«Empoderadas», un cuento de Liset Reyes Aldereguía | Laboratorio de Escrituras Encrucijada

El evento ha tenido gran alcance. Próximo a las diez, aún llegan personas al local. El asiento central de la primera fila está vacío. Hemos logrado reunir unas cincuenta sillas gracias a mis habilidades, pero mamá al parecer sigue molesta. Tenemos que entenderla, Shelssya, dice mi hermana al notar mi desagrado respecto al tema. Mamá había sido la impulsora de todas nuestras metas. Feminismo, independencia económica, prosperidad, creatividad. Montones de palabras, disertaciones, consejos para Alessa y para mí. Señora, en la mochila de Shelssya encontramos los lápices de todos sus compañeros de aula, dijo la maestra de primaria a mamá una tarde que nos buscó al culminar las clases. Perdone maestra, no volverá a suceder, ella es una niña muy educada. En casa me felicitó. Me pidió que escondiera todos los cubiertos de mesa. Nunca los encontró. Mamá siempre me apoyó en todo. A veces proponía ejercicios a fin de pulir mi destreza. Íbamos a casa de extraños. Mientras ellos y mamá conversaban, yo guardaba adornos, ropas, monedas. Mi cuarto se convirtió en almacén. 
Alessa y yo decidimos crear contenido para YouTube hace unos meses. Las redes sociales son hoy en día una de las mejores formas para dar a conocer tu negocio. Youtubers, eso somos. La idea surgió un día que recolecté una cámara profesional. Hemos tenido mucha aceptación con nuestros videos. Estos consisten en grabaciones en diferentes lugares, donde yo tomo varios objetos, siempre velando no ser descubiertas, y luego filmamos a mi hermana ingiriendo los objetos. Yo la ayudo a procesarlos, a triturarlos para simplificar la deglución. Subscriptores, colaboraciones con marcas. Todo éxito. Somos dos mujeres empoderadas, mamá, le dije el día que recibimos la placa de los cien mil subscriptores. 
A mamá siempre le desagradó el hecho de ser figuras públicas, de que vieran nuestras habilidades, de tener que cambiar constantemente de domicilio para evitar a algunas personas que decían sentirse afectadas con nuestro negocio. Por eso mamá no está en el evento. La silla que le guardamos la ocupa un señor aleatorio. Todos los que están aquí son seguidores fieles. Personas que pagaron bastante por ver nuestro primer acto en vivo.
Alessa sube al escenario. La plataforma está llena de equipos para triturar disímiles materiales. Mi hermana comenta sobre el proyecto. Los primeros videos. Miedos. Experiencias positivas y negativas al ser youtubers. El público está contento. Filmo con un móvil que tomé de la única señora ubicada en la última fila porque Alessa comió piezas de la cámara. Alessa anima a nuestros seguidores mientras yo tomo sus pertenencias. Pañuelos, anillos, móviles principalmente. Decido no retirarles el dinero porque considero que en esta ocasión sería un gesto grosero de mi parte. Algunos me descubren, me sonríen. 
Le entrego los móviles a mi hermana. Un espectador que aún conservaba el suyo, lo lanza entusiasmado al escenario. Aplauden. Es increíble lo que hemos logrado en poco tiempo. Lanzan rollos de dinero y Alessa los ingiere con facilidad. Despojo poco a poco a todos de sus ropas, las agrupo en una esquina del escenario. Le digo a Alessa que no se las coma, que me permita conservar algo. Ella está de acuerdo. 
Arribo al escenario para dar las palabras de cierre. Por lo general soy yo quien termina los videos. Desde la plataforma percibo el Edén que fluye en los asientos. Euforia. Nalgas. Senos. Euforia. Sola falta mamá en este paraíso. 


Liset Reyes Aldereguía (Cuba, 1998). Odontóloga, poeta y narradora. Miembro del Laboratorio de Escrituras Encrucijada. 

Fotografía de Duangphorn Wiriya (en Unsplash). Public domain.

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