas a las que hiciste mención varias veces. Esas líneas luego fueron la semilla de otra idea que hoy forma parte del libro.
Cuando nos encontramos con situaciones o personas que parecen reflejar patrones familiares o temas recurrentes en nuestras vidas, podríamos estar viendo la influencia de estos en acción. Es como si el universo nos estuviera enviando mensajes a través de estas conexiones, recordándonos que estamos todos interconectados en un nivel más profundo.
Por ejemplo, puede que conozcas a alguien nuevo que te recuerde a un amigo cercano o a un personaje de una historia que has leído, y de repente te das cuenta de que están compartiendo características similares o enfrentando desafíos parecidos. Esto podría ser una señal en ese momento, el universo está tratando de decirte algo a través de un instante.
Las coincidencias pueden ser vistas como mensajes o señales que nos guían, recordándonos que no estamos solos y que nuestras experiencias están conectadas de formas que a menudo no podemos comprender en su totalidad.
¿Podría haber sido diferente? Tal vez en otra línea temporal, en algún rincón distinto del multiverso. Pero sucedió ahí, en el epicentro del caos cosmopolita. Quién sabe qué nos depara el destino, pero ahora, en la hora de la nueva circunstancia: esperando para volver a crear realidades que son sueños y coincidencias que aún desconocemos.
—¿Por qué a la gente le da por escribir? O mejor dicho: ¿por qué hay gente que aunque quisiera, no escribe?
—La gente que escribe lo hace por una necesidad vital, y aquellos que continúan toda la vida haciéndolo lo hacen porque tienen el coraje, aunque pasen los años, aunque tengan que buscar experiencias, investigar, nutrirse de todo lo que se encuentran en el camino, sin importar lo que sea, dejándose seducir por cuanto placer o riesgo les invite. Escribir es un acto de valentía.
Los que abandonan están demasiado atrapados en sus propias cabezas, atormentados por dudas y miedos, incapaces de liberar las palabras o de continuar con esta práctica que no es nada sencilla. Si tuviésemos que hablar de convicción, uno de los mejores ejemplos de fortaleza es el de Franz Kafka.
Escribir es una forma de resistencia contra la monotonía y la banalidad de la vida cotidiana. Escribir es nuestra manera de trascender la insignificancia de la existencia.
Así que, ¿por qué hay gente que no escribe? La razón por la que algunos no escriben puede ser tan simple como el temor a enfrentarse a la sensación de no tener nada importante que decir. Otros pueden estar demasiado ocupados con las exigencias de la vida diaria o simplemente no haber descubierto aún el placer y la liberación que puede brindar la escritura. La gente tiene sus propias razones, pero quizás, para muchos, simplemente no han encontrado la chispa que los impulse a empezar.
El camino hacia la escritura puede parecer lleno de obstáculos imposibles. La autocrítica despiadada y el miedo al fracaso pueden convertirse en trabas que impiden dar el paso. El temor a ser juzgados o incomprendidos puede paralizar incluso a los más talentosos y apasionados escritores en potencia.
Para mí, es una necesidad imperiosa. Este mundo resulta monótono y desagradable; tener la capacidad de moldearlo, manipularlo en beneficio propio o en detrimento de otros, es una forma de poder, una liberación esencial. Es amor, es venganza... y se desata la creatividad, la liberación de dopamina que representa el pináculo de placer más elevado para un escritor.
—Sócrates.
—Hubo una época en la que devoraba libros de todos los géneros y me obsesionaba con cada uno de ellos, sumergiéndome durante semanas, meses e incluso años en un tema en particular.
Siempre buscaba ir más allá del autor, indagando en sus motivaciones, influencias, e incluso detalles íntimos como sus relaciones familiares y amistades. En algún momento, esa obsesión me llevó hacia la filosofía. No voy a presumir de tener un conocimiento superior en este género, porque no es el caso, pero puedo compartir mi experiencia al respecto.
Todo sucedió cuando empecé a cuestionarme el significado de mi entorno y sobre la naturaleza de su existencia y del mundo en general.
Sócrates, con su enigmática figura y su método de diálogo, me atrajo alguna vez. Sus preguntas penetrantes y su valentía para desafiar las convenciones sociales daban valor a mis ideas de explorar las profundidades del alma humana en mis escritos urbanos. Sobre todo cuestionar las normas establecidas y buscar la autenticidad en un mundo lleno de apariencias.
Es muy llamativo la forma de utilizar sus diálogos para hacer que su interlocutor reflexionara sobre sus propias creencias y conocimientos… aparentar ignorancia o confusión respecto a un tema, mientras en realidad poseía un profundo entendimiento del mismo.
Sócrates está íntimamente relacionado con la decadencia y su propia muerte lo comprueba: Fue acusado de corromper a la juventud y de impiedad hacia los dioses. Así que optó por beber una copa de veneno, la cicuta, como su método de ejecución, en lugar de buscar escapatoria o renunciar a sus principios. Esta situación refleja la conexión entre Sócrates, la decadencia de la sociedad ateniense (y no solo ateniense) y su propia muerte como un mártir.
Hace décadas me acerqué al existencialismo, y Sócrates comparte algunas similitudes, especialmente en lo que respecta a la importancia de la auto-reflexión, el cuestionamiento de las creencias establecidas y la búsqueda de significado en la vida. Tanto Sócrates como los existencialistas enfatizan la responsabilidad individual y la libertad para tomar decisiones auténticas, algo que valoro. Aunque Sócrates y el existencialismo pertenecen a diferentes épocas y contextos filosóficos, comparten ciertos puntos de vista (o así los relaciono por mera conveniencia).
En particular, Sócrates promovía el autoexamen constante y la búsqueda de la verdad a través del diálogo y la reflexión personal, mientras que los existencialistas como Jean-Paul Sartre y Friedrich Nietzsche destacan la importancia de crear significado en un mundo aparentemente absurdo o carente de sentido, es cuando me centro en Nietzsche y posteriormente en Emil Cioran, sobre todo en Cioran.
Conforme mi viaje progresaba, me encontré cada vez más atraído por la oscuridad y la ambigüedad del mundo. Emil Cioran, cuyas reflexiones nihilistas y existencialistas resonaron profundamente en mí. Sus palabras, cargadas de pesimismo y desesperación, me llevaron a cuestionar “no solo las estructuras sociales esta vez, sino también la propia existencia y el sentido de la vida”.
En ese punto de inflexión, mientras exploraba las intersecciones entre la luz y la oscuridad, encontré mi voz.
Otros pensadores que me impactaron fue Séneca y sus tragedias estoicas, Walter Benjamin: Con su concepto de la flânerie (el arte de pasear sin rumbo fijo por la ciudad), Benjamin exploró la experiencia urbana, la alienación y la percepción del espacio en la sociedad moderna. El libro "Caminar", un ensayo escrito por Henry David Thoreau. Más recientes, Alain de Botón con “El arte de viajar” y Michael Onfray con “La teoría de viaje, poética de la geografía”.
Hay muchos otros autores que no menciono en este viaje, pero que también dejaron su huella.
Sin embargo, siento que con “La isla de Ward: El lado oculto de Nueva York” y “Vulnerables” se cierra un ciclo por completo, y comienza otro.
En todo caso, siempre nos quedará Sócrates y sus ideas sobre la justicia, la democracia y la técnica de la ironía, sin la estimulación del pensamiento crítico no fuéramos nada.
Gracias, Milton, por darme la oportunidad de compartir mis pensamientos. Que las sombras de nuestras palabras perduren… Ha llegado la hora de cerrar.
Benidorm, febrero 2024.
Juan Carlos Vásquez es autor de "Ward's Island: The Hidden Side of New York." Ha recibido distinciones en los Concursos de poesía pro lingüístico y multimedia "Premio Nosside" (Calabria, Italia), en las ediciones de 2005 y 2006. También fue finalista del concurso de microrrelato "Guka" en Buenos Aires en 2018. Sitio de autor.
Milton Ordoñez, músico, compositor, director coral y escritor galardonado con el Premio Fundarte en 1991, es autor de una serie de obras literarias, incluyendo En todo lugar y Absoluto, ambas publicadas por Editorial Memorias de Altagracia. Alguno de sus artículos referentes a la obra del gran poeta y narrador Raymond Carver han aparecido en el Diario El Nacional. Ha realizado la traducción al español de Donde empieza el camino y otros textos de Jack Kerouac, Schwob Ediciones de Valparaíso. Textos que permanecían inéditos en nuestro idioma. En la actualidad, trabaja en la novela Los estudiantes de El Pacífico/Bar y Restaurante (cómo robarse el sombrero de Armando Reverón), desde Salem, Massachusetts, lugar donde reside.
📝Entrevista publicada originalmente en la revista madrileña Margen Cero.
Ilustración de portada. Foto de Caleb Oquendo: pexels-public domain.
Imágenes incluidas en la entrevista: fotos por Juan Carlos Vásquez.
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