Vivió hasta la edad de siete años en una casa vieja, sin pintar, junto a un camino abandonado que arrancaba de Trunion Pike. Su padre no se ocupaba apenas de ella, y su madre había fallecido. Su padre se pasaba el tiempo discutiendo y discurriendo sobre religión. Afirmaba que él era un agnóstico; y de tal manera vivía absorto en la empresa de echar abajo las ideas que acerca de Dios se habían deslizado en el cerebro
- Inicio
- Entrevistas
- Narrativa
- Microrrelatos
- Poesía
- Ensayos
- Artículos
- Reseñas
- Autores
- Literatura por países
- Mapa del sitio
- Archivo & Descargas
- Dossier #1 – EPUB
- Dossier #2 – EPUB
- Dossier #3 – EPUB
- Catalogo de revistas
- Outsiders
- Pandemónium
- Fotoreportaje
- Música
- Traducciones
- English Corner
- Colaboraciones
- Quiénes somos
- El Manifiesto
- *Webmaster»
'Las cosas íntimas', relato de Miguel Rodríguez Otero
La noche antes de que ocurriera, Anne y Arthur se acostaron en la cama de ella por primera vez. Hicieron el amor, tomaron té, hablaron un poco, y luego se quedaron largo rato en silencio acomodándose a la curva del abrazo. Apenas durmieron. De vez en cuando se hacían esas preguntas que conducen sin filtros al alma de la otra persona.
Julien Gracq: Formulas para la novela ideal (PDF)
PDF (LECTURA Y DESCARGA)
Julien Gracq
(Louis Poirier; Saint-Florent-le-Vieil, 1910) Novelista y ensayista francés, de sutiles rasgos surrealistas. Nacido en una familia de artesanos y pequeños comerciantes, estudió como interno en un liceo de Nantes durante siete años, período cuyos recuerdos volcaría en La Forme dune ville (1985).
Residente en París a partir de 1928, entró en la Escuela normal superior en 1930, donde descubrió a Wagner y el
Cartas Finlandesas: 'Hombres del Norte. Cómo se mueren los finlandeses', de Angel Ganivet
La muerte es el término natural de todas las cosas de esta vida; y para que estas cartas, que he ido escribiendo con la mayor naturalidad que me ha sido posible, terminen naturalmente también, voy a matar a los finlandeses y a dejarlos muertos y sepultados para que ningún español vuelva a tocarlos, así como ninguno había escrito hasta ahora sobre esta tierra remota, a menos que yo ande mal de noticias. Pocos son los españoles que aquí vienen, y los pocos que vienen, vienen a sus negocios, y sólo en ellos se fijan y no se enteran más que de lo relativo a la venta de vinos, frutas y sal, que es en sustancia lo único que España envía a este país.
Poema: «En el viento se balancea», de Srecko Kosovel
Su obra poética se divide en tres etapas: impresionista, expresionista y constructivista, aunque contiene elementos dadaístas, surrealistas y futuristas. Por César Abraham Navarrete Vázquez
Srečko Kosovel nació el 18 de marzo de 1904 en Séshana, población ubicada en la meseta del Kars, cuyo margen occidental ha fungido históricamente como frontera étnica entre italianos y eslovenos.
«Una casa para siempre», un texto de Enrique Vila Matas
De mi madre siempre supe poco. Alguien la mató en la casa de Barcelona, dos días después de que yo naciera.
El crimen fue todo un misterio que creí dar por resuelto el día en que cumplí veinte años, y mi padre, desde su lecho de muerte, reclamó mi presencia y me dijo que, por desconfianza a los adjetivos, estaba aproximándose al momento en que enmudecería radicalmente, pero que antes deseaba contarme algo que juzgaba importante que yo supiera.
'Paseo nocturno', relato de Rubem Fonseca
Llegué a la casa cargando la carpeta llena de papeles, relatorios, estudios, investigaciones, propuestas, contratos. Mi mujer, jugando solitario en la cama, un vaso de whisky en el velador, dijo, sin sacar lo ojos de las cartas, estás con un aire de cansado. Los sonidos de la casa: mi hija en su dormitorio practicando impostación de la voz, la música cuadrafónica del dormitorio de mi hijo. ¿No vas a soltar ese maletín?, preguntó mi mujer, sácate esa ropa, bebe un whisky, necesitas relajarte.
'La blusa turquesa', relato de Miguel Rodríguez Otero
Aquel día trajeron un armario a la habitación de mi abuela. Mi yaya había tenido otros armarios antes, pero según me contó de niño todos habían tenido un mal final por diversos motivos: carcoma, humedad excesiva e incluso un pequeño incendio. Mi madre y ella pasaron meses buscando en los almacenes de última moda, hasta que un día la abuela se plantó, dijo que prefería mirar a solas, y en un par de semanas encargó el que – decía – era ‘tan boniiito’. A decir verdad, era bonito; usado, pero bonito; con un espejo de luna que hacía aguas en cada ojo de la puerta y de color un poco verde por fuera, con este tono que suaviza los días de invierno. Total: vinieron unos señores, lo metieron en su cuarto y se fueron.
«Catedral», un relato de Raymond Carver
Un ciego, antiguo amigo de mi mujer, iba a venir a pasar la noche en casa. Su esposa había muerto. De modo que estaba visitando a los parientes de ella en Connecticut. Llamó a mi mujer desde casa de sus suegros. Se pusieron de acuerdo. Vendría en tren: tras cinco horas de viaje, mi mujer le recibiría en la estación. Ella no le había visto desde hacía diez años, después de un verano que trabajó para él en Seattle. Pero ella y el ciego habían estado en comunicación.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
ENTRADA DESTACADA
Vindicación del Caos · por Alberto Jiménez Ure
En el vasto escenario de la naturaleza y la destructiva influencia del hombre, surge la "Vindicación del Caos" de Alberto Jiménez...
