Este relato debería haberse hecho público hace mas de quince años; hoy se publica pues no temo ya consecuencias, están ya fallecidos –o por expirar- prácticamente todos los afectados. Además, con miedos como los de hoy en día, a pocos les parecería motivo de temor real saber de la iglesia de la hermandad del mal omnipotente.
Todo empezó como una estrategia periodística más: se le ocurrió a nuestro productor hacer un seguimiento de 24 hrs. continuas a la vida de las principales autoridades de nuestra populosa provincia. La idea era pasar dos programas en los que se describa gráficamente la rutina de nuestro gobernador, alcalde, obispo, intendente general, comandante de carabineros y el comandante del estado mayor. Para dicho propósito se dispusieron equipos movilizados que sin ser reconocidos tenían que grabar en video la rutina diaria de nuestras autoridades.
Me tocó hacer seguimiento del alcalde; con dos camarógrafos y un auxiliar bajo mi responsabilidad, desde la hora fijada realizamos el seguimiento del Lic. Armando Gamal, sin mayor novedad y afortunadamente, sin ser descubiertos. A las 9 de la noche nuestro ‘blanco’ empero, rompió lo rutinario.
A la hora mencionada, el Lic. Gamal salió solo de su casa, subió a un taxi que lo aguardaba y se alejó, seguido prudentemente por nuestra vagoneta. Veinte minutos después su taxi se detuvo para recoger a una joven y elegante mujer, partiendo inmediatamente rumbo a la periferia urbana, sin percatarse de nosotros. Tras media hora de veloz carrera, el vehículo se detuvo en una plazuela denominada “Israel”, donde descendieron nuestro objetivo y su acompañante misteriosa; ingresando inmediatamente en un viejo caserón custodiado por dos robustos porteros armados.
Estacionados a una distancia sensata, discutíamos respecto a lo que deberíamos hacer, cuando nos golpearon una ventanilla: ¡eran compañeros de otros equipos ejecutando la misma tarea de nosotros!
Nos enteramos que tres equipos de nuestro proyecto habían coincidido en esa plazuela, por cuanto gobernador, alcalde, comandante de carabineros y el comandante del estado mayor junto con otras tantas damas estaban en el mismo caserón. Tras breve discusión resolvimos que solo un equipo trataría de ingresar furtivamente y obtener información de lo que para nosotros ese momento más parecía una fiestecilla verde y secreta de alto nivel que algo siniestro; se resolvió que el equipo responsable del gobernador fuese el responsable del espionaje.
El grupo se puso en marcha y al cabo de tres horas y media, no supimos nada de ellos. A la una y cuarto, intempestivamente vimos dos vagonetas salir del caserón, dos de nuestros equipos se pusieron en movimiento para seguirlos y mi equipo se quedó para esperar a nuestros espías. A las 3 de la mañana nos sentíamos preocupadísimos, pues nuestros compañeros no daban ninguna señal y vimos como los guardias salieron varias veces a explorar las inmediaciones, no habiendo podido identificarnos por que cautamente habíamos alejado los vehículos del punto de acción.
A las 4 menos veinte decidimos actuar, dejando los equipos (que por su volumen y peso nos estorbarían) nos introdujimos por un extremo de la propiedad, y eludiendo a dos serenos, logramos reunirnos en la puerta de servicio que no nos costó mucho abrir, merced a mis destrezas con cerraduras y llaves maestras. Todo el caserón estaba en penumbras y salvo dos ambientes aparentemente usados por guardias y serenos, no se observaba luz en ventana alguna. El hecho es que apenas tuvimos tiempo de ocultarnos, cuando abruptamente se prendió la luz del salón central y su resplandor arrojó luz sobre nosotros, agrupados en un pasillo adjunto.
-¡Apúrate! Ya oíste lo que dijo el maestro: no debe quedar huella alguna de todo ese asco-
-Pero, no entiendo ¿por que no podemos hacer un agujero en la huerta y enterrar a estos malditos sin mayores viajes?-
-Tienes suerte que Galean no te escuche; no sabes como se pone cuando alguien osa discutir las ordenes del maestro-
-Bien vamos de una vez, ¿puedes ayudarme con estas cuerdas?-
-Esta bien pero ¡apúrate!-
Se escuchó a tales personas dirigirse a una puerta disimulada en un rincón del salón, abrirla y bajar gradas. No quisimos actuar ese momento, pues casi estábamos seguros que los “malditos” a los que se refirieron esos tipos eran nuestros compañeros, y temíamos lo peor. Empezó a soplar un fuerte viento y decidí correr el riesgo: con mi cámara fotográfica cargada con película hiper sensible retrataría la acción de esa gente cuando retorne del subsuelo. Efectivamente, media hora después, al escuchar sus murmuraciones y pasos nos agazapamos y nos pusimos atentos y tensos, muy tensos.
-Bien ya están los tres acá, llama a Bruno para que nos ayude a cargar esta basura-
-Bien, y ¿que hacemos con sus equipos?-
-¡Déjalo donde está, luego vendrá alguien enviado por el maestro para resolver sobre eso, vamos, un esfuerzo mas!
No movimos un solo dedo hasta que el tal Bruno apareció, con esfuerzo cargaron ‘sus bultos’ y retornó el silencio al caserón.
Resolvimos correr un riesgo mas; bajamos por la puerta empleada minutos antes al subsuelo y ahí encontramos un salón grande y lujoso; como no podíamos encender las luces, no veíamos en toda su extensión el ambiente, estaba tapizado con fino paño rojo, poseía decenas de cómodos sillones también rojos, y en lo que debía ser el podio, nos sorprendimos de encontrar un lujoso altar con un mantel negro, candeleros con velas negras, un gran crucifijo cuidadosamente tallado puesto de cabeza y llamativamente sucio y salpicado de lo que nos pareció sangre reciente. Al pie del ‘altar’ descubrimos un círculo de granito pulido con una gran estrella de cinco puntas, se veía claramente que había sido regado con sangre reciente, la cual ya había sido torpemente restregada minutos antes.
Con los nervios definitivamente alterados, hicimos una inspección adicional, que nos permitió descubrir las cámaras de nuestros colegas encima de una pequeña mesa; levantamos el equipo, nos estremecimos al notar que se encontraba manchado de sangre, y por una torpeza mía, cayó un espejo con estrépito. Eso nos llevó a una fuga desordenada pero felizmente desprovista de mas sorpresas que el ladrido del perro del guardia. Subimos a los vehículos y nos alejamos sin prender siquiera las luces de rigor, por temor a ser observados o identificados.
Ya en el centro de la ciudad, todos nos introdujimos en dependencias de la productora, y pese a las protestas del cuidador, prendimos los equipos y sacando los casettes de las cámaras, reproducimos para horror nuestro, los últimos y espantosos momentos de nuestros compañeros.
No había mucho que deducir: el equipo mantuvo encendido sus cámaras todo lo que la batería lo permitió; se observaba su ingreso, una carrera eludiendo al sereno y su mastín, su ingreso a la casona por una ventana, se podía observar como eran sorprendidos por un guardia armado en el interior de la edificación, se registró una espera aguardando el arribo del así llamado maestro, se veía el ingreso de este (el gobernador, ataviado como obispo, con mitra incluida) los insultos y golpes propinados por éste a dos de los integrantes del equipo, la orden de llevarlos a todos abajo, los empujones torpes recibidos, el descenso al salón (con mas de quince personas aguardando delante del altar) y de modo muy fragmentado –aun no sabemos como es que no se percataron de las cámaras encendidas- se veía al gobernador parodiar a un sacerdote indignado, que primero airado y luego aparentemente agradecido dictaminaba:
-Gracias empero te damos señor del mal, por que es tu voluntad que hoy recibas triple sacrificio para alabanza y gloria de toda tu maldita iglesia, recibe nuestra ofrenda y permite que la compartamos con tu presencia!
No sabemos si casual o intencionalmente se colocó una de las cámaras con el objetivo dirigido hacia el altar y por tal razón se pudo grabar tres asesinatos particularmente crueles: el maestro, ofrecía a su ‘señor’ uno por uno órganos de sus amordazadas víctimas apuñalando después de sus invocaciones ojos, oídos, boca, genitales, plantas de los pies, y concluía con la apertura de su arteria carótida, dando lugar a un fatal desangramiento cuyo producto se recogía en tres cuencos aparentemente formados por la tapa de diferentes cráneos: de un cuenco bebió el gobernador, y gran parte de su contenido era escupido contra el crucifijo. Los dos cuencos restantes eran compartidos por los participantes, entre quienes no resultaba nada difícil reconocer a figuras públicas de la ciudad y las provincias. Repetido el rito con las tres víctimas, y tras corear invocaciones satánicas, la cámara grabó como en riguroso turno, y en pares, los ‘celebrantes’ se trenzaban en frenéticos actos de naturaleza perversa y sexual en medio de los cadáveres y la abundante sangre resultante de los crueles homicidios. Como clímax final, todos recibían un cuchillo con el cual cortando un trozo de los cadáveres, generaban un macabro acto de canibalismo, entre risas y variados gestos procaces. Para ese momento, las baterías de las cámaras se consumieron y solo restaba algo de material en audio que permitía escuchar un segmento final de gran algarabía seguido de un acto de cierre que consistía en una serie de juramentos e invocaciones, tras lo cual ya no quedó nada comprensible.
Para cuando terminamos de analizar las grabaciones, ingresaban ya a las oficinas los técnicos y administradores. Llamamos a los equipos restantes y supimos que solo pudieron constatar que las vagonetas se encontraban atestadas de personas que fueron transportadas hasta sus diferentes domicilios.
El productor se horrorizó de nuestro material, a puertas cerradas, discutimos por horas respecto a los pasos a dar; dada la gravedad de los delitos y la identidad de los perpetradores, lo que sea que decidamos debía ser muy meditado.
Estábamos en plena discusión, cuando la productora fue allanada por mas de diez guardias fuertemente armados: por instrucciones de la gobernación, debían requisar nuestras instalaciones y decomisar material sospechoso; rápidamente nuestro productor tomó un casette en blanco, cambió etiquetas con el casette con la evidencia y muy ágilmente ocultó nuestro material entre las hojas de un frondoso ficus que adornaba su despacho.
El hecho es que hallaron las cámaras, me arrebataron mi cámara fotográfica y preguntaron como llegaron ahí, procediendo a detenernos sin más trámite.
Estuve incomunicado siete días, en medio de constante presión y tortura sistemática, se me conminó a declararme autor del homicidio de mis propios compañeros. No lograron su cometido y escuché de planes para ‘enfriarme’ con la excusa de la ley de fuga en la noche siguiente.
Al cabo, sorpresivamente, un abogado conocido entró en mi celda, exigió hablar a solas conmigo y me dijo:
-Debe saber que su productor ha desaparecido, se llevó ‘la prueba’ como el la llama al exterior; desde ahí esta negociando con la gobernación para que los dejen libres a todos ustedes (me enteré que somos quince los detenidos) me contrató por teléfono para constatar su estado físico y comunicarles que es indispensable que soporten con valor, el no permitirá que les dañen –o al menos que les dañen mas- a ustedes y sus familiares, no se de que se trata todo esto, pero los peces mas gordos imaginables parecen estar en serios problemas gracias a ustedes, no necesito saber nada, solo debo informarles que estamos haciendo lo que podemos para sacarlos de prisión, aunque parecieran estar en un gran, ¡gran! problema. No deben firmar ninguna declaración, y menos compartir lo que saben con persona alguna. Pronto volveré, espero que todo se solucione, le reitero: no firme nada ni comparta lo que sabe con persona alguna; hacerlo podría ser muy delicado para esa persona, ¿me entendió?-
Me despedí del abogado con alivio, si era verdad lo que me dijo, podríamos salir de esta horrible pesadilla en un tiempo mas. Efectivamente las horas siguientes las pasé nuevamente bajo una poderosa lámpara que me impedía ver a nadie frente a mí y que me imposibilitaba siquiera cerrar los párpados para evitar su refulgencia. Por varios medios se me conminó en firmar una confesión referida a un triple homicidio, se me repitieron las mismas interrogantes de los días anteriores y al no lograr lo que deseaban, antes de ser arrojado a mi sucia celda me amenazaron con matar mi familia y todos mis seres queridos.
La siguiente madrugada me levantaron de mi lecho y me llevaron a un ambiente en el que después de días encontré a mis compañeros de trabajo; ingresó el abogado ya conocido y nos informó:
-Se ha negociado su libertad, desde el exterior su productor llegó a un acuerdo con la gobernación, deben ustedes firmar un compromiso de reserva absoluta sobre los hechos que los tienen en este lugar, les reitero que no se nada al respecto, ni deben ustedes comunicarme nada. Su libertad exigirá que cada día deban firmar en un libro de actas de la fiscalía, informen sus movimientos y no podrán ausentarse de la ciudad, mi consejo es que firmen el compromiso y hagan lo acordado, que ya mucho se logró al levantar su incomunicación.
¡Y algo mas! Me informan que no pueden comunicarse con los familiares de sus colegas perjudicados ni realizar declaración alguna ¿tienen alguna pregunta?
Mas de una semana de incomunicación nos hizo aceptar todo lo exigido y barbudos, sucios y maltratados, cada cual se dirigió a su hogar, conscientes de estar aún en una situación delicadísima.
A la mañana siguiente, ya en casa, no me fue necesario mucho esfuerzo para notar la presencia de por lo menos dos vigilantes de cuanto movimiento hacía. Por la tarde me dirigí a la fiscalía, firmé el libro de actas, respondí tres o cuatro preguntas y me dirigí a mi trabajo; la productora independiente SUR srl. Encontré las oficinas cerradas y el conserje me informó que se había declarado unas vacaciones forzosas por razones no muy claras para él.
Salí del edificio mas confundido y el empleado del kiosko se me acercó con un periódico, el cual me entregó con un extraño guiño. No había andado ni diez pasos y fui interceptado por dos matones, que me arrebataron el periódico, lo revisaron minuciosamente y al no encontrar nada, me lo devolvieron.
En la cafetería en la que solía pasar momentos de reflexión, pedí un café, y abrí el periódico, sabiendo que era observado de modo indisimulado muy de cerca. No me costó mucho percatarme que alguien había empleado un alfiler y realizado unas pequeñas perforaciones en la página de espectáculos (a los cuales soy muy afecto) siguiendo un orden descendiente, claramente deletreé l-l-a-m-a-t-e-l-0-0-5-9-5-3-0-0-2-6-7.
Tomando un taxi, bajándome en una galería comercial, escurriéndome en una confitería por una puerta de escape, subiéndome a un bus, bajándome en una esquina muy concurrida, corriendo entre la gente y ocultándome por media hora entre unos casilleros, me aseguré de no estar siendo seguido y desde una oficina de llamadas a larga distancia, marqué el numero señalado y logré hablar con mi jefe:
-Todos corremos serios riesgos, yo estoy en Paraguay y nadie acá podría dar conmigo, traje el casette principal y es por eso que pude negociar su libertad: ellos no saben que tengo una copia y ya recibieron el original, lo importante es que se cuiden ustedes y aguarden noticias mías, como habrás visto, las oficinas están clausuradas y se que mi cabeza tiene un precio nada despreciable. Yo no estoy tan desprotegido ¿sabes? Pertenezco a un grupo poderoso a su manera, que está interesado en poseer esa grabación y que no permitirán que seamos dañados si es que somos cautos, esperen por favor, no desesperen que ya saldremos de esto.- Sin mayor dialogo, concluyó la conversación.
En menos de dos semanas, con distintos motivos, una a una supimos del fallecimiento de varias personalidades importantes, su destitución y/o traslado al exterior. Simultáneamente y para nada de modo casual, todos los equipos participantes en esa noche de horror fuimos victimas de “accidentes” de los cuales solo yo y dos camaradas mas escapamos con vida. Las oficinas de la productora SUR Srl. nunca más se abrieron, se desocuparon y rentaron a otra empresa.
-De mi jefe expatriado solo supe que decidió no retornar jamás a estas tierras, no volvió a permitir contacto alguno y no lo culpo, el poder que se vio afectado por nuestra acción posee tal grado de control social que estoy seguro que si no hubiese abandonado a mi familia y ocultado en este país, ya estaría muerto y con seguridad acusado de terribles crímenes.
Hoy publico este relato sin temor alguno: ¿quien puede temer morir si ya sabe que cuenta con escasas semanas de vida? Y es que por todos los exámenes médicos que me hicieron, debo esperar muy poco para que uno de los pocos testigos del poder del satanismo en estas latitudes deje de existir. Créanlo o no, tal vez estamos gobernados por aprendices de demonios de traje y corbata, a poco de dejar de sufrir, nada temo ya de ese inmenso poder que declaró delincuentes prófugos a tres periodistas ofrecidos en vil sacrificio, eliminó rápida y quirúrgicamente a decenas de poderosas autoridades, persiguió y dio caza a mas de una decena de periodistas, cerró una importante productora de televisión y me obligó a aparentar ser un esposo y padre irresponsable que abandonó su hogar años atrás. Hoy deseo confesar y poder decir parodiando por mi parte: Idos, la misa ha concluido.
Oscar Achá E. Nacido en La PAz, Bolivia, en 1957. Psicólogo especialista en educación superior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario