'Relato: El galope del caballo', por Francisco J. Barata Bausach

'Relato: El galope del caballo', por Francisco J. Barata Bausach

He tenido que salir de casa antes de que vuelva mi novia, Irma. Si me ve como estoy ahora, con el mono que llevo encima, me corre a hostias hasta Nueva Caledonia del Sur, que no sé por donde está, pero debe estar muy lejos.
Me avisó, me dice “deja el jaco”, le digo “yo controlo”, me dice “eso dicen todos”, le digo “solo quiero probarlo”, me dice “no me jodas Paco”. Y de probarlo, pase a consumirlo, pase a esconderme de Irma, pasé a gastarme mi mierda de sueldo y pasé a engancharme, todo ello sin darme tiempo a controlarlo.

Ahora, desde ayer mismo, no me queda dinero y me está empezando, ¿empezando?, ¡joder, que tengo el mono!, in crescendo, estoy acojonado, me siento mal, muy mal. Tampoco me deben haber sentado muy bien unas pastillas que me he tomado, la tía que las vendía me avisó que las tomara con cuidado, que era para alucinar en colores, pero no tenía nada a mano y creo que de nuevo la he cagado.

He salido a la calle, en casa no podía aguantar. Me ha parecido ver que el cielo no estaba, ¿dónde se ha metido ese puto cabrón? Estoy sudando como un cerdo y me duele la cabeza con una ferocidad que asesina. Creo que está lloviendo porque estoy muy mojado…, me siento tan mojado. Quisiera quitarme de encima esta extraña pesadez que tengo en las piernas, me cuesta caminar, no sé qué pie debo poner el primero, casi me caigo, la gente me mira. ¿Hay gente mirándome? Me aterrorizo al ver acercarse al ser que limpiaba las calles; por escoba lleva un tridente en llamas y de su cubo de basura sobresalían miembros humanos sangrando, me asquea ver a un ser tan repugnante, una especie de “súcubo infernal con aspecto humanoide” que al cruzarse conmigo me mira con tizones en vez de ojos. Corro despavorido, gritando, asustando a la gente con quien me cruzo de los aullidos que me surgen. Las piernas me fallan cada vez más, me hago un lio con ellas, parece que tengo tres, me caigo en el único charco que hay en toda la calle. Estoy muy sucio, tiznado por un liquido sucio y compruebo alucinado que son fluidos asquerosos surgidos de algún muerto desconocido.

Como puedo me pongo en pie, antes de levantarme, de rodillas aun, parezco un penitente o un mendigo pidiendo limosna. Veo venir hacia mí una mujer semidesnuda, con sus pechos ofrecidos con lujuria insultante, sus dientes son colmillos retorcidos y de su mano lleva una masa viscosa, casi sin patas, parece un niño, pero es un enano deforme, una masa purulenta con forma conoidal, que se arrastra dejando un asqueroso reguero de pus verde por donde pasa.

El terror que golpea mi mente sin compasión me hace levantar y corro, corro sin mirar atrás, corro porque esas visiones no pueden ser reales, pero tan reales las siento que me hacen huir con la mayor premura. Me parece ver una parada de autobús, no lo sé si lo veo o estoy soñando, aprovechando las puertas abiertas del autobús que allí está parado, o no lo está, no lo sé, subo de un brinco para huir de tantos fantasmas que de mi mente salen y que luego me persiguen.
La cabeza me duele, los sudores me empapan.

Subido en el autobús me embarga el desespero, todos los pasajeros allí sentados me miran horrorizados, aunque más horrorizado estoy yo, porque me miran con ojos vacios, de sus cuencas sin vida salen rayos de un esplendor macabro, intuyo, semidesnudo me creo, que están muertos y que al más allá va este puto bus. Una voz cuyo timbre es todo horror, sale de la boca del monstruo que conduce, “el billete, por favor”, suena como estruendo malvado. Yo no quiero billete para ir al más allá, pero insiste el muy rufián, saco unas monedas y se las lanzo, no sé si las coge, no sé si las lanzo, no sé nada, no sé si soy, quizás no soy y me arrincono en un rincón lejano para no ver tanto horror reflejado en los ojos de esos monstruos.

No sé cuando me he bajado, ni donde lo hice, ni si lo hice, pero he debido hacerlo porque estoy en una calle desierta, sin fincas, rodeada de campos hueros de gentes y corro para evitar no sé el qué, pero sigo sudando y ese sudor me persigue convertido en pequeñas hidras de sangre sin cabeza, amenazantes. No sé cuanto he corrido escapando de esas cosas horripilantes, debe ser de noche porque cada vez veo peor y no queda luz, nada de luz o quizás me estoy quedando ciego.
Necesito un pico, pero no hay nadie, no tengo dinero, no sé donde estoy, no hay pico, ni tan siquiera una pala para cavar mi tumba. 

Todo son ruinas envueltas de campos, desprovistos de todo, sin vida y hacia allí corro, porque también está lloviendo y no distingo el sudor que me empapa de la lluvia que recorre mi cuerpo. A cada momento se frena mi carrera por un fango que pretende engullirme, todos me odian, hasta el barro. Sé que no puede ser verdad, pero la verdad es que no sé lo que es verdad o es un sueño, esas putas pastillas, este puto mono y este puto yo que me está matando, cuando por fin llego a las ruinas y después entro.
En esta parte de las ruinas me sigo mojando, no hay techo, lo presiento porque me mojo, o es que mi sudor cada vez es más asfixiante, me ahoga su fetidez que debe ser la mía. Corro por entre las ruinas perseguido por mi sombra que ha cobrado vida, me amenaza gritando lo idiota que soy, “tu controlas”, “tu controlas”…, no para de repetirlo, tropiezo entre escombros, al caer una mierda de perro semiseca y asquerosa emponzoña mi cara. Con un pañuelo, tan mojado, que me empapa más el rostro, intento deshacerme de tanta mierda que ahora también, desde fuera de mi mente, me atormenta.

Sentada a mi lado me asusto al contemplar a mi sombra, inmisericorde, que repite, “tu controlas”, sin parar, repiqueteando en mis sesos arrepentidos por no poder controlar mi ira, no por mi adicción, porque como sabe la sombra, mi mala sombra, yo controlo, si me pudiera meter un pico, lo demostraría y de este marasmo podría salir.
Ahora, mientras la mierda chorrea por mi camisa cayendo sobre los pantalones, estoy sentado en el barro, yo soy barro que se deshace, pero veo un rincón seco donde poder protegerme de mi sombra.

Me arrastro, primero de rodillas, repto después, así llegamos, porque la puta mala sombra me acompaña y se recuesta junto a mí en una esquina seca, intento apoyarme en la pared pero no me deshago de ella. Tengo la sensación de que me congelo, a la vez un calor por dentro me quema. Intento cerrar los ojos, intento salir de mi cuerpo, pero cuando lo intento mi sombra, arrogante y fría, la mala puta, me lo impide con malos modos, se comporta como mil zorras.

Como no puedo dejar a un lado mi cuerpo, intento cerrar los ojos, necesito descansar pero este puto mono me atenaza la garganta no puedo respirar y los ojos ni un momento puedo entornar, ahora me salen ripios, soy poeta, soy penoso, estoy tan fuera de mí, pero yo controlo, ¿no se lo creen?..., yo controlo.

¿Porqué habré abierto los ojos?, ¿para ver por las paredes descolgarse unas arañas verdosas? Con ojos de lujuria, gotas de un fluido verdoso de sus bocas dejan su rastro y se arrastran por la pared, me miran, son varias, muchas, cientos, miles y todas avanzan hacia mí. No puedo evitar mearme de miedo por el asco que me produce pensar que todas ellas encima me puedan cubrir y hambrientas, voraces, comiencen a deglutirme en vida. No puedo reprimir un grito de espanto, más parece un aullido de ultratumba y entonces, por otra puerta aparecen dos, no, tres sombras, parecen de seres humanos, o inhumanos, no lo sé, las gotas de sudor que empapan mis ojos me impiden distinguirlos. Oigo voces de ultratumba, hirientes, salir de sus bocas.

─Mirad, hay un puto yonqui en ese rincón, vamos a divertirnos.
Las palabras me suenan lejanas pero las sombras se acercan, con brazos acabados en hierros redondos, parecen seres malignos, me dan escalofríos, no sé si es por ver esos monstruos que se hacen más grandes por momentos o por el puto mono, parece que tengo el mono, parece que no controlo nada, nada, nada. Las sombras se detienen frente a mí, son enormes, las arañas se retiran, quizás les tienen pavor. Yo también y tiemblo. Frio, miedo, pavor, mono…, yo controlo.

─ ¡Tú, mierda!, danos todo lo que lleves encima y rapidito.
─No tengo nada, necesito un pico, ¿lleváis jaco?
─El hijo de puta nos pide caballo. Pues te lo vamos a dar y del bueno.
Se acercan más, con sus brazos metálicos comienzan a golpearme con saña, no paran, empiezo a sangrar por la cabeza, la sangre me ciega los ojos, noto un chasquido en el brazo con el que intentaba defenderme, intento levantarme y les chillo, “hijos de puta, cobardes”. Solo consigo que me den más fuerte en la boca y me destrozan los dientes, caigo entre dolores, pero el mono no cesa, ahora me duele, a mi y al mono. Les oigo decir horrorizado, sumido en sufrimiento, con los ojos bañados en sangre:
    ─Basilio, trae la gasolina que a este cabrón lo vamos a tostar como un cerdo.

Yo grito, “¡¡socorro, cabrones!!”, sin dejar de recibir golpes, empiezo a notar la gasolina que empapa más todavía todo mi cuerpo. Intento levantarme otra vez, pero los golpes y el mono que ya está herido me lo impiden.
Siguen vaciando latas de líquido de un olor que me aturde, uno de ellos, ¡¡qué horror!! , saca una caja de cerillas, las enciende, me las tira.
El fuego prende mi ropa, primero siento calor, luego el fuego llega a mis carnes, se me desprende la piel, el pelo me arde y el dolor sobrepasa al mono, punzante, amargo, aullando con un dolor tan intenso que me enloquece.

Lo último que veo es a unos hijos de puta riendo mientras el fuego me quema los ojos, el dolor es insoportable…, yo controlo…, yo control…yo contro…, yo contr…, yo cont…, yo con…, yo co…, yo c…, yo….




Francisco J. Barata Bausach, Puerto llano. Ciudad Real. Castilla La Mancha. 68 años. Economista, ahora jubilado, acostumbrado a escribir sobre temas profesionales. En mayo del 2014 comenzó a escribir relatos, desde entonces ha obtenido múltiples premios y menciones en diversos países.

Primeros Premios (Tres en EEUU, otro en Ecuador, dos en Venezuela, otro en Alemania, dos en Brasil, treinta y nueve en México, once en Colombia, tres en Bolivia, quince en Argentina, uno en Perú). Segundo premio (Uno en Uruguay, dos en Argentina y uno en México). Terceros Premios (Uno en USA, uno en Argentina). Cuartos Premios (Dos en USA, uno en Chile, uno en México, uno en Uruguay). Finalista (Cuatro en México, nueve en Argentina, uno en Colombia, otro en Ecuador y otro en Costa Rica). Seleccionados para diversas Antologías. (Siete en Uruguay, dos en Argentina, dos Costa Rica, otro en Israel y uno en Chile)
 
En Puertollano, 22 de abril de 2021.

Correo e.      fbarata52@gmail.com

                                          

Fotografía de Pretty Drugthings  (en Unsplash). Public domain.

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